Por
Stanislaw Peña
Las reformas económicas en
la República Dominicana, y por ende en los países latinoamericanos y del
Caribe, deben ir encaminadas al fortalecimiento consustancial del crecimiento y
desarrollo de la colectividad, y por consiguiente, de los sectores marginados.
Esto implica una planificación efectiva y sistemática dirigida al logro gradual
pero significativo del aumento y progreso de empleos y de mayores salarios,
pilares fundamentales para ir saliendo de la pobreza. Todo esto, claro, debe
despuntar desde una perspectiva de un nivel descentralizado, y para ello, hay
que tomar en cuenta una serie de consideraciones.
1-Para el logro de tales
reivindicaciones sociales, políticas y económicas, deben incluirse los sectores
que tradicionalmente muy poco participan en tales reclamos.
2-El poder legislativo,
por ser una institución facultada institucionalmente, está llamado a aprobar
leyes que promuevan cambios económicos que disminuyan la pobreza de la nación.
3-El progreso efectivo de
las reformas económicas a favor de los pobres tiene varios enemigos que hay que
vencer: La indiferencia clasista de diputados y senadores. El “Síndrome
decretista del ejecutivo”. El fantasma de la corrupción. La ineficiencia de los
sectores que aparentemente plantean o promueven las realizaciones de las
necesitadas reformas.
El clientelismo.
4-Otro gran enemigo al
respecto, es la eterna deuda externa. Pues, el imperceptible pago de la deuda
externa siempre será un asunto prioritario para un Estado, con relación a la
implementación de las reformas económicas.
5-En vía de lograr un
mayor crecimiento y desarrollo en la sociedad civil que lo demanda, el Estado debe
tomar muy en serio el gasto público y la captación impositiva.
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