Copenhague es reconocida en el mundo entero, entre otras
cosas, por su “cultura ciclista”. Cuando mi marido me regaló una bicicleta me
quedé boca abierta: ¿para qué? Hoy la extraño durante el invierno. Debo decir
que yo no me cuento entre las danesas y daneses que aún a pesar de la nieve y
el viento, pueden subirse a la bicicleta los 365 días del año para desplazarse
por la ciudad. Yo soy una ciclista “primavera-verano” y ¡lo disfruto muchísimo!.
En Dinamarca el hecho de aprender a andar en bicicleta se
ve como algo tan básico como aprender a hablar y caminar. Para mi sorpresa
muchos de los niños daneses aprenden a usar la bicicleta a eso de los 3 años.
No exagero, créanme. Mi hijas no fueron una excepción y fueron mi marido y mis
suegros quienes se encargaron de que tuvieran sus primeras bicicletas a una
edad en que a mí jamás se me habría ocurrido siquiera pensar en ese regalo.
Pero la bicicleta es contagiosa. Jan va y vuelve en
bicicleta a su trabajo todos los días, es decir, hace aproximadamente 40 kms.
diarios en ejercicio en dos ruedas. En el Ministerio de Agricultura donde
trabaja, hay un estacionamiento especial para bicicletas y las duchas y lockers
están a disposición de los muchos empleados que llegan a sus oficinas en calzas
y tricota de ciclista. Minutos después están todos radiantes en sus trajes,
corbatas y tacones, las mujeres, listos para comenzar el día. Jan y sus colegas
son parte del 37% de los habitantes de Copenhague y sus alrededores que prefieren
la bicicleta para llegar en la mañana a sus trabajos, evitándose así la
congestión matinal de las carreteras de acceso a la ciudad. La meta de las
autoridades es superar el 50% para el 2015.
Mis hijas fueron en bicicleta al colegio durante varios
años. Ahora que la distancia es bastante mayor, las han estacionado
temporalmente, pero las usan con frecuencia para todas las otras actividades a
las que asisten. Así las cosas, yo no podía ser menos así que también me he
sumado a la ola ciclista, más aún viniendo de Curicó, ciudad ciclista por
excelencia en Chile.
En mi oficina no tenemos ducha, por lo que mi rutina es ir
en bicicleta al tren, subirme con ella –y sin pagar extra- para bajarme en la
estación que queda cerca de mi trabajo y hacer el último tramo nuevamente en
bicicleta. Cuando el día laboral termina y el tiempo me anima a hacerlo, hago
en bicicleta los 17 kms. que me separan
de casa ¡Saludable y entretenido! Eso sí, yo soy de las que va en bicicleta con
falda tubo y tacones y créanme que se puede.
Los daneses aprenden a andar en bicicleta y a caminar
¡casi al mismo tiempo! Foto: Kasper Thye
Los daneses aprenden a andar en bicicleta y a caminar
¡casi al mismo tiempo! Foto: Kasper Thye
Debido a mi falta de pericia no me gusta entrar al centro
de la ciudad. Y no es porque no haya ciclovías –en la capital del reino hay
casi 400 kms. de vías exclusivas para las bicicletas y están incluídas en el
diseño del tráfico de la ciudad-, sino que cuando has aprendido, como ellos, a
ir en bicicleta desde los 3 años, su pericia, velocidad y destreza es
impresionante, y yo siento que sería un factor de estrés para ellos, más que
una avezada ciclista que va a la par del grupo.
Me han contado que en el pasado los semáforos estaban
controlados para los autos, naturalmente; hoy en día están ajustados para
favorecer el desplazamiento de los ciclistas a través de las principales
arterias de la ciudad. Esto significa que puedes ir a una velocidad promedio de
unos 20 kms./hr. y no poner un pie en el suelo mientras pasas uno tras otro los
semáforos en verde. ¿Es esto eficiente para los automovilistas? Definitivamente
no, pero un estímulo enorme y una ventaja espectacular para todos quienes
eligen la bicicleta para comenzar la mañana.
Las bicicletas reinan. Copenhague es la primera ciudad del
mundo llamada oficialmente “Bike City”, y no es por casualidad. Foto: Kasper
Thye
Las bicicletas reinan. Copenhague es la primera ciudad del
mundo llamada oficialmente “Bike City”, y no es por casualidad. Foto: Kasper
Thye
La bicicleta es, sin duda, la forma más fácil y rápida de
desplazarte en la ciudad y si a eso le sumas el beneficio ambiental y para la
salud, la ecuación está completa y el resultado no podría ser más positivo.
Debo ser honesta y decir que cuando voy a Chile no se me ocurriría subirme a la
bicicleta para transitar en medio del tráfico santiaguino … ni
siquiera en el tráfico curicano. Pero es algo que me encantaría ver que se hace
popular y se incentiva. Las ventajas son muchas y los resultados fenomenales.
Lo confieso: ahora adoro mi bicicleta.
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