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Advierte a los padres vigilar hijos en uso de la Internet

sábado, 8 de agosto de 2009

Publicado por prensalibrenagua.blogspot.com
Johnny Alberto Salazar

NAGUA.-El periodista y escritor Menoscal Reynoso, llamo la atención la noche de este viernes a los padres para que presten todo el cuidado a sus hijos sobre el uso que le están dando a la Internet, sobre todo en lo relativo al sistema de comunicación conocido como Chat.

El comunicador al participar como invitado central de una conferencia dictada en el Club Casino de la Costa, dijo que el problema es mas peligroso de lo que se puede imaginar el usuario, debido a que muchos individuos penetran a cualquier PC y hasta logran convencer a niñas o niños a quienes les hacen videos, que luego son usados como material pornográfico en perjurio de los menores.

Durante la conferencia patrocinada por la entidad Liderazgo que dirige el doctor Angel Abranson, argumento que es necesario prestarle atención a la problemática porque en la medida que se sigue popularizando la Internet, la situación se torna más peligrosa.

Insistió en que es necesario darle seguimiento a lo que hacen los hijos, en vista de que muchos padres les dejan sentado en un computador sin ningún tipo de control.

A continuación el texto comploto de la conferencia:

Apreciadas amigas y amigos.

Señoras y señores:

Tengo especial interés en abrir una lluvia de ideas y un posterior diálogo, de modo que podamos nutrirnos recíprocamente sobre un tema de gran trascendencia en los momentos en que vive el mundo, y en particular República Dominicana, en donde el tráfico y consumo de drogas, así como la delincuencia en sus diferentes niveles, están prácticamente ganando la batalla y copando la atención de todos. A tal nivel, que usufructúan los espacios que deberían tener la educación y la cultura en los medios de comunicación del país.

Precisamente, el pasado 24 de junio tuve el placer de asistir a la conferencia ofrecida por el intelectual brasileño Frei Veto, en el Aula Magna de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, intitulada “La indignación: una respuesta a la crisis de valores”, en la que habló de los efectos de la globalización en el mundo actual, la cual él denomina globo-colonización.

Y lo traigo a capítulo esta noche, porque los temas dilucidados por Frei Veto de manera magistral durante su conferencia, son los mismos que he venido abordando en el discurrir de mi vida profesional y que se destacan en la selección de artículos y ensayos publicados en mi más reciente obra “El costo de la verdad”.

Siempre he considerado, que las naciones que han alcanzado ciertos niveles de desarrollo y progreso en el mundo lo han logrado gracias no sólo a la aplicación de adecuadas y oportunas políticas de sus gobernantes, sino, sobre todo, a la formación cultural de sus habitantes, de su gente.

Ello se ha debido, en lo fundamental, a su visión de que la educación es el eje central de todo proceso de desarrollo, la cual no se logra exclusivamente en las escuelas y universidades, sino que inicia, y nunca termina, en la organización matriz de toda sociedad, que es la familia.

El maestro enseña técnicas, conduce hacia una meta determinada al individuo, pero la familia crea las bases; forma y educa para que dichas técnicas puedan aplicarse en consonancia con las costumbres de la sociedad. Por eso es que jamás debemos dejarle a la escuela lo que le corresponde a la familia.

Sin duda alguna que la educación se constituye en el corazón y el alma de la democracia, la cual jamás deberá interpretarse tan solo como cuatro paredes con un par de docenas de butacas, una pizarra y un señor o una señora explicando lo que dice o no dice un texto. Sino como un proceso que inicia desde el mismo nacimiento de la criatura. La educación debemos extenderla más allá de las aulas y llevarla a nuestras habitaciones, a la mesa del comedor, a la sala, a la cocina, al balcón, al patio de nuestras casas.

Decía el educador brasileño Paulo Freire que una de las preocupaciones básicas de la educación debe ser la profundización de la toma de conciencia, que opera en los hombres cuando actúan, cuando trabajan.

En ese sentido, entendemos que tan solo con una correcta y sólida educación en la familia, se logra crear la conciencia adecuada a cada uno de sus miembros desde muy tierna edad.

En el marco de todos los acontecimientos que vienen irrumpiendo la tranquilidad del país, en donde a diario se ven involucradas distintas familias en hechos de sangre, no son pocos los que advierten que la familia dominicana se dirige estrepitosamente hacia un estado de deterioro, lo que a nuestro entender resulta una apreciación errada; ya que la familia dominicana se conserva sana, es solidaria y todos esos hechos criminales, independientemente de que toquen nuestras puertas, resultan en cierta medida aislados y son repudiados hasta por los propios parientes de quienes los cometen.

