Por
Robert Vargas/Ciudadoriental.com
Les cuento que un día
cierto grupo de militares escucharon al ex presidente Joaquín Balaguer decir
algunas cosas “muy duras” respecto del periodista Orlando Martínez.
A quienes escucharon la
conversación se les ocurrió “darle un susto” a Martínez, entonces columnista
del periódico El Nacional y director de la Revista Ahora, la más prestigiosa e
importante de su tiempo.
Los militares en cuestión
buscaron a un matón para que le diera “unos palos” al periodista, pero el
asunto se salió de control y Orlando Martínez terminó muerto con el cuerpo
perforado por las balas allí, en la calle Cristóbal de Llerenas, en la zona
universitaria.
Con el paso del tiempo,
decenas de años más tarde, todos los implicados materialmente en el crimen
terminaron con condenas de 30 años de prisión.
Balaguer se salvó por la
debilidad de la justicia dominicana.
En otra ocasión, a otro
grupo de militares se les ocurrió darle un susto a Narciso González, Narcizaso.
Lo secuestraron en una de
esas calles de la capital y se lo llevaron al tenebroso “Mercadito”, en la base
militar de San Isidro, sede de la Fuerza Aérea Dominicana.
Ocurre, sin embargo, que
cuando estaban “asustando” a Narcizaso, este “se le dañó”, por lo que no se lo
recibieron en la Policía y terminaron disponiendo del cadáver.
Los años pasaron y la
República Dominicana fue condenada en la Corte Interamericana de los Derechos
Humanos por ese crimen de estado.
Todavía los autores
materiales de ese horrendo crimen están libres, pero tiemblan cada vez que ven
algún escrito como este, puesto que saben que el tema no ha caído en el olvido.
Les comento estas
“anécdotas” para decirles que cierto importante funcionario ha estado
cometiendo el “error” de decir “barbaridades” en torno a Ciudad Oriental y, más
específicamente, en relación a mí.
Estas expresiones, muy
duras por cierto, parece que han sido interpretadas por algunos de los sujetos
que le rodean como insinuaciones para que me den “un susto”.
Estos individuos ya se han
estado reuniendo y planificando la forma de “enviarle un mensaje a esa mierda
(o sea, yo)”.
Las confidencias sobre
esos presuntos planes ya me llegaron.
Han analizado, por ejemplo,
si simular que me “atracan”, tengo “un accidente de tráfico” o, simplemente,
respondo a una supuesta “provocación”.
También analizan otras
modalidades de enviarme un mensaje para que Ciudad Oriental cambie la línea
editorial.
Quienes estarían en eso no
son gentes del Distrito Nacional, sino otras firmemente asentadas en Santo
Domingo Este y, al parecer, con bastante experiencia en esas tareas.
Quienes nos han alertado
de lo que estarían planificando, nos han pedido en forma vehemente que nos
cuidemos, incluso que no andemos solos.
Yo seguiré como siempre,
con mi cámara en las manos, buscando noticias aquí y allá y sacando a flote
todo lo que entendemos puede ser de interés para el municipio Santo Domingo
Este.
NO
VARIAREMOS LA LINEA EDITORIAL DE CIUDAD ORIENTAL, no me luce a estas alturas.
Si alguien quiere tener
una idea de dónde podrían estar dándole forma a los planes de “darle un susto a
Robert Vargas” solo tiene que darle seguimiento a la línea editorial que
desarrollamos.
Ciudad Oriental nació así
y de esa forma seguirá.
No adoptaremos medidas de
seguridad más allá de lo normal.
Total, nadie se muere un
día antes ni un día después.
Sin embargo, si a alguien
se le ocurre pasar de los planes a los hechos, solo espero que quienes nos han
seguido con fidelidad durante estos casi 17 años de periodismo totalmente
independiente, sepan hacer justicia sin esperar a lo que digan ciertos
tribunales que nunca sancionan a ciertas personas.
Espero que cierto líder
hable con su entorno y le advierta sobre lo extremadamente peligroso de lo que
ellos están planeando, quizás a su espalda.
Lo menos que necesita este
gobierno es que asesinen a un periodista por la estupidez de algunos a los que
cierta cosa se le ha subido a la cabeza..
De todas maneras, ya he
dejado grabado en vídeo y al alcance de un click para ser publicado, un vídeo
en las redes para que, en caso de que algo me suceda, sin importar si es que me
caigo en la calle, tengo un accidente de tráfico, se incendia mi vehículo o
algún ratero intenta robar mi equipo de trabajo, lo haga público de inmediato.
Desde que yo no pueda
valerme por mi mismo debido a una de esas posibles eventualidades, el vídeo
saldrá a la luz pública y, en consecuencia, será la palabra de un muerto contra
la de los que planifican el susto y su líder.
Así es que, yo he vivido
bastante.
No quiero morir ahora.
Pero si me asesinan quizás
alguien pierda el sueño de ahí en adelante.
Pretender dar “sustos” a
periodistas es un juego muy peligroso.
Creo yo.
Ni siquiera le pediré a
las autoridades que investiguen nada.
¿Para qué?
Prefiero confiar en la
justicia popular.
Y, además, es más que
evidente que quienes están en plan de dar “un susto” no tienen idea del lío que
le pueden provocar, no solo a su líder, sino al gobierno.
Y gracias por leer esto
hasta aquí.
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