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LAS SIETE PALABRAS QUE PRONUNCIÓ JESÚS ANTES DE MORIR

viernes, 10 de abril de 2020

Publicado por prensalibrenagua.blogspot.com
1.- Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
No los perdona desde un espíritu de superioridad, sino desde la sinceridad más profunda, siente en su alma que no son culpables, no lo son ni ellos ni ninguno, al menos no del todo. Sabe que todos, unos y otros, solo han caído en una marea de maldad que les ha arrastrado al desacierto.
No perdona porque se lo merezcan o por dar ejemplo, perdona por su propia bondad, que siendo tan maravillosa, es solo una brizna de aire fresco.
Esta sociedad vive de la meritocracia, de hacer y hacer y hacer, perdiendo en el camino las enormes bondades de lo que uno es y en qué le convierte ese camino. Hemos de caminar en la verdad, sabiéndonos elegidos, sabiéndonos amados, y sabiéndonos por todo ello inspirados por Dios en Cristo.

2.- Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso
Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban y le daban de beber vino agrio diciéndole: – ¡Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo! Y había un letrero sobre su cabeza, que decía: ‘Este es el Rey de los judíos”. Incluso, cuenta el evangelio de san Lucas, uno de los criminales que estaban colgados junto a él, lo insultaba diciéndole: “– ¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos también a nosotros! Pero el otro reprendió a su compañero diciéndole: – ¿No tienes temor de Dios, tú que estás bajo el mismo castigo? Nosotros estamos sufriendo con toda razón, porque estamos pagando el justo castigo de lo que hemos hecho; pero este hombre no hizo nada malo. Luego añadió: – Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar. Jesús le contestó: – Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
3.- Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre
Le dices a la Virgen: "mujer, allí tienes a tu hijo". En la persona de Juan, la Iglesia siempre se ha visto como heredera de ese gran tesoro que es María… pero ¿y la Virgen qué siente?, ¿qué pensamientos recorren ese corazón de madre que ve morir a su Hijo en una cruz y recibe a toda la humanidad como hijos?.
Jesús, Tú has muerto por mí, he sido yo quien te ha crucificado con y por mis pecados Te ha entregado al escarnio y a la muerte… ¡Y Tú me regalas a tu mamá! ¡Tú le pides a la Virgen que me adopte a mí, un verdugo tuyo! ¿Cómo acercarme a María si acabo de crucificarte?, ¿con la misma mano que te abofeteó y te clavó acariciaré su mejilla? ¿Cómo la misma boca que hace poco gritaba: "crucifícalo" ahora se atreverá a decirle a la Virgen: "Madre, te quiero"?
¡Es una locura! Y sin embargo, María me mira con sus purísimos ojos bañados en llanto y me dice: "Hijito, si Jesús te ha perdonado todo lo que le hiciste, yo también te perdono. Ven. No tengas ni miedo ni vergüenza. No voy a reclamarte ni a reprocharte nada. Sólo te pido una cosa: No dejes que la sangre de mi Hijo sea en vano. Él ha muerto por Ti con la esperanza de que tú lo amarías. Si no sabes cómo hacerlo, ven y yo te enseñaré. Yo también te amo y sólo quiero que la sangre de mi Jesús te dé la vida eterna."
4.- ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado
Es el grito desgarrador de Jesús crucificado, el cual nunca ha dejado de impactarnos muy en lo hondo de nuestro corazón.
Un grito que se pierde en la noche de la incertidumbre... cuando todas las seguridades se han perdido al hombre sólo le queda lanzar un grito desesperado hacia el abismo que se abre ante sus ojos como oscuridad que se cierne sobre la fe más sólida.
El sufrimiento tiene eso, que nos coloca delante de nuestro propio límite, del límite de nuestra impotencia y la muerte... la muerte nos coloca ante el miedo de nuestra disolución última y definitiva, cuando pasemos a ser sólo un recuerdo en la memoria de quienes nos han amado, pero ¿Qué pasaría si el hombre pierde incluso la certeza de ser amado? ¿Qué le queda? La soledad, el vacío, el abismo profundo de la nada.
Jesús en el momento culmen de su entrega se asoma, con el alma encogida, hecha un puño, al abismo profundo de la muerte y entre dolor y muerte, aflora en su alma un grito desesperado, casi ahogado por la agonía de su sufrimiento:
"¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?" (Mt, 27, 46 y Mc, 15, 34).
Y Dios calla...
Calla porque su respuesta está allí, en la cruz: él mismo, Jesús, es la respuesta de Dios, Palabra eterna encarnada por amor. El silencio del Padre en la cruz del Hijo amado, es el silencio de quien acompaña con amor en silencio reverente cuando las palabras no son suficientes y se quedan cortas.
Pero es un silencio que lo inunda todo con la potencia del grito desesperado del que muere en muerte injusta, del que sufre por la opresión de los violentos, el silencio de Dios se vuelve grito en Cristo, grito que reclama nuestro abandono, el abandono de quienes deberíamos tener como principal tarea el Amor.
5.- Tengo sed. (La Quinta Palabra)
Juan 19:28
 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed.
Cuando Cristo murió en la cruz del Calvario, nos dice la Escritura que pronunció las palabras “sed tengo” (Juan 19:23).  En este breve mensaje deseo mirar al aspecto tanto físico, como espiritual de la sed de nuestro Señor al tiempo que meditamos sobre los beneficios que podemos tomar de la sed que tuvo nuestro maestro.
El Aspecto físico
Las palabras pronunciadas por Jesucristo mientras colgaba del madero nos recuerdan que Cristo era ciertamente hombre y como tal sufrió sed.  Después de haber perdido gran cantidad de sangre mientras había sido azotado y los clavos habían traspasado sus manos y sus pies (Salmo 22:16), el Señor sintió sed.
6.- Todo está cumplido
Sí, todo se ha cumplido, se ha realizado la redención del ser humano, ya no hay nada más, que Dios, pueda hacer por sus hijos, su amor nos amó hasta el extremo, que nos mandó a su hijo, en carne mortal, para que viviera como nosotros, se asemejara a nosotros en todo igual menos en el pecado, ya  nos lo dio todo, todo se cumplió,  desde la primera hasta la última  promesa de Dios.
Ya, solo nos queda aceptar su  redención, dejarnos  bañar por su amor y seguir sus huellas.
Para que esta redención tan anhelada por nosotros y entregada por Cristo, sea total en nosotros y tenga su implemento total, yo debo escucharla, obedecerla y ponerla en mi corazón, hacerme uno con ella. Y sólo, así, el cumplimiento de la misma, conocerá la luz de la resurrección de Cristo y nuestra  redención.
Todo, se ha cumplido, significa que hay un amplio camino recorrido para nosotros y listo, para  dejarnos salvar, ya Jesús nos redimió. Aceptémoslo.
7.- Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
El silencioso frío de la muerte, ya no queda nada, todo había sido cumplido, la obra de Dios, su Padre, era necesario que el Hijo volviese al Padre que le había enviado, por eso con su último aliento de hombre entre los hombres se dirige al Padre para descansar en Él: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
La barbarie humana no tiene la última palabra, en el silencio de la Pasión sólo queda un hijo que se dirige a su Padre, solo una voz resuena, la voz del hijo, pero es la Palabra del Padre la que se escucha silenciosa en medio de la muerte, para recordar al hombre que después de la muerte hay vida.

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