EL
AUTOR es nieto de Rafael L. Trujillo y presidente del Partido de la Esperanza
Democrática (PED). Reside en Miami.
Una de las grandes
falacias que se le ha vendido al pueblo dominicano como historia patria sobre
la Era de Trujillo y su máximo líder, Rafael Leónidas Trujillo Molina, trata el
tema de una inmensa fortuna que presuntamente éste malversó de las arcas del
Estado, y peor aún, que fue depositada en bancos extranjeros para el disfrute
de su familia luego de la muerte de su patriarca.
Igual que muchas versiones
que se han difundido después de la muerte de quien por casi 31 años lideró los
destinos de la nación, ésta es una mentira inventada por los verdaderos
responsables de la manipulación más ciclópea de nuestra historia.
Muchos desconocen el
inventario de bienes del Generalísimo Trujillo que hiciera el encargado de su
oficina particular, distinguido y probo Tirso Rivera, trabajo que concluyó
durante el mes de Junio del 1961, a los 31 días de caer abatido él gobernante
en una maniobra de un grupo de
colaboradores y amigos traidores. También se desconoce la relación que hizo el
Profesor Juan Bosch en su ensayo “La fortuna de Trujillo”, basada en informaciones fidedignas sobre el inmenso
caudal que legó el periodo más fructífero de toda nuestra historia republicana.
La verdad incontrovertible
es muy diferente a la versión tergiversada que un pequeño grupo de
neo-anti-trujillistas recalcitrantes se ha empeñado en esparcir, pero que, como
todo en la vida, tiene su motivo y su razón de ser. Muchas de las auténticas
historias sobre esta época, comprometen altamente a este grupo que defiende a
capa y espada su bienestar económico y la enorme industria que ha resultado el
anti-trujillismo en la República Dominicana.
Incluso, hay numerosas
fundaciones “patrióticas” que como ONG, viven de las rentas del pueblo
dominicano precisamente por sus posturas anti-trujillistas y cada día vemos más
“héroes” anti-trujillistas agregarse a ésta lista de beneficiados. Es
comprensible que todos estos quieran arraigarse ferozmente a su versión
acomodada de los hechos.
La realidad es que todas
las riquezas que generó el gobierno del Generalísimo Trujillo permanecieron
dentro del territorio nacional y jamás se sacó un solo centavo fuera del país; esos fantásticos relatos sobre suntuosas
cuentas bancarias en el exterior, surgieron en principio como elementos de
distracción para desviar la atención de
quienes se encargaron de disponer a su antojo de todo el “caudal de Trujillo”. Es bien
conocido que el Generalísimo Trujillo le tenía prohibido a todos los miembros
de su familia y a los funcionarios de su gobierno, sacar dinero del país.
Luego de la muerte del
Generalísimo Trujillo se desató una cacería de brujas contra los miembros de la
familia y se iniciaron todo tipo de
iniciativas y procesos jurídicos internacionales, con la intención de recuperar
la “gran fortuna” que supuestamente se sacó de las arcas del Estado dominicano.
Sin embargo, después de 52 años, jamás han podido producir prueba de ni tan si
quiera una sola cuenta bancaria o de bienes fuera del país.
Los únicos bienes que
ostentaba el gobierno del Generalísimo Trujillo en el exterior, fueron las
propiedades adquiridas para servir de sede a las representaciones de nuestro
país, como lo fueron las impresionantes embajadas en España, Francia, Miami,
Washington y otros lugares. Algunas de
estas propiedades siguen en manos del Estado dominicano y otras fueron vendidas
por nuestro gobierno, como lo fue una parcela de la Embajada dominicana en Washington
D.C. que se vendió hace algunos años por un monto extraordinario.
Rafael
L. Trujillo.
CONFISCACION
En 1962, el Consejo de
Estado emitió su decreto 5785, denominado
Ley de Confiscación a los Trujillo, que perseguía incautar todos los
bienes presuntamente malversados por la familia Trujillo. Esta orden – que ni
tan siquiera fue ratificada por el Congreso debido a que este era un gobierno
de facto – enumera a todos los miembros de la familia Trujillo y especifica con
detalle, todos los bienes a decomisar: “se confiscan asimismo y se declaran
bienes nacionales todos los bienes de cualquier naturaleza, y dondequiera que
estén situados, incluyendo créditos y acciones y obligaciones de cualquier
compañía o corporación, nacional o extranjera, o de sus subsidiarias”.