A lo largo de la historia hemos visto transcurrir sucesos crueles, conflictos entre padres e hijos; entre hermanos de sangre; pero ellos siempre han merecido el rechazo de la familia dominicana. Todo se inicia a partir del momento en que se pierde el amor y se impone el irrespeto.

Y tiene que ser así, porque la familia debe no sólo preservarse, sino fortalecerse cada día, y tanto padres como hijos deben tratar de acentuar unas relaciones de confianza y amor, dirigidas a mantener equilibrio y armonía en todas las acciones de sus vidas.

A partir del momento en que se debilita la familia, se inicia el desplome de la sociedad en su conjunto, ya que la familia es el sostén moral y social de la sociedad. Jamás podrá haber desarrollo del país al margen de una familia solidificada.

Es en esas circunstancias en donde el amor juega el papel más estelar, como fuente inspiradora de la vida misma, como riqueza de gozo. Porque sin amor es imposible que exista una verdadera armonía familiar ni tener una sociedad en sosiego.

Los distintos estamentos de la sociedad, ya sean oficiales como privados, están en el deber de emprender acciones capaces de forjar a cada ciudadano en el camino del amor, de la construcción de una sociedad en donde la ética predomine por sobre todas las cosas, una sociedad más próspera, más institucional, sin conflictos mayores y sobre todo, dotar a la familia de esperanza hacia el futuro.

Por ello, a nuestros hijos, a nuestros jóvenes, debemos educarlos para que tengan sus propias utopías, tal y como dice Frei Betto; porque un ser humano sin utopía, diría yo, sería como salir a comprar un vuelo sin destino.

Utopía significa no rendirse a las cosas tal como son y luchar por las cosas tal como deberían ser; saber que al mundo, como expresa un verso de Bertolt Brecht, le hace buena falta que lo cambien y lo rediman. Porque la utopía da sentido a la vida, ya que exige que la vida tenga un sentido.

Para todo esto es necesario sembrar conciencia en la sociedad, empezando por nuestras familias, especialmente por los niños.

Los filósofos califican la conciencia como el conocimiento interior del bien que individualmente cada quien debe hacer y del mal que debe evitar; o más concretamente, la facultad congénita que nos inspira ciertas creencias y actitudes morales de un modo inmediato y extrarracional, obviando los efectos ulteriores de nuestras acciones.

Pero ustedes se preguntarían, ¿cómo poder distinguir el bien y el mal? ¿Quién está facultado para valorar cuándo una acción es mala o es buena?, o en otra vertiente, ¿cuándo se puede comprobar si alguien tiene o no conciencia?

En la generalidad de las veces las personas tienden a enjuiciar, quizás con más certeza, a quien carece de conciencia que a quien actúa con ella; pero habría que preguntarse también si se está realmente consciente de que una acción es buena o es lo contrario.

Si partimos de las teorías antes subrayadas, entonces podemos confirmar ciertas reglas evidentes que determinan la acción justa en las distintas formas de conducta. Por ejemplo, actos como el robo o el homicidio, en sus diferentes manifestaciones, han de ser condenados en base a reglas intuidas por la conciencia, y otros como la sinceridad o el cumplimiento de las promesas también deben ser aprobados sobre los mismos fundamentos.

Hay quienes interpretan que los preceptos de la conciencia son tan caprichosos e irracionales que no se fundamentan en principios de ninguna clase. Es más, Friedrich Nietzche, un iconoclasta por excelencia, tenía ideales y principios morales, a tal nivel que caía en los extremos.

Por no crearles conciencia desde temprano a nuestros hijos e hijas, por no prestarle la atención requerida y darle el seguimiento adecuado, que es lo mismo que decir, no ofrecerles la formación debida, es que luego navegamos en el mar de las lamentaciones; en tanto permitimos que los formen los amiguitos en las esquinas y los enlatados de la televisión.

Quiero hacer un paréntesis más amplio en este interesante punto, como uno de los elementos medulares de esta exposición, ya que no me interesa circunscribirme a la comunicación desde el simple ángulo periodístico, que es en el que más estoy involucrado profesionalmente.

Si hemos venido hablando sobre la familia y la educación, y de que ambas se constituyen en el andamiaje de cualquier sociedad, la comunicación tiende a ser la espina dorsal de ambas y la biela central de la civilización humana. Porque la comunicación es a la sociedad lo que es la sangre al cuerpo. Es transversal.

La comunicación en la familia es vital, diría que imprescindible, para lograr un desarrollo sano, ya que a través de ella se pueden prevenir posibles problemas entre sus miembros y evitar las desgracias que diariamente escuchamos que suceden en su seno, sin importar que ésta sea de clase rica o pobre.

