Por Agencia EFE
Roma.- La cumbre de Río+20, “será la última oportunidad
para solucionar el problema del impacto del cambio climático sobre el sistema
alimentario” y “sin seguridad alimentaria no habrá paz”, dijo hoy el director
general de la FAO Jose Graziano Da Silva en entrevista a Efe.
Da Silva, de origen brasileño, (1949, EEUU) alertó de que
la visión de Río de desarrollo sostenible no puede lograrse a menos que el
hambre y la desnutrición sean erradicadas y afectan a 900 millones de personas.
El director de la Organización de Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) hizo especial referencia a la cumbre de Río
de Janeiro (Brasil), que se celebrará entre el 20 y 22 de junio, donde se
espera a más de 140 jefes de Estado, en la que cree que habrá dificultades para
alcanzar un acuerdo vinculante.
Da Silva se refirió al debate sobre los gases que provocan
el efecto invernadero, y explicó que los países en vías de desarrollo no
quieren asumir el coste adicional que supone controlarlos, porque se ven
discriminados respecto a los países industrializados que en sus procesos de
crecimiento no se preocuparon del tema.
Y admitió que es “un sueño común de todos” lograr “un
mundo más limpio, más verde y sostenible”, pero que para ello se deben asumir
los costes que conlleva y que los países deben pagar para preservar el medio
ambiente.
Según las indicaciones del Programa de Naciones Unidas
para el Medio Ambiente y el Desarrollo (PNUMA), limpiar el medio ambiente
cuesta entre 100.000 a
300.000 millones de dólares, y una agricultura sostenible necesita entre 1 a 3 billones de dólares, que
“son números enormes” para el director general de la FAO.
“Los países en desarrollo no lo quieren pagar”, resumió Da
Silva, que admite que el problema es siempre que los países desarrollados y los
en vías de desarrollo buscan rehuir la responsabilidad de quién paga esa
cuenta.
“Yo creo que Río+20 representa una gran oportunidad frente
a esas dificultades. Ahora nos vamos a dar cuenta de la urgencia del tema, y
eso viene por una vía que es el impacto del cambio climático”, agregó.
El cambio -subrayó- “se siente cada día, todas son
inundaciones, sequías, terremotos, eventos extremos que se repiten”.
Habló también de la escasez de agua “porque los ríos que
bajan de la cordillera son retenidos por el primer país que penetra”.
Esa urgencia del cambio climático afecta a la producción
de alimentos, pues muchos países se han convertido en importadores de alimentos
por las sequías recurrentes y ya no consiguen producir más lo que necesitan,
destacó.
“Esa confluencia de la sostenibilidad, con la del cambio
climático y la producción de alimentos, hace que Río+20 sea la última
oportunidad para tomar medidas de un problema que no es futuro sino presente,
por el impacto del cambio climático sobre el sistema agroalimentario”, subrayó.
Y advirtió de que “es un problema que afecta a todos” y
que se trata de una acción preventiva “sobre el impacto del cambio climático en
la seguridad alimentaria porque sin ella, no habrá paz”.
Para da Silva, “la agricultura no es solo parte del
problema sino que puede ser la solución”.
Y se refirió a la producción de alimentos de un manera
sostenible sin dañar el medioambiente “porque no se pueden usar 15.000 litros de agua
para producir un kilo de filete, ni 9.000 millones de personas pueden comer
filetes como los argentinos a diario”.
Por esto, da Silva apuesta por cambiar la educación
alimentaria, “pocos países hacen uso del pescado como por ejemplo, España a
quien podrían imitar los países africanos. El pescado podría ser el alimento
del futuro, cuidando el manejo de la pesca”.
El objetivo, según da Silva, es aplicar con urgencia las
directrices voluntarias para la sostenibilidad.
Estas directrices que se acaban de aprobar en el Comité de
Seguridad Alimentaria Mundial (CSAM) promueven el fin de la pesca
indiscriminada, la tala de árboles y apuestan por medidas como el buen uso del
agua de sistemas de riego, con fórmulas como el goteo, cuya eficacia ha sido
demostrada por los israelíes.
Da Silva destacó que el 35 % de toda la producción
alimentaria mundial -que es la cantidad que se desperdicia anualmente- va la
basura y podría alimentar a toda la franja subsahariana.
La comida se desperdicia en el consumo, en el transporte,
el almacenaje, en el manejo inadecuado y hasta en el educación alimentaria.
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