Los integrantes del Consejo
de Estado -Rafael Bonelly, Eduardo Read Barreras, Nicolás Pichardo, Antonio
Imbert Barreras, Luis Amiama Tió y Monseñor Eliseo Pérez Sánchez- nunca
tuvieron que responder por la inmensa
fortuna en el territorio nacional que les fue entregada y que contaba con todas
las empresas de CORDE, Hacienda Fundación, Rio Haina, y mucho, mucho más.
La dilapidación de éste
patrimonio fue iniciado durante la administración de este Consejo, quienes lo
dividieron como un pastel entre sus miembros, familiares, allegados, aliados,
colegas y favorecidos, junto con las demás propiedades, pertenencias y dinero
del peculio personal de toda la familia Trujillo sin excepción. ¡Eh aquí la
verdadera fortuna de los Trujillo!
Es importante señalar que
cuando el Yate Angelita salió del país con la misión de trasladar los restos
del Generalísimo Trujillo hacia Francia, iban a bordo 52 cajones con sus
archivos personales. Luego de unos cinco días de travesía, el gobierno
dominicano ordenó su regreso, buscando
recuperar los lingotes de oro que acusaban a la familia Trujillo de haberse
llevado del Banco de Reservas. Nunca aparecieron estos presuntos lingotes de
oro, pero aprovecharon para también apropiarse de los archivos personales con
informaciones delicadas y confidenciales, pero jamás pudieron encontrar nada
que identificara las supuestas cuentas millonarias en el exterior.
RICO
ANTES DE SUBIR
La versión absolutamente
desvirtuada que algunos pretenden afirmar como historia patria relata que el
Generalísimo Trujillo llegó al gobierno donde inició el proceso de
enriquecimiento personal. Esta teoría carece de todo fundamento pues al asumir
el poder en 1930, ya era un hombre rico. Las informaciones de las cuentas que
éste mantenía en el Nova Scotia Bank (ahora el Scotiabank) en la República
Dominicana pueden constatar este dato de manera indiscutible.
Un dato poco conocido es
que el Generalísimo Trujillo se ganó la lotería varios años antes de asumir el
poder de la nación y partiendo de ahí, hizo muy buenos negocios con la compra y
venta de tierras. Una de las últimas negociaciones que realizó antes de asumir
la Primer Magistratura, fue la venta de unas tierras que poseía en San
Cristóbal, dejándole un margen de beneficio de aproximadamente 40,000 dólares,
una cifra significativa para la época.
Cuando fue denominado
General de Brigada en el gobierno del Presidente Horacio Vázquez, fue encargado
de la intendencia de compras de la recién Guardia Nacional. Es tradicional que
éste cargo sea reservado para los agraciados del gobierno, ya que representa un
ingreso adicional con las comisiones que reciben de los suplidores favorecidos
con las contratas de compra. Por eso también es normal que los que ostentan
éste cargo sean rotados con frecuencia. La excepción a esta regla fue Juan
Tomas Díaz, que al ser muy distinguido por el Generalísimo Trujillo, duró 10 años
ocupando el puesto en la Intendencia del Ejército Nacional.
La realidad es que cuando
el Generalísimo Trujillo asciende al poder en el 1930, no tenía necesidad
económica alguna. Mientras ocupaba la
Primera Magistratura de la nación, éste continuó creciendo su fortuna con el
desarrollo de varias empresas de su peculio personal, como lo fue la Hacienda
Fundación, que producía aproximadamente 50,000 botellas de leche por día. Esto
representaba un cuantioso ingreso y estas sumas se fueron acumulando a través
de los años. Todas las semanas también les regalaba a los pobres de San
Cristóbal y del país, leche de su Hacienda Fundación para así colaborar con el
pueblo que tanto amó. Para el año 1960, Hacienda Fundación producía un ingreso
anual de 10 millones de dólares, tal y como lo señala el licenciado Ramón
Saviñón en su libro “Memorias de la Era de Trujillo”.
Es importante señalar que
mientras gobernó el país, el Generalísimo llegó a manejar una gran parte de las
industrias nacionales y las grandes empresas que él mismo creó para el Estado,
tenía cuantiosas tierras diseminadas por todo el territorio nacional, y
numerosas viviendas, mucho más allá de lo que había acumulado antes de ocupar
la primera magistratura del país. Sin embargo, siempre expresó que él era solo
el administrador de todos estos bienes (fuera de su capital personal) que
siempre mantuvo le pertenecían al pueblo dominicano.