En las sociedades democráticas resulta por igual que la comunicación viene a ser una especie de pulmones, a través de la cual respira; que en el caso que nos compete llamaremos medios masivos de comunicación, los cuales al final de cuentas se constituyen en el dolor de la sociedad, porque a través de ellos los distintos estamentos de la sociedad expresan sus quejas y los quebrantos que padecen.

En el actual desgajamiento social que vive la sociedad dominicana, una gran cuota de responsabilidad la tienen los medios de comunicación de masas, especialmente la televisión, la cual debería jugar un mejor papel como instrumento para la prevención y la formación; pero resulta todo lo contrario, al parecer el interés de los grandes dueños se enmarca, más que nada como empresas comerciales, en la acumulación de riquezas a través de las facturas publicitarias, y como para sus fines los programas culturales y educativos no venden; dan riendas sueltas en su programación al perreo, al reguetón y al morbo de las acciones violentas. Es más, hasta los propios muñequitos promueven la violencia. Dos décadas atrás los niños veían en la TV a Los Picapiedras, El Gato Félix, El lagarto Guancho; hoy se ven los Pókemon, Los Transformes y otros que motivan a la violencia.

En el libro escrito por James Halloran sobre Los efectos de la televisión, Jay G. Blumer señala que ésta es “un medio político de carácter provocativo” y la compara al imán introducido en un campo de líneas metálicas. Resalta igualmente su peculiar poder para persuadir y observa que esta capacidad potencial suya es más probable cuando el tema de que trata se encuentra alejado de la experiencia personal del televidente; de ahí que estime que pesa más en lo que dice sobre lo extranjero que sobre lo nacional, y sobre lo lejano o exótico que sobre lo próximo y conocido.

Cuando la televisión se introduce en una sociedad cualquiera, se convierte en la actividad ociosa de carácter individual más popular y tiende en consecuencia a reorganizar los esquemas generales del comportamiento ocioso. De nuevo viene el tema de la presencia de la violencia en la pantalla chica, la cual influye por la forma aséptica en que es presentada. Nadie pone en duda que un constante bombardeo de acciones violentas en la televisión tiene un efecto adverso en el carácter y en las actitudes humanas, especialmente en los niños, niñas y adolescentes.

Es más, no vayamos más lejos, ¿qué papel vienen jugando las telenovelas en el comportamiento de las adolescentes y de muchas mujeres adultas, y hasta en nuestros niños y niñas en los hogares en que vivimos? Sin lugar a dudas que demoledor, en lo que tiene que ver con su conducta, y especialmente en las muchachas, en torno a sus actitudes en las relaciones amorosas desde muy tierna edad, ya que existen mentes tan débiles que tienden a imitar las acciones que ven en la televisión.

Todavía más, ¿cómo influyen los dibujos animados o muñequitos de historietas de corte violentas en nuestros niños?, igual, devastador de conductas.

Tan solo fíjense en esto, los alcances de la televisión (que en la actualidad están surtiendo parecidos efectos la computadora, y especialmente el Internet) logran un efecto tan trastornador en el núcleo familiar, en lo que concierne a su armonía, que si en un hogar de diversos miembros hay varios aparatos de televisión, muy rara vez se reúnan a ver un programa, sino que en igual cantidad se dividen. Si son tres aparatos: Los niños en los muñequitos, la madre con la telenovela y el padre en la pelota, el futbol, o una película.

Es esa la realidad y son esos los efectos de esa caja electrónica que tenemos en nuestros hogares. Recuerdo que a inicio del 2005 tuve la fuerza de voluntad de desconectar el televisor de mi casa para concluir mi novela y la conecté de nuevo en octubre de 2006 al regresar de la puesta en circulación en Nueva York. Pero si seguimos por ahí nos iríamos mañana de este salón.

En verdad, debemos ponerles especial interés a nuestros hijos, a escucharlos y a entenderlos. Es por ahí que empieza el proceso de educación en la familia, por la comunicación: Escuchar y luego actuar, no hacer lo inverso. Porque también a veces queremos que los niños y adolescentes piensen y actúen como nosotros los adultos y les exigimos más de lo que pueden dar.

Permítanme, finalmente, rememorar a un gran amigo, quien siempre me decía que la lucha más difícil en el mundo en que vivimos es la lucha por la felicidad, porque mientras uno más se esfuerza por conquistarla, otros más se afanan por hacerles la vida imposible a la gente desde determinado estamento de poder.

Siempre he considerado que el ser humano en cada uno de sus actos tiende a seguir aquella línea de conducta que contribuirá en mayor medida a conseguir el grado más elevado posible de felicidad, según su visión de la situación y las indicaciones del momento presente; porque tal y como dijera el escritor mexicano Amado Nervo, “la felicidad es como la neblina ligera, que cuando estamos dentro de ella nunca la vemos”.

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