Por Ivan Pérez Carrión/Acento.com
Un reportaje del periodista James Wagner, del rotativo The
Washington Post, de la capital de los Estados Unidos, resalta cómo las
estrellas dominicanas del béisbol de las Grandes Ligas no sólo brillan en el
terreno de juego, sino como unos espléndidos anfitriones que disfrutan
promoviendo sus comidas favoritas entre sus amigos y compañeros de equipo.
Narra que cuando Rafael Soriano llegó a la casa club de
los visitantes en el Great American Ball Park en Cincinnati para el primer
juego de una serie a finales de julio entre los Rojos y los Nacionales de
Washington, cuatro contenedores portátiles en dos bolsas de plástico lo estaban
esperando en la silla frente a su casillero. Dentro de los contenedores había
suficiente arroz al estilo dominicano y frijoles, pollo estofado y pollo frito,
como para alimentar a una familia pequeña.
Detalla que el jugador de cuadro del Cincinnati, Ramón
Santiago, al igual que Soriano, un nativo de República Dominicana, fueron
quienes enviaron las delicias. Al día siguiente, el abridor de los Rojos Johnny
Cueto fue el responsable de suministrar alimentos dominicanos al clubhouse de
los visitantes.
“Esta tradicional cadena de favores tiene lugar en el
béisbol todos los días. Los jugadores dominicanos constituyen el mayor
contingente de jugadores extranjeros en las ligas mayores -cerca del 11% de los
jugadores activos en la jornada inaugural de la temporada- y, con el horario y
recorrido extenuantes del béisbol, los jugadores echan de menos la comida de
casa. ¿Se imaginan lo difícil que es encontrar un restaurante dominicano en
Cincinnati o Mineápolis?”, observa el reportajista.
Indica que por eso es que los jugadores dominicanos,
incluso aquellos que no se conocen bien entre sí, se ocupan unos de otros
mediante su propia versión de “red alimentaria”. Los dominicanos del equipo
local son responsables del suministro de comida a sus compatriotas del equipo
visitante.
Albert Pujols (Angelinos de Los Ángeles), David Ortiz
(Boston) y Nelson Cruz (Baltimore) siempre llevan comida a los jugadores
visitantes dominicanos. La esposa de Soriano o un amigo de la familia, prepara
una ración extra de comida dominicana para que él pueda hacer lo mismo.
Robinson Canó (Seattle), Francisco Liriano (Pittsburgh), Carlos Gómez
(Milwaukee), José Reyes (Toronto) y Adrián Beltré (Texas) también participan.
“Me encanta mi comida dominicana”, dijo Cruz en español.
“Y el día que no como mi arroz y mi comida dominicana, no me siento bien. Sé
que otros dominicanos también se sienten igual. Sabiendo cómo sufren fuera de
casa, trato de mejorarles el día y hacer su visita más cómoda también al
llevarles comida”, expresa la superestrella del béisbol.
La tradicional
La tradicional “bandera” dominicana, arroz blanco,
habichuelas rojas y carne guisada.
Las raíces de la tradición de intercambio de alimentos no
están claras, pero muchos jugadores dan el crédito a Vladimir Guerrero, nueve
veces un All-Star y una MVP de la Liga Americana, en 2004. Guerrero, que
irrumpió en las mayores con 21 años con los Expos de Montreal en 1996, se le
tenía como un tipo solitario, pero generoso.
La madre de Guerrero vivió con él durante toda su carrera
estelar de 16 años en las estancias en Montreal, Anaheim, Texas y Baltimore, y
ella siempre cocinaba para él. Guerrero era conocido por aparecerse en la casa
club de los Orioles, donde jugó su última temporada en el 2011, con bolsas
llenas de comida dominicana para compartir con sus compañeros de equipo y los
jugadores visitantes.
“Siempre he oído que Vladimir Guerrero hizo eso en
Anaheim, y cuando tuve la oportunidad de ir a Anaheim me di cuenta de que
realmente lo hacía”, dijo el lanzador de los Orioles de Baltimore Ubaldo
Jiménez. “Cada vez que llegábamos al estado, siempre había una olla llena de
arroz y frijoles”.
