En
el muro de Facebook encontré este escrito compartido por Edwin Guzmán García, léalo
detenidamente y medítelo. Siempre descansa en paz Evaristo.
Queridos
hermanos:
Hoy día 15 de abril de
2015 se cumplen 10 años de la partida de nuestro amado Evaristo a la Casa del
Padre.
Recordándolo con profundo
amor y dando gracias a Dios por su vida y por todo el ejemplo que nos dio,
queremos compartir con ustedes algunos párrafos de la última carta que nos
dirigió, mientras esperaba el trasplante de médula que le harían.
Sus palabras nos hablan al
corazón y nos traen el dulce recuerdo de su presencia de cuando lo tuvimos
entre nosotros. Gracias Evaristo por el regalo de tu vida: un verdadero don de
Dios para todos nosotros.
Con
profundo amor les abrazo, enviando nuestro cariño a Yolanda, a sus hijos y
nietecitos.
Fraternalmente,
Maria
CARTA DE EVARISTO A LOS
SIERVOS DE CRISTO VIVO:
COMO
BUEN SOLDADO DE CRISTO
Quiero decir que yo estoy
preparándome con la oración, alimentándome con la Santísima Eucaristía, y
enriqueciendo mi espíritu con mi Breviario, con mi Liturgia de las Horas, la
Palabra de Dios, para que el Señor me prepare como un buen soldado de Cristo,
que es lo que he aspirado toda mi vida. Como dice San Pablo: “Como buen soldado
de Cristo, saca de la gracia que Dios te ha dado, y soporta los sufrimientos
con fuerza, con valentía” (II Timoteo 2, -7).
NO
VOY A ESTAR SOLO ALLÍ
Yo sé que no voy a estar
solo allí (cuando me hagan el transplante). Es la primera vez en mi vida que
estaré aislado. Nunca he vivido esta experiencia. Me imagino que debe ser muy
fuerte porque todos ustedes saben que yo por naturaleza soy muy familiar, muy
conversador. Pero tengo la esperanza de que el Señor me va a sumergir en el
Océano Infinito de su Misericordia. Me tomará. Me hará compañía con San José,
la Santísima Virgen María. Yo sé, de una manera muy especial, que estará el
Padre Emiliano. Estarán todos los santos amigos nuestros, intercesores nuestros.
Y ellos no van a permitir que me sienta solo. Además, estará toda la Comunidad
conmigo pues estamos en comunión, somos una sola cosa, a pesar de nuestras
debilidades, y de nuestros caracteres diferentes. Yo se que esa Comunidad
estará allí, presente, acompañándome en la oración.
YO
LOS AMO
Y es precisamente que
agradezco tanto a Dios la oportunidad de poder grabar estas palabras para todos
ustedes, y recordarles que solo Dios sabe cuanto los amo a ustedes. Perdónenme
pero, algunos de la Comunidad de una manera muy cariñosa y llana –así le he
entendido siempre– me dicen “papá”, y otros le dicen a María, “mamá María”.
Al Padre Emiliano le
decían “el viejo”. Pero honestamente yo me siento ser –en el Señor– “padre” de
ustedes. Porque siento que han salido de las entrañas mismas del Corazón de
Jesús, del Padre Emiliano, de María y de mí. Ustedes son nuestros hijos, y nos
sentimos orgullosos de ustedes, porque han comprendido una vez más que esta
obra de la Comunidad Siervos de Cristo Vivo no lo fue sólo del Padre Emiliano,
de María, de quien les habla –Evaristo-, de los demás que nos han acompañaron
como co-fundadores de la misma, sino que esta obra es de Dios. Jesucristo es el
centro. Por eso decía Santa Teresita de Lisieux: “En la Iglesia hay un corazón
que arde”. Y este corazón sigue ardiendo. Es el Corazón de Jesús que nos
envuelve, que nos acoge, que nos bendice, que nos ama, que nos fortalece. Es el
Corazón de Jesús que sigue siendo, y lo será, como un Océano Infinito de su
Misericordia, para que nosotros podamos siempre llevar en lo más profundo de
nuestro corazón esta jaculatoria: “Jesús, yo confío en Ti: Tú eres nuestra
esperanza. Tú eres nuestra alegría. Tú eres nuestro gozo.”
LO
QUE DECIDA EL SEÑOR
Y finalmente, es bueno que
ustedes sepan que la ciencia médica no me da mucha esperanza después del
trasplante de médula. Lo que me dan son –me hablan de que, posiblemente, si da
buenos resultados el trasplante de médula- puedo tener una mejor calidad de
vida (no que voy a sanar, desde el punto de vista de la ciencia médica) por dos
o tres años más. Después, la enfermedad tomará cuerpo otra vez y entonces si el
Señor -lo que El decida- que yo me vaya con El pues, así será.
