POR MANAURI JORGE/Diario
Libre
SANTO DOMINGO.- La dominicana que murió el pasado
miércoles en un accidente de tren en España era mucho más que una funcionaria.
Esta pérdida significa un dolor inconsolable para sus cuatro hijos, la ausencia
del alma para su madre y una pieza irremplazable para su esposo.
Rosalina Ynoa nació en Constanza para 1969. Desde muy
pequeña emigró junto a su familia hasta Santo Domingo y a los 15 años se lanzó
a la calle a trabajar. Se graduó de administradora de empresas y se especializó
en finanzas. Su disciplina y preparación la llevaron a ser directora ejecutiva
de la Unidad de Análisis y Coordinación de la Cooperación Internacional.
Alberto Canela es el esposo de ella. Llevaban 22 años
casados y procrearon cuatro hijos de 20, 18, 14 y 11 años. Fue tan organizada
en sus acciones que anticipaba hasta los consejos para con sus hijos; en su
papel de cónyuge era tenaz y enfocada para sumar optimismo.
"Con Rosalina aprendí a ser más organizado, más
enfocado en las cosas y nunca dejarlas sin antes terminarlas. Fue una mujer de
carácter y optimismo. Lo que más me marcó de ella fue su vocación de
servicio", describió Alberto mientras trataba sin éxito de aguantar las
lágrimas.
La víctima dominicana murió el miércoles, pero días antes
del accidente su esposo le había pedido que no fuera a ese viaje, ya que antes
estuvo en Centroamérica y quería pasar tiempo con ella.
El argumento de Rosalina para ir, además de cumplir
funciones diplomáticas, era visitar la tumba de una de sus hermanas fallecida
en el 2008, a
cuyo funeral no pudo asistir.
Para el sábado en la noche la familia salió hacia el
Aeropuerto Internacional de Las Américas, desde donde la madre y esposa
ejemplar partiría hacia Europa. En el trayecto hasta la terminal conversaban
sobre accidentes y, según Alberto, ella le dijo a su hijo mayor: "No te
preocupes que yo tengo un buen seguro; si me muero, ustedes me traen".
Al llegar a España, Rosalina se comunicó con la familia
para avisarles que había llegado bien. Durante los días que estuvo en Madrid
conversaba todos los días con sus hijos y esposo.
Mientras la dominicana viajaba en el tren del suceso
charlaba con su esposo y él rememora las últimas palabras que escuchó de ella:
"Llámame en una hora y media que el tren tarda como 45 minutos en llegar a
Santiago y así hablamos tranquilos". Después de eso volvió a saber de ella
por las noticias.
Ocurrido el hecho no habían identificado a todos los
cuerpos, incluyendo el de la dominicana. Para sus parientes y amigos la espera
fue tan difícil como traumática. A Canela le subía la presión constantemente y
los vástagos no paraban de llorar. Confirmada la trágica noticia, el llanto se
expandió por toda la casa.
Rosalina murió el pasado miércoles cuando el tren en el
que se desplazaba desde Madrid hasta Santiago de Compostela se descarriló por
una "imprudencia" del maquinista. Versiones no confirmadas lo acusan
de haber conducido a una velocidad más alta de la normal.
En el accidente murieron 78 personas, ocho de las cuales
eran extranjera. El funeral por las víctimas del accidente se celebrará el
lunes 29 de julio en la catedral de Santiago, con la asistencia del presidente
del gobierno español Mariano Rajoy.
En el apartamento 4A del residencial Laura Mariel, en el
Ensanche Kennedy, las puertas están abiertas, pero no se escuchan muchas voces.
Los dolientes preparan las maletas del esposo que saldrá la noche de este
sábado en busca del cadáver de su extinta amada.
Funcionarios y amigos de Rosalina han visitado a los
dolientes para externar pesar por la pérdida. El presidente Danilo Medina
emitió condolencias públicas por el suceso.
En la repisa de la sala se pueden ver dos fotos de
Rosalina acompañadas de velas y flores. Cada vez que uno de los hijos mira
hacia esa esquina se le humedecen los ojos y sube hasta las habitaciones.
Las autoridades dominicanas hacen lo posible para que el
cadáver de la funcionaria sea traído hasta su tierra a final de la semana
entrante. Con el tiempo su puesto en el gobierno podrá ser ocupado por otra
profesional, pero el vacío que deja en su casa es un hueco indeleble que
perdurará por siempre.
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