Al igual que Guerrero, los jugadores dominicanos en las
Grandes Ligas dependen de su familia para la cocina casera. Las familias son de
suma importancia en la cultura latinoamericana, y al igual que Jiménez, la
madre de Cueto vive con él durante la temporada. El jardinero de los Marlins de
Miami, Marcell Ozuna, y Gómez, confían en sus madres y esposas durante la
temporada para el apoyo y la comida. La esposa de Cruz, la madre o la prima se
encargan de la cocina en casa.
Inspirado en Guerrero, Cruz, de 34 años ya en su décima
temporada en las Grandes Ligas, comenzó a traer comida para sus compañeros de
equipo y para otros dominicanos cuando estaba en las ligas menores, pero al
principio compartía sólo con los jugadores que él conocía. “Ahora, incluso si
yo no los conozco y son dominicanos, les envío algo de comida”, dijo Cruz, y
así lo hace sin falta.
Nelson Cruz y
Robinson Canó.
“Dondequiera que Nelson va, él tiene que tener esa comida
o si no la manda a buscar”, dijo Jiménez. “Ese hombre necesita esa comida”.
Cuando los jugadores están sin sus familias, la búsqueda
de comida criolla dominicana se vuelve difícil. Los comestibles disponibles
para los jugadores en el estadio suelen ser comida “americana” y, según Cueto,
“la comida que hay en la casa club no siempre es para nosotros”. Soriano, el
cerrador de los Nacionales, añade: “Yo sé lo que se siente: uno tiene hambre y
echa de menos su arroz, los frijoles y el pollo”.
“Algo importante de nosotros [es] que estamos aquí en la
costa este -como los que jugamos en Nueva York, Boston o [en] la Florida- y
dondequiera que uno vaya puede encontrar arroz, frijoles y carne de res”, dijo
Jiménez, quien ha jugado para los Rockies de Colorado y los indios de
Cleveland. “Con otros equipos no es tan fácil de encontrar”.
Antes de que Soriano consiguiera su ración de comida
dominicana en Cincinnati, primero Santiago tuvo que encontrarla. Normalmente,
su primo o su esposa cocina y él trae sus alimentos al estadio. Pero ese fin de
semana, ambos estaban fuera de la ciudad y Santiago buscó restaurantes
dominicanos en Cincinnati. Encontró uno a unos 40 minutos de distancia de donde
él vive, hizo un pedido, y lo recogió en el camino hacia el estadio.
“Y en el caso de los dominicanos, no puede ser sólo para
una persona”, dijo Santiago. “Tienes que llevar tres, cuatro o cinco raciones
para el resto de los dominicanos y también para los latinos”.
Soriano, el único dominicano en la nómina de los
Nacionales, agradeció el servicio alimentario durante un largo viaje por
carretera. “Delicioso”, dijo Soriano entonces.
Entre los mejores proveedores de comida dominicana en el
béisbol, dicen los jugadores que Beltré, Soriano y Pujols tienen los primeros
lugares. Santiago conoce a Soriano de su tiempo juntos en los Marineros de
Seattle, desde 2004 hasta 2005, y dijo que Soriano y su madre son ambos grandes
cocineros.
Cuando los Orioles estaban en Washington, Soriano les
envió a Jiménez y Cruz estofado de rabo de buey, bacalao guisado y moro,
preparados por un amigo de la familia que estaba de visita. “Fue una comida de
Grandes Ligas”, dijo Cruz. Las comidas que comparte Beltré se sabe que son
igualmente sabrosas.
“Cuando yo estaba en Texas y con el Detroit, él siempre
nos envió muy buena comida criolla”, dijo Santiago. “Yo ni siquiera comía fuera
del estadio, o en un restaurante, para poder comer en el estadio”.
La red de comida dominicana es informal. A veces los
jugadores se envían mensajes de texto como un aviso para que no coman antes de
llegar al estadio, porque van a tener algo esperándolos. Pero la mayoría de las
veces, no se dice y se da por entendido. Los jugadores llegan, y algún
asistente de la casa club ya ha dejado caer algo de los alimentos frente a su
casillero.
“Es como si tú vinieras a mi casa: tengo que ser un buen
anfitrión y cuidar de ti”, dijo Gómez. “Cuando voy de viaje y visito lugares
donde hay dominicanos, ellos nos atienden y nos envían comida de nuestro país.
Es una tradición entre nosotros cuidar uno del otro cuando estamos en un país
que no es el nuestro”.
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