Por Candido Mercedes
Para los expertos en Dirección del Talento Humano el
objetivo del Sistema de Evaluación es lograr traducir las metas
organizacionales y los objetivos a largo plazo en objetivos y realizaciones
individuales, a la vez que mejorar su motivación a través del reconocimiento a
su trabajo. Evaluar de manera efectiva es apreciar de manera sistemática el
desempeño en función de las metas y objetivos trazados, contrastándolos con los
resultados que se debe de alcanzar.
Evaluar de manera efectiva es identificar y medir el
desempeño no por un factor, sino por el conjunto de factores planteados
previamente, desde una perspectiva holística. Evaluar es juzgar, estimar el
valor de un trabajo, de una labor en función de lo diseñado, de lo planificado
en su dimensión total; no de una sola ventana.
Desde el punto de vista de la Gestión del Talento Humano,
evaluar de manera efectiva es como poner un bisturí en mano de un experto o un
profano. En manos de un calificado, la persona evaluada será ponderada de
manera objetiva, de manera profesional. En cambio, la evaluación en manos de un
bisoño o inexperto conllevará a la subjetividad y por ende a una serie de
limitaciones y errores en que se incurren en este importante instrumento de
desarrollo.
Entre esas
limitaciones que desbordan una efectiva
evaluación tenemos:
1) Error de
Halo;
2) Rigidez o
indulgencia del calificador;
3) Incredulidad
en la evaluación;
4) Prejuicios del evaluador;
5) Error de
hechos recientes;
6) Tendencia
central.
¿En qué consiste el
Error de Halo? Consiste en que a partir de la evaluación de un solo factor, de
varios, éste puede arrastrar a los otros factores, ya sea de manera positiva o
negativa. Verbigracia: Supongamos que queremos evaluar al Presidente Danilo
Medina en:
1) Puntualidad;
2) Calidad del
Trabajo;
3) Cantidad de
Trabajo;
4) Lucha contra
la corrupción;
5) Lucha contra
la Impunidad;
6) Institucionalidad;
7) Rendición de
Cuentas;
8)
Transparencia;
9) Racionalidad
en el gasto;
10) Seguridad
Ciudadana;
11) Energía
Eléctrica;
12) Educación;
13) Alfabetización;
14) Manejo de la
economía y Deuda Pública consolidada;
15) Apoyo a las
PYMES
16) Políticas
públicas en el sector agropecuario y el industrial.
Como el primer factor fue puntualidad y en ese caso el
ciudadano Presidente es excelente, entonces ese indicador arrastra, hala todos
los demás factores de manera positiva. En este caso, favoreció al evaluado y
perjudicó a la sociedad o a la organización. En cambio, cuando el primer factor
es evaluado de manera negativa y en los otros factores es muy bueno o
excelente, daña a la persona evaluada y por ende a la sociedad. ¿Qué hacemos
para evitar el tan pernicioso error de halo? Evaluar factor por factor de
manera independiente, aunque sepamos que unos pueden tener más valor que otros.
Se ponderan, se jerarquizan, se valorizan factor por factor para evitar el daño
tan terrible de la generalización.
Los funcionarios de este gobierno y todos los gobiernos
que hemos tenido son muy dados a cometer el Error de Halo; por uno o dos, tres
factores alcanzados, a menudo a medias, que dieron el primer paso de un proceso
más arduo y a más largo plazo, generalizan y se convierten en apologistas, con
unos discursos tan apologético que raya en la necedad y la ignorancia. Es el
caso de Gonzalo Castillo quien dijo que Danilo Medina ha sido el mejor
presidente que hemos tenido en la historia dominicana.
Así hubo un Ex Procurador General en el gobierno de Leonel
Fernández, quien dijo que éste había sido el más grande constructor del país en
toda la historia. Su grado de subjetividad y de alineación en la evaluación, le
desdibuja por completo su profesionalidad y lo lleva a la genuflexión; todo lo
contrario a la nobleza, a la entereza y a la honestidad, a la verdad.
Decimos que Danilo Medina con el solo hecho de haber
asignado el 4% a la educación, que por ley correspondía, el Programa de
alfabetización, el comienzo de la tanda extendida, la entrada a la escuela a
los 3 años; solo eso, le abre una puerta al carro de la historia. Hay momentos
signados para un individuo: Leonel aprobó dicha ley y la desconoció por 10
años; Hipólito la vulneró por 4 años. La sociedad había concitado el más amplio
consenso que se haya logrado en los últimos 30 años; sobre todo, alrededor de
algo tan vital y estratégico de toda sociedad como es la educación.
Ese es su logro, en el que aprovecha el mometum, el timing
perfecto, para que desde entonces se encuentre en tan alto umbral de la
percepción. Empero, ¿solo eso lo ha llevado hasta allí, qué ha pasado
realmente?
1)
Lo primero, es la generalización de esos tres factores, como si fuera el
conjunto de lo que debió hacer.
2)
Lo segundo, como dice Manuel Castells “La política mediática es la forma
de hacer política en y a través de los medios de comunicación. Los medios de
Comunicación no son el cuarto poder, son el espacio donde se crea el poder.
Constituyen el espacio en el que se deciden las relaciones de poder entre los
actores políticos y sociales rivales”. A través de los medios de comunicación
se sobredimensionan los factores realizados y se obvian, neutralizan y
distorsionan aquellos factores que no han hecho; para que la ciudadanía los
olvide; porque después de todo, son formas de relaciones de poder.
3) El síndrome de Leonel. Un
componente significativo de la clase media independiente y de la sociedad
civil, no quieren ver volver al exmandatario. Ya conocen ese pasado inmediato,
no muy halagüeño en el orden institucional y en haber convertido la corrupción
en un sistema institucionalizado.
4) La débil, desgarrada, menguada,
errática, vetusta, abyecta y vidriosa oposición; todo lo cual proyecta en el
imaginario del dominicano que ante la ausencia de alternativas partidarias por
ahora y el síndrome de Leonel, vean con “loable percepción” al Presidente
Medina. Está sólo, sin futuro de alternativa y un miedo atroz al pasado tan
cercano.
Como podemos ver, estamos en la entrada de una crisis del
Sistema de Partidos que deriva en una pesadez y un cansancio de la ciudadanía
frente a las opciones de éste y en consecuencia, en un aceleramiento de la
crisis de legitimidad política. Es como una impotencia de nuestra democracia, al
no ilusionar de colores de esperanza a la sociedad por las tantas deudas no
cumplidas.
Entonces, una parte de la sociedad postula al “menos
malo”, no por la efectividad real en su evaluación, sino por el miedo al pasado
y al futuro incierto. Es como una resignación ante la ausencia de alternativas
creíbles. Pero más fatuo es pensar en fatalismo alguno. ¡Miremos la democracia
como el verdadero espacio de visibilidad sobre el poder oculto, para alcanzar a
valorar con objetividad lo fundamental, más allá del estilo, en todos los
factores, sin generalizar!.
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