Por Juan Taveras Hernández
“Si quieres derrotar la corrupción debes estar listo para enviar a la
cárcel a tus amigos y familiares”. Lee Kuan Yew.
El presidente Luís Abinader está dispuesto a correr todos los riesgos necesarios para terminar o disminuir la corrupción en nuestro país. Está consciente que no será fácil, que encontrará muchos obstáculos dentro de su propio entorno partidario y personal cercano.
La corrupción es un mal endémico en nuestro país, con sus raíces desde que
Cristóbal Colón, asesino y ladrón, piso “la tierra que ojos humanos jamás
habían visto”. Desde entonces, hasta nuestros días, todo ha sido robarle sus
recursos renovables y no renovables, sin importar el recurso humano, que es el
más preciado de todos.
Como he dicho en otras ocasiones, Abinader no bajó triunfante de “las
escarpadas montañas de Quisqueya”, ni de la “Cordillera Central” después de
duras y dolorosas batallas armadas; llegó a través de unas elecciones para
dirigir un Estado concebido y diseñado para el robo, el saqueo y el crimen, y
un pueblo envilecido por los vicios que les son propios al sistema.
Comentaba en mi artículo anterior como Singapur redujo a casi cero la
corrupción, el delito y la criminalidad. Había en el pequeño país asiático
integrado por muchas isas adyacentes y 700 kilómetros cuadrados alrededor de
500 mil presos. Mediante una minuciosa investigación se determinó que 50 eran
inocentes, el resto, 450 mil fueron fusilados o ahorcados, incluyendo
funcionarios del gobierno. Los juicios se difundieron por radio y televisión.
La profilaxis fue total. Singapur quedó libre de corrupción, de violaciones
sexuales, de secuestros y homicidios que eran casi 20 por día.
Amnistía Internacional y otras organizaciones de “Derechos Humanos”
protestaron por tan horrendas actuaciones. El gobierno no les hizo caso porque
esas entidades casi nunca se ocupan de las víctimas, como si ellas no tuvieran
derechos mas que los criminales, ladrones y violadores.
Gracias a la voluntad y la determinación de sus gobernantes Singapur se
convirtió en una nación prospera, segura, buena para vivir, con un régimen de
consecuencias, donde el que “la hace, la paga”, sea quien sea, grande o
pequeño, poderoso o débil.
En los países sustentados en elecciones cada cuatro años, como el nuestro,
es difícil que las instituciones funcionen adecuadamente garantizando que las
leyes sean para todos, no para el grupo -siempre reducido- que controla con su
dinero, la justicia el Congreso, las fuerzas represivas, los medios de
comunicación y el sistema de elección, decidiendo en ultima instancia, quien
gana y quien pierde.
Con una justicia mediatizada, comprometida con los grupos de poder resulta
casi imposible castigar la corrupción en todos los estamentos sociales. Hay
personas y grupos que la “Justicia” nunca tocará. El “debido proceso” es un
invento de abogados, fiscales y jueces para impedir precisamente que se haga
justicia. El “debido proceso”, que ahora argumentan los distinguidos y
refutados abogados de los corruptos, busca garantizar la impunidad de los
imputados. (Es su trabajo) Saben que son corruptos, vulgares ladrones, pero
alegan que todos los ciudadanos tienen “derecho a una defensa técnica”. (Pero
casi nunca suben a estrado para defender un desarrapado porque no tiene con que
pagar sus honorarios).
El “debido proceso” de Singapur y de China Popular es más rápido y menos
costoso que el “debido proceso” de la democracia representativa, que no
representa al pueblo. En el sistema de Singapur y de China, entre otros, el
Estado no invierte dinero encarcelando y alimentando a los corruptos que le
roban la educación y la salud al pueblo. (Que se jodan. No me dan pena)
De todos modos, apoyemos al presidente Luís Abinader en su propósito de
acabar con la corrupción en el Estado. (¡Ojalá!) Si logra meter a la cárcel a
los corruptos y recuperar el dinero robado, no habrá que hacer una reforma
fiscal, bastará con evitar o reducir la evasión fiscal y el contrabando. La República
Dominicana lo tiene todo, pero los políticos corruptos le han impedido avanzar
hacia el desarrollo como hicieron los “Tigres Asiáticos” en relativamente poco
tiempo.
Combatir la corrupción en un país como la República Dominicana, con
instituciones corruptas desde hacer siglos, es casi imposible, no sin una
revolución ética y moral, que es lo que pretende el presidente Luís Abinader.
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