Por: José B. Cruz (El Che)
Antes de mi encuentro con Jesucristo, mi vida era un verdadero desorden, desde joven buscaba la felicidad y la alegría, en el alcohol y la fornicación, trabajaba duro pero siempre vivía en precariedad; buscaba la prosperidad en el activismo político partidario, pero los resultados siempre eran los mismos, frustración, cárcel, algunas veces acompañadas de torturas físicas.
Más adelante me casé en el año 1979 con una joven cristiana, la cual conocí en una de mis situaciones más difíciles de mi vida, puesto que me encontraba preso en la cárcel pública de Nagua en el año 1978; cuando ella junto a otras damas de la iglesia pentecostal, fueron a predicarme la palabra de Dios. A la semana de estar casado mi vida de fornicación paso a la etapa del adulterio, puesto que ya me paseaba por playas y centros de diversiones con mi primera ¡Querida! Procreando con ésta 3 hijos fuera de mi matrimonio, más adelante, ya estaban con la segunda y más luego con la tercera y así sucesivamente, hasta completar los 6 hijos.
Mis cuatro hijos fruto de mi matrimonio al igual que mi esposa, nunca obtuvieron de mi amor y cariño, en mi casa me comportaba como un verdugo.
Mi esposa hacia aproximadamente 5 años había decidido apartarse de mi aunque permanecíamos en el mismo techo. Esto había agravado mi situación sentimental, mi hogar estaba destruido y no era feliz ni en mi casa ni con la “Querida”, la mayoría de veces llegaba tarde, borracho, amanecía en las calles; casi siempre, cuando llegaba de madrugadas encontraba a mi esposa de rodillas orando o con su biblia leyéndola, esto me impactaba fuertemente en mi conciencia y cuando me acostaba le pedía a Dios que me sacara de esa situación, que rompiera las cadenas que me ataban a esta vida de infelicidad y de angustia.
Llegue a pensar que por las condiciones en que se encontraba mi casa físicamente, era que no me despertaba interés de pasarme más tiempo en ella, ya que el ultimo bocado de comida me lo daba en la calle, por eso procedí a arreglarla, compré muebles nuevo, equipo de música etc., pero la situación siguió igual.
Fue aquel inolvidable y grandioso día 6 de abril de este año 2010, cuando de manera inesperada llegó a mi taller el Pastor Tomás de Jesús de la iglesia Metodista Libre a arreglar su vehículo, cuando al verlo entusiasmado le dije: Pastor mío, mi Pastor mío, ¿Por qué me ha abandonado? Y el sonriente me abrazó, de inmediato le invité a que compartiera conmigo un mensaje cristiano que me había enviado mi hijo José a mi correo electrónico, después de compartirlo el Pastor ya sabía de mi sed en Jesucristo y sin mucho preámbulo decidí aceptar a Jesucristo como mi único y suficiente salvador en una solemne oración de arrepentimiento donde le entregaba mi corazón y todas mis angustias al salvador del mundo.
Jesús no se hizo esperar pues tan pronto tomo mi corazón y mi vida en ese espectacular momento, sentí como el peso del pecado que agobiaba mi vida como por arte de magia desapareció y desde ese instante comencé a sentirme un hombre totalmente nuevo y a ver las cosas totalmente diferentes. Jesús restauró mi matrimonio que por 30 años fue manchado por el adulterio, la mentira, la humillación, la violencia y la falta de amor; Hoy me siento un hombre feliz, hoy la paz y la armonía decoran mi casa y mi vida. Jesucristo restauró en mí los valores que Satanás me robó mientras gobernó mi vida cuando pertenecí a su mundo de pecado. Hoy la integridad en mi se fortalece en la verdad y la justicia de Cristo mi salvador.
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