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El complejo de Mesías

domingo, 10 de enero de 2010

Publicado por prensalibrenagua.blogspot.com

¿Sería demasiado pesado señalar que toda la fábula del Mesías Blanco, especialmente del modo en que James Cameron la aplica en “Avatar”, tiene algo de ofensivo?

Por DAVID BROOKS

Cada época produce su propio tipo de fábulas, y la nuestra parece haber producido la fábula del Mesías Blanco. Es la historia muchas veces repetida de un joven y varonil aventurero que se va a la jungla en busca de emociones y ganancias. Pero una vez allí, conoce a los nativos y se da cuenta de cuán nobles, puros y espirituales son. Y por lo tanto se erige como su Mesías, encabezándolos en una justa cruzada contra su propia y putrefacta civilización.

Los cinéfilos recordarán “A Man Called Horse”, que comenzó a establecer ese patrón, y “At Play in the Fields of the Lord”. Más personas habrán visto “Dances With Wolves” o “The Last Samurai”.

A los niños también se les han dado sus propias versiones puras de la fábula, como “Pocahontas” y “FernGully”.

Es una fórmula bastante útil. Una vez el director selecciona la fábula del Mesías Blanco, no tiene que gastar tiempo explicando la trama porque todo el mundo ya sabe más o menos lo que va a pasar.

La fórmula también le da a estas películas cierto atractivo en términos de conciencia social. A las audiencias les gustan porque son sensibles al ambiente. A los votantes de la Academia cinematográfica les gustan porque son multiculturales. A los críticos les gustan porque la fórmula inevitablemente incluye tipos buenos en taparrabos haciendo trizas a los representantes del complejo militar-industrial.

Sin embargo, de todos los directores que han usado versiones de la fórmula del Mesías Blanco a lo largo de los años, ninguno lo ha hecho con tanta exuberancia como James Cameron en “Avatar”.

“Avatar” es una fantasía racial por excelencia. El héroe es un ex infante de Marina blanco a la deriva en su propia civilización, que termina trabajando para una corporación gigante y volando a través del espacio para ayudar a saquear el ambiente de un planeta prístino y desalojar a sus pacíficos habitantes.

Los pacíficos habitantes -basados en una mezcla de nativos estadounidenses, africanos, vietnamitas, iraquíes y otros fragmentos culturales- son como los pacíficos habitantes que ya hemos visto en muchas otras películas. Son altos, musculosos y admirablemente esbeltos. Caminan por ahí casi desnudos. Son atletas fenomenales, así como bailarines y cantantes bastante buenos.

El tipo blanco se da cuenta de que los pacíficos habitantes son mucho más “cool” que los avariciosos alicates corporativos y los sanguinarios militares norteamericanos con los que llegó al planeta. Se va a vivir con los nativos y, poco tiempo después, es el miembro más impresionante de la tribu. Tiene sexo con la chica más guapa. Aprende a brincar por la jungla y a correr caballos. Descubre que hasta tiene más valentía y capacidad atlética de la que ellos tienen. Y termina volando sobre el gran pájaro rojo que nadie en varias generaciones pudo dominar.

A lo largo del camino, toma conciencia de las cosas. Los pacíficos habitantes viven en comunión con la naturaleza y hasta tienen cables de fibra óptica que salen de sus cuerpos, con los cuales se conectan con los árboles y los caballos, algo así como “Horse Whispering” sin tecnología inalámbrica. Ya que no han sido corrompidos por cosas tales como el alfabetismo, los teléfonos celulares o las películas taquilleras, tienen almas tranquilas y profundas.

Los nativos ayudan al tipo blanco a descubrir que él también tiene un alma tranquila y profunda.

Los nativos tienen buenos cuerpos y perfecta sensibilidad ecológica, pero son criaturas naturales, para nada interesadas en hacer historia. Cuando el complejo militar-industrial llega para convertir su hogar en una mina, necesitan un Mesías Blanco para dirigirlos e inspirar su defensa.

Nuestro héroe salta al rescate, con la ayuda de un rebaño de dinosaurios convocados por la Madre Tierra. A medida que él y sus camaradas luchadores matan una ola tras otra de Marines o ex Marines o lo que sean, logra el premio final: es aceptado por los nativos y puede pasar el resto de su vida en su excelente cultura.

La manera en que Cameron maneja la fábula del Mesías Blanco no es la razón del enorme éxito global de “Avatar”. Como escribió John Podhoretz en The Weekly Standard, “Cameron simplemente ha usado esos bromuros familiares para darle cierta resonancia a su espectáculo de efectos especiales”. La trama le brinda a las audiencias de todo el mundo la oportunidad de ver tropas estadounidenses siendo asesinadas. También le ofrece a McDonald’s y otras corporaciones ganchos útiles para mercadear sus productos.

Y con todo ello, ¿sería demasiado pesado señalar que toda la fábula del Mesías Blanco, especialmente del modo en que Cameron la aplica, tiene algo de ofensivo?

La fábula descansa sobre el estereotipo de que los blancos son racionalistas y tecnocráticos, mientras que las víctimas coloniales son espirituales y atléticas. Descansa sobre la presunción de que los que no son blancos necesitan un Mesías Blanco para dirigir sus cruzadas. Descansa sobre la presunción de que el analfabetismo es el camino a la gracia. También crea una especie de imperialismo cultural de doble filo. Los nativos pueden ver cómo su historia es delineada por imperialistas crueles o benevolentes, pero en cualquier caso, siempre van a ser actores secundarios en nuestro camino hacia admirarnos a nosotros mismos.

Es mero escapismo, obviamente, pero el romanticismo benevolente puede ser igual de condescendiente que el malévolo - aun cuando viene rodeado de junglas y montañas flotantes.

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