Por Milton Olivo
Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos hemos buscado el sentido de nuestra existencia. Uno de los caminos más valiosos para encontrar este sentido es a través de la utilidad, de ser parte activa y positiva en nuestras comunidades. El camino no es ser importante, es ser útil.
Ser útil no se
trata solo de hacer tareas o cumplir con responsabilidades; se trata de aportar
algo significativo que mejore la vida de los demás y, en consecuencia, la
nuestra.
Cuando
colaboramos con el bien común, como en el presente, sacar la basura en SDE
lunes, miércoles y viernes como han establecido las autoridades y dividirla en
el hogar en dos fundas; una para los desechos orgánicos o desechos de alimentos
y papel del baño, y otra funda para los materiales inorgánicos o reciclables;
como vidrio, metales, plásticos, cartones, etc, es cuando estamos ayudando a crear un entorno limpio donde todos podamos prosperar.
Este acto de
colaboración nos ayuda a escapar del "yo" y nos integra al
"nosotros". Al hacerlo, experimentamos una conexión más profunda con
las personas que nos rodean, y esta conexión tiene efectos positivos en nuestra
salud mental y emocional.
Numerosos
estudios han demostrado que las acciones solidarias y altruistas tienen un
impacto positivo en nuestra salud. Al participar en actividades comunitarias y
ayudar a otros, liberamos endorfinas, las hormonas de la felicidad, que reducen
el estrés y mejoran nuestro bienestar general.
Además, estas
acciones fomentan un sentido de propósito y pertenencia, elementos clave para
una vida satisfactoria y equilibrada. La verdadera satisfacción y felicidad no
provienen de acumular riquezas o alcanzar logros individuales, sino de
contribuir al bienestar de nuestra comunidad y nuestro entorno.
Cuando
respondemos con acción solidaria a las necesidades de la sociedad, de la
naturaleza y del entorno, experimentamos una profunda alegría y satisfacción
que ninguna posesión material puede igualar. La empatía, el acto de ponerse en
el lugar del otro y comprender sus sentimientos y necesidades, es fundamental
para construir una sociedad solidaria y justa.
Practicar la
empatía nos permite ser más compasivos y efectivos en nuestras acciones,
creando un ambiente donde todos se sienten valorados y apoyados. La empatía nos
conecta con los demás a un nivel profundo y significativo, y esta conexión es
esencial para el bienestar colectivo.
La empatía no
solo es un acto de bondad, sino una herramienta poderosa para transformar
nuestras comunidades. Al entender y compartir los sentimientos de los demás,
creamos puentes de comprensión y colaboración que fortalecen nuestro tejido
social. La empatía nos permite ver más allá de nuestras diferencias y trabajar
juntos hacia un objetivo común: el bienestar de todos.
Debemos ser
conscientes de que ser feliz es el sentido de la existencia. Que la felicidad
no es un destino, sino un camino que recorremos día a día a través de nuestras
acciones y decisiones. Colaborar con los
demás, ser útil, practicar la empatía y responder a las necesidades de nuestra
comunidad son pasos esenciales en este camino.
Ser útil y
colaborar con el bien común nos permite escapar del "yo" y abrazar el
"nosotros", mejorando nuestra salud y bienestar. La satisfacción y la
felicidad genuina surgen cuando nuestras acciones solidarias responden a las
necesidades de la sociedad, la naturaleza y el entorno. Y la necesidad del presente es sacar la
basura los dia indicados y separar la basura en casa, para facilitar el futuro
reciclaje.
Practicar la
empatía y entender su profundo significado nos ayuda a construir una comunidad
más unida y compasiva. Recordemos siempre que la felicidad es el sentido de la
existencia, y cada acto de solidaridad nos acerca más a ella. Y qué mejor que
en un entorno limpio, seguro y satisfactorio.
Juntos, podemos hacer de nuestro SDE un lugar mejor para todos.
El autor es
residente en SDE y activista por una Quisqueya potencia.
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