Feliz cumple, donde quiera
que este, ella, no solo la lider hermana de Abel, sino la madre del inicio de
la revolución cubana y la madrina de su nueva trova, Haydee Santamaría Cuadrado.
Por tal motivo está joya sobre su vida: Por Graziella Pogolotti,
cubadebate.com. Celia María Hart Santamaría nos dejó preciosos testimonios
sobre Haydée, su madre, publicados ahora, junto a otras evocaciones, por Ojalá.
Las remembranzas íntimas revelan rasgos esenciales de aquella excepcional
personalidad. Cuando ya Haydée no estaba entre nosotros, Celia María visitó la
cárcel de Guanajay. La minúscula celda, compartida con Melba, tenía un duro y
estrecho camastro. Fue un difícil tiempo de silencio, después de los
preparativos del Moncada, el combate, los ojos arrancados del más querido entre
todos los hermanos y el cuerpo destrozado de Boris, el novio. Luego, en el
juicio, la gran batalla por la verdad. Durante el encierro, la lectora voraz
dispuso tan solo de un libro de Ingenieros.
Aunque no lo recordara más tarde,
debió ser una etapa de meditación, de rescate de lo más profundo de sí, de
preparar el alma para echar a andar, para volver a la vida con pasión, con las
claves necesarias para descubrir el sentido de su existencia. Por eso, cuenta
Celia María, su flor favorita era el girasol, hermoso y útil a la vez. Pudo así
dar vuelta a la frase martiana y defender la virtud de la utilidad en la
entrega total a la construcción de un país bajo el signo de la justicia en
tanto principio abstracto y acción cotidiana, iluminado por la belleza y por el
crecimiento espiritual de los ciudadanos que lo pueblan y lo hacen.
Tuvo que conjurar los
fantasmas que la acompañaron con signo de muerte, no solo los entrañables
caídos del Moncada, sino los que fueron cayendo después en la Sierra y en la
clandestinidad, personas de carne y hueso, historias de dolor y regocijos
compartidos. Lo hizo defendiendo ante todo el valor y sentido de la vida. Por
eso, a la hora de escoger a un combatiente para una misión riesgosa de acción y
sabotaje, seleccionaba a aquellos con más acendradas cualidades humanas,
inmunes a la tentación de convertir en hábito lo que constituía necesidad
impuesta en circunstancias de la lucha armada en las ciudades. De manera
orgánica, se expresaba en Haydée Santamaría la relación abstracta de un ideal,
aliento impulsor de una voluntad transformadora y el contacto con los hechos
concretos de la realidad. Había que construir un país inscrito en una América Latina
lacerada, con actores endebles e imperfectos que tendrían que crecer y
superarse en el empeño.
Muy cercana a las ideas
del Che, aunque lo suyo no fuera el debate teórico, comprendió en la práctica
que, una vez derribadas las estructuras del antiguo régimen, la prioridad se
encontraba en la transformación de los transformadores. Intransigente en los
principios percibió con nitidez que la tarea de juntar hombres se basaba en la
confianza mutua, en la capacidad de escuchar y entender para actuar de manera
consecuente en cada caso. Muchos de los testimoniantes que ahora la evocan,
acudieron a ella en momentos difíciles de acoso o marginación. Los fundadores
de la nueva trova y el entonces joven desconocido Eusebio Leal recibieron en el
momento debido su decisivo y útil respaldo.
Corazón y mente se
hicieron sensibilidad y perspicacia en el alma de Haydée Santamaría. El horno
del Moncada, de los riesgos de la Sierra y la clandestinidad forjaron la
voluntad irrenunciable de luchar por ideales y el tacto y el conocimiento de la
naturaleza humana con los vaivenes y contradicciones ocultas tras las
apariencias. Después de la derrota del tirano, la defensa de la Revolución y el
gran sueño latinoamericano impusieron otras tareas. Asumió la construcción de
la Casa de las Américas con la misma entrega de los días de la guerra. Sin
haber pasado por la Academia, lectora voraz y seguidora atenta de la vanguardia
artística integró un equipo de colaboradores altamente capacitados, cubanos
unos, venidos de otros países algunos, personalidades disímiles mancomunadas en
un mismo empeño. Por la hospitalaria Casa pasaron Don Ezequiel Martínez
Estrada, Roque Dalton, Mario Benedetti, Manuel Galich entre muchos más. Con
transparencia y autenticidad tejió extensas redes solidarias. Arte, vida y
revolución fueron para ella valores inseparables. Por eso, andando por la calle
arrancaba los carteles que mancillaban la imagen de los héroes con el mal gusto
y el diseño rutinario, carentes de belleza o creatividad.
Muchas acompañan a la suya
en Haydée, hace falta tu voz, editado por Camilo Pérez Casal con la devota
colaboración de Chela (Graciela Rodríguez) y Lolita (Dolores García Fernández).
Es un testimonio conmovedor, evocación palpitante al alcance de nuestros
lectores. El libro será presentado en la Casa del Festival, el viernes 21 de
noviembre a las tres de la tarde.
(Tomado de Juventud
Rebelde)
GRAZIELLA POGOLOTTI
Graziella Pogolotti
Crítica de arte, ensayista
e intelectual cubana. Premio Nacional de Literatura (2005). Presidenta del
Consejo Asesor del Ministro de Cultura, vicepresidenta de la Unión de
Escritores y Artistas de Cuba, miembro de la Academia Cubana de la Lengua y
presidenta de la Fundación Alejo Carpentier.
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