Esta semana, sorpresivamente como suelen ser las vueltas
de la vida, partió de este mundo Faustina Rodríguez, viuda Luna, madre de mis
dos amigas Zoila y Josefina Luna, comunicadora y pediatra social y de Abraham
Emilio, un hijo que es militar de carrera, general del Ejército Nacional. Pero
esta mujer que se ha ido, tiene méritos propios y previos a la importancia
social de sus dos hijas.
Faustina fue una madre amante de su familia, denodada en
el esfuerzo de hacerla avanzar hasta ver en sus hijos los frutos de su esfuerzo
premiados con carreras profesionales socialmente reconocidas y meritorias. Doña
Faustina, cuyos restos descansan ahora por la eternidad, estudió Enfermería por
años 50 y trabajó Clínica Internacional, centro líder y legendario en salud. En
Nagua, era la farmacéutica del Nagua. Había estudiado esa carrera a nivel
universitario y fue encargada de la farmacia del Instituto de Seguros Sociales
y se mantuvo por más de 40 años. Desde su farmacia San José en Nagua sirvió a
la provincia y pueblos aledaños. Cuando llamaban a la puerta de mi casa a altas
horas de la noche para comprar un medicamento, nunca se negó atender, pensando
que se trataba de una emergencia, que alguien necesitaba de sus servicios. Fue
una mujer empática, servicial y solidaria, toda persona que se acercaba a ella
en busca de ayuda o un consejo relacionado con la salud conseguía una ayuda,
una solución. Enfrentó la adversidad cuando enviudó en el inicio de la madurez
de su vida, y logró formar una sólida familia a pesar de la partida a destiempo
y de manera violenta e inesperada de su compañero de vida. Sus tres hijos:
Josefina, Zoila y Abraham Emilio (General EN), a quienes ofreció la mejor
educación que pudo. Los formó hombre y mujeres de bien, destacados
profesionales que se han convertido en referentes en la sociedad dominicana.
Las muestras de afecto y condolencias a sus hijas e hijo,
no han sido un ritual repetido.
Se trata del reconocimiento a una mujer buena.
Un ser noble y luminoso.
Uno que no buscó nombradía pública nunca y que se limitó a
hacer lo correcto siempre.
Que en paz descanse Doña Faustina.
Por José Rafael Sosa
e-mail: joserafael.sosa@gmail.com
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