Sin lugar a dudas que los servicios de inteligencia de los
Estados Unidos estaban informados, día a día, de todos los pasos que Francisco
Caamaño Deñó daba en Europa en sus relaciones con el gobierno cubano y de las
indiscretas actividades de los revolucionarios dominicanos, particularmente de
los sobrevivientes del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, en proceso de
disolución y el naciente Partido Comunista Dominicano (PCD).
Hugo Castro era el coordinador y común denominador de
todas esas actividades, convertido ya desde hacía mucho tiempo en confidente de
la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, (CIA). Después de
nuestra salida de Europa y nuestro regreso clandestino a la República
Dominicana fue a este grupo de revolucionarios criollos inexpertos,
indiscretos, y frívolos, acompañados de Hugo Castro, a quienes les correspondió
la tarea de auspiciar el viaje a Cuba de Francisco Alberto Caamaño Deñó; a
ellos se sumaron aventureros y aventureras sin ninguna experiencia política que
actuaban con un absoluto y total desconocimiento del poder y la experiencia de
los servicios de inteligencia de los Estados Unidos de América.
Así se preparó el viaje de Francisco Alberto Caamaño Deñó
a Cuba y le correspondió a Hugo Castro la responsabilidad de acompañarlo a la
estación de la Gare du Nord, del ferrocarril francés que lo transportó a
Checoslovaquia, en su capital Praga, adonde abordó el avión que lo llevó a
Cuba.
Horas después de haber llevado Hugo Castro a la estación
del ferrocarril que transportó a Caamaño abandonó territorio de Francia y se
trasladó a los Estados Unidos llevando con él voluminosos legajos de
documentos, fue recibido como un agente
internacional que le había prestado a ese país extraordinarios servicios. A
partir de ese momento los servicios de inteligencia de los Estados Unidos
pusieron en ejecución un plan para separar y distanciar al coronel Caamaño de
los militares del ejército que habían combatido bajo su jefatura a partir del
24 de abril de 1965.
Cuando salí de Europa y regresé a la República Dominicana,
después del “triunfo” del doctor Joaquín Balaguer, había conversado muchas
veces con Francis e inclusive después de la llegada a Inglaterra del general
Fausto Caamaño, su padre, que había estado allí enviado por Juan Bosch
ofreciéndole la candidatura a la presidencia de la República, porque don Juan estaba
convencido que él no ganaría las elecciones frente a Balaguer con el país
ocupado militarmente por tropas estadounidenses.
El 25 de mayo de 1966 yo había regresado a París luego de
un largo viaje a la República Popular China, invitado por el gobierno de ese
país y adonde viajé acompañado de la compañera Aniana Vargas, dirigente del
Movimiento Revolucionario 14 de Junio, y al día siguiente llegó Francis Caamaño
a París acompañado de su esposa María Paula Acevedo y realizó diferentes
reuniones con militares constitucionalistas que vinieron de diferentes países a
París.
Dos días antes, el 28 de mayo de ese año, Marcel
Niedergang, periodista encargado de los asuntos de América Latina del periódico
Le Monde, el más importante periódico francés, invitó a Caamaño a almorzar y
Francis me pidió que lo acompañara a su encuentro con el periodista que nos
esperaba en un pequeño restaurante frente a la Opera, en París. Fue un
encuentro agradable porque Niedergang era un hombre muy bien informado y
simpático conversador.
Lo más importante de la conversación fue cuando él le
preguntó a Caamaño si él estaba convencido de que Juan Bosch iba a ganar las
elecciones en la República Dominicana. Francis con prudencia y malicia le dijo:
“estoy fuera de mi país hace varios meses y no tengo la seguridad para emitir
un juicio en ese sentido” y Niedergang, por cortesía, me preguntó a mí lo mismo
y le respondí diciendo que tenía más tiempo fuera de nuestro país que el
coronel Caamaño, pero que quien debía tener una opinión correcta era él que
acababa de llegar de la República Dominicana.
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