Una anécdota que avala la
certeza de estas aseveraciones, ocurre durante un viaje oficial que hiciera el
Canciller Venezolano del gobierno del General Pérez Jiménez, el señor Laureano
Vallenilla-Lanz Planchart, a la República Dominicana, cuando éste le aborda el
tema de sus presuntas riquezas, a lo que el Generalísimo Trujillo le contesta:
“La propiedad en el fondo es una ficción. Lo que hoy es mío será mañana de los
dominicanos. No tengo sucesor ni pienso formarlo”.
La intención del
Generalísimo Trujillo en todo momento fue poner al servicio del pueblo
dominicano todo lo que él llegó a manejar en vida, a favor del país y de su
gente. Para cumplir con este cometido, se creó (conforme sus instrucciones) la
Fundación 24 de Octubre Trujillo-Martínez, donde se traspasaron las propiedades
y las acciones que constituían la Azucarera Haina C por A, que tenía un valor
de cien millones de pesos (igual a cien
millones de dólares por la paridad con el dólar norteamericano), y otras
tierras, propiedades, empresas y
pertenencias como Hacienda Fundación, entre otras más. La intención era que la fundación generara
recursos por medio de sus empresas y bienes, todo para el beneficio del pueblo
dominicano, y con un consejo de veedores que supervisaría el buen manejo de sus
operaciones. Lamentablemente, el Consejo de Estado se aprovechó del caos y la
inestabilidad del momento, y esta estructura fue deshecha y los bienes
malversados.
Muchos desconocen que
CORDE (Corporación Dominicana de Empresas Estatales) contaba con 24 de las más
de 50 empresas que legó el gobierno del Generalísimo Trujillo al pueblo
dominicano. Entre estas estaban la Compañía Dominicana de Aviación, Molinos
Dominicanos, Chocolatera Industrial, Compañía de Seguros San Rafael, Compañía
Anónima Tabacalera, Refinería de Sal, Pinturas Dominicanas, entre muchas otras
más. Durante la Era de Trujillo, estas empresas llegaron a ser
extraordinariamente fructíferas y después de la caída del régimen, generaron
ingresos significativos para el gobierno por muchos años. Sin embargo, casi
todas fueron quebradas, saqueadas, vendidas (a un precio irrisorio), usurpadas,
malgastadas, y abatidas. Este enorme patrimonio fue despilfarrado en vez de
utilizarlo para el provecho de su verdadero dueño: el país y el pueblo
dominicano.
ESTUDIO
OBJETIVO
El tema de las riquezas de
Trujillo merece ser estudiado con objetividad y un escrutinio severo para
precisar quién o quienes se quedaron con ésta fortuna. Lo que sí es
incontrovertible es que el inmenso caudal que legó el gobierno del Generalísimo
Trujillo, nunca salió de la República Dominicana.
Un proceso investigativo y
forense sobre la contabilidad de la Era, podrá determinar de manera concluyente
los recursos generados durante todo éste periodo que, conjuntamente con los
inventarios del señor Tirso Rivera y de Juan Bosch podrá corroborar el
descomunal desfalco que se inició durante el mandato del Consejo de Estado.
Es necesario promover la
iniciativa de escudriñar de manera justa, objetiva y científica, con la
participación de exponentes serios de todos los sectores y la exposición de
informaciones fidedignas, para que al final, la historia refleje la realidad
irrebatible de los hechos.
El pueblo dominicano
merece recuperar todos los bienes que le pertenecen y las pruebas necesarias
están al alcance de todos; los inventarios podrán servir de punto de partida y
el historial de los registros de títulos de cada una de estas propiedades,
señalaría de manera incuestionable la ilegitimidad de los traspasos que
resultaron de esta gigantesca estafa.
No podemos permitir que
continúen desvirtuando nuestra historia con artimañas y mentiras que solo
persiguen encubrir hechos delictivos de los que hoy gozan de la fortuna del
pueblo y la distinción de “honorables” dominicanos. Continuaremos exhortando a
quienes hoy pretenden señalar el inmenso patrimonio que presuntamente disfruta
la familia Trujillo, que presenten las pruebas que demuestren su origen
espurio, pues seremos los primeros en abogar para que los bienes del pueblo
sean restituidos como corresponde.
El tiempo nos dará la
razón, a la vez que toda esa razón saldrá a flote a su debido tiempo.
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