John
Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, era la mano derecha del narcotraficante
colombiano Pablo Escobar
Autor:
Sergio G. Gallo | sergio@granma.cu
Del
Granma
John Jairo Velásquez
Vásquez, alias Popeye, en el patio de su pabellón de la cárcel de máxima
seguridad de Cómbita. FOTO: Semana
Popeye en el patio de su
pabellón de la cárcel de máxima seguridad de Cómbita. Foto: Semana
John Jairo Velásquez
Vásquez, alias Popeye, era la mano derecha del narcotraficante colombiano Pablo
Escobar. Bajo sus órdenes asesinó a más de 200 personas y participó en otras
tres mil muertes.
Tras pasar 24 años en
cárceles de máxima seguridad, Popeye salió en libertad el martes.
Su vida fuera de la cárcel
constituye un reto casi tan grande como trabajar para los mayores delincuentes
de Colombia y mantener una guerra abierta contra el Estado.
Estuvo los últimos 12 años
en la prisión de máxima seguridad de Cómbita, en Boyacá. Salió del penal
escoltado por cerca de 15 miembros de la Policía que lo trasladaron en carros
blindados hacia Bogotá, donde debe comenzar a cumplir cuatro años de libertad
condicional.
Antes, quien quisiera
acercársele debía pasar una kilométrica cerca de alambres de púas y cinco
puestos de seguridad con escáneres y detectores de metales. Las paredes de su
pabellón eran de cemento crudo, el techo del patio estaba cubierto de rejas y
el espacio aéreo de toda la zona se mantenía vedado.
“Aquí es muy seguro. Ni
siquiera hay ladrones”, dijo Popeye sobre su prisión a la revista colombiana
Semana poco tiempo antes de ser liberado.
Las medidas de seguridad
no eran para menos. Su cabeza llegó a valer un millón de dólares. Al lado de
Escobar y luego junto a los jefes del cartel de Cali con quienes compartió
celda, Jairo Velásquez conoció secretos y nombres que podían y pueden hacer
estremecer a Colombia o borrar del mapa más de una fortuna.
El hombre que ahora
regresa a la calles es también un recuerdo viviente de una de las etapas más
oscuras de la historia del país sudamericano.
Popeye ejecutó y coordinó
miles de homicidios y secuestros de alto nivel como parte de la guerra del
cartel de Medellín contra el Estado y las mafias rivales, en particular el
cartel de Cali.
Entre las víctimas
reconocidas por Velásquez está el entonces procurador general de la nación,
Carlos Mauro Hoyos, secuestrado y asesinado por él mismo en enero de 1988.
En su lista negra
estuvieron también magistrados, jueces, periodistas y policías que se opusieron
al imperio criminal de Escobar.
Su grupo de sicarios
detonó una bomba en un avión de la aerolínea Avianca con más de 100 personas a
bordo en 1989. El plan era asesinar al entonces candidato presidencial César Gaviria,
quien finalmente no tomó ese vuelo.
En otra ocasión, Escobar
le ordenó matar a su propia novia. “Es
uno de los episodios más dolorosos de mi vida. Ella se llamaba Wendy
Chavarriaga. Era una mujer muy hermosa, podía ser una reina de belleza. Ella
había sido novia del patrón, pero quedó embarazada. Como yo la había conocido,
nos encontramos una vez en una discoteca, comenzamos a salir y nos enamoramos”,
contó a la revista Semana.
“Resulta que ella en su
obsesión de vengarse del patrón por haberle hecho perder el niño se volvió
informante del bloque de búsqueda. El patrón me llamó, me puso el casete y me
dio la orden. Usted no sabe lo que es matar a una persona a la cual uno adora”,
dijo.
“En el mundo de los
bandidos las órdenes no se discuten. Uno se aprieta el corazón, hace lo que le
dicen y sigue pa’ delante.”, añadió respecto a otro episodio en el que Escobar
le ordenó matar a dos miembros del cartel de Medellín que eran amigos suyos.
“Hoy eso me parece una
barbaridad. Pero cuando uno está en medio de una guerra, esas cosas le parecen
justificadas”, dijo.
A su antiguo jefe lo
calificó como un genio del mal. “Inspiraba una lealtad infinita en todos los
que creíamos en él. Yo llegué a creer que era inmortal. El día más triste de mi
vida fue el día que lo mataron”.
Popeye, según han dicho
las autoridades colombianas, se incorporará a un grupo de reintegración y
socialización donde podrá cumplir la pena que tiene pendiente.
El exsicario confesó a
Semana que quiere canalizar su experiencia en algo constructivo. “Quiero
enseñarles a los jóvenes de Colombia que no tienen por qué vender sus vidas por
un Mercedes-Benz o por los cucos (ropa interior) de una reina de belleza, como
hice yo. Ojalá que me den esa oportunidad”.
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