“PADRE
YO ME PONGO EN TUS MANOS. HAZ DE MÍ LO QUE QUIERAS”
El Apóstol San Pablo nos
dice “Yo ruego para que ustedes conozcan con una profunda y verdadera sabiduría
espiritual la voluntad de Dios. Es un mundo desconocido. ¡Cuánto nos cuesta
aceptar la voluntad de Dios! Pero ahora yo me pregunto, ¿cuán importante es
decir –como el hermanito de Foucauld- “Padre yo me pongo en tus manos. Haz de
mí lo que quieras”? Por muchos años ha sido una de mis oraciones preferidas. La
llevo siempre en mi Breviario: “Padre me pongo en tus manos. Haz de mí lo que
quieras”. Pero yo no me imaginaba las consecuencias de lo que yo estaba
rezando. Pero ahora sí que el Señor me ha permitido darme cuenta. Como si
dijera “¡Ah, Evaristo! Tu siempre oraste para que Yo hiciera contigo lo que Yo
quisiera.
NUNCA
ME HE SENTIDO TAN UNIDO A EL CÓMO AHORA
Y les aseguro que durante
estos veinte seis o veinte siete años de evangelización que el Señor –junto a
todos ustedes– me ha permitido en la parroquia, en la diócesis, en el país, con
ustedes dentro la Comunidad, y fuera del país, el Señor me dado una gracia muy
grande, y es que nunca jamás me he sentido tan unido a El cómo ahora.
Me doy cuenta que esta
enfermedad no ha sido un castigo, ni una venganza de Dios por mis pecados. Ha
sido realmente una oportunidad que el Señor me ha dado para que yo madure como
persona, para que madure sicológicamente, para que aprenda a vivir el Evangelio
de la pobreza, de las bienaventuranzas. Una oportunidad que el Señor me ha dado
para crecer espiritualmente, y para darme cuenta una vez más que mi vida
depende de Dios y que, si mi vida depende de Dios, no debo tener otros dioses
que no sea al Señor de la vida en mi corazón.
Y quiero terminar
–perdonen que le vuelvo a decir las mismas palabras “quiero terminar”-
diciéndoles algo: Es que, he pensado mucho en la muerte, pero no he sentido
miedo a morir.
YO
SERÉ LA MISERICORDIA PARA TI
Una mañana estaba en
oración. Le dije al Señor: “Temo que Tu me llames a Tu presencia porque, al
mirarme a mi mismo, me doy cuenta de que -aun después de tantos años trabajando
en la evangelización- mis manos están como vacías. No sé que ofrecerte. No sé
que voy a llevar ante Ti. Y no sé que va a suceder cuando Tu me llames a Tu
presencia, si lo haces a través de ésta enfermedad, o en el momento que Tu lo
creas oportuno”.
Después de un profundo silencio,
escuché en mi corazón estas palabras: “Siervo mío, lo que menos debe
preocuparte es tu encuentro conmigo, porque cuando tu llegues a mi presencia,
tu serás como la miseria delante de mi presencia pero yo seré la misericordia
para ti”. Entonces recordé aquella frase de San Agustín: “Señor, Tu sabes que
soy un enfermo, pero Tú eres mi médico. Tu sabes que soy un miserable, pero Tú
eres la misericordia”. Y al sentir, en este coloquio con el Señor, esta
palabra, yo le dije: “Señor, no hay problema, porque eso es lo que he sido toda
mi vida, un miserable pecador. Pero también Tu me has dado la oportunidad de
conocer, de experimentar, de palpar la misericordia de Dios. Y fue una alegría
tan grande la que sentí, que me vinieron a la mente estas palabras, que rezamos
en el salmo 33:
“Bendigo al Señor en todo
momento,
su alabanza esta siempre
en mi boca;
mi alma se gloría en el
Señor;
que los humildes lo
escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la
grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su
nombre.
Yo consulté al Señor, y me
respondió,
me libro de todas mis
ansias.
Contempladlo y quedaréis
radiantes,
vuestro rostro no se
avergonzará.”
Y termino este coloquio
con estas palabras:
“Si el afligido invoca al
Señor, él lo escucha
Y lo salva de sus
angustias.”
ORACIÓN
Señor, gracias porque
puedo hablar, porque puedo comunicarme, porque puedo desde aquí darle un abrazo
fraterno a todos mis hermanos de Comunidad, a todos mis hermanos que han dado
testimonio por todas partes, no solo con las palabras de sus bocas sino con el
testimonio de sus vidas, de que Tú eres el Dios compasivo y misericordioso, de
que Tu eres lento a la ira pero rico en piedad, de que Tu no guardas rencor por
nuestros pecados, sino que los perdonas para siempre.
http://cscv.info/articulos/recordando-a-evaristo-diez-anos-despues-de-su-partida/
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