Los niños pueden responder al estrés de diversas formas, por ejemplo, mostrándose más dependientes, preocupados, enfadados o agitados, encerrándose en sí mismos o mojando la cama.
Muéstrese comprensivo ante las reacciones de su hijo,
escuche sus preocupaciones y ofrézcale más amor y atención.
Los niños necesitan el amor y la atención de los adultos en los momentos difíciles. Dedíqueles más tiempo y atención.
Acuérdese de escuchar a sus hijos, hablarles con
amabilidad y tranquilizarles.
Cuando sea posible, organice momentos de juego y
relajación con su hijo.
En la medida de lo posible, trate de mantener a los
niños cerca de sus padres y familia y evite separarlos de las personas que se
encargan de su cuidado. En caso de separación (por ejemplo, por
hospitalización), asegúrese de mantener el contacto frecuente (por ejemplo, a
través del teléfono) y de ofrecer consuelo.
Mantenga las rutinas y los horarios habituales en la
medida de lo posible, o ayude a crear otros diferentes en el entorno nuevo, en
particular actividades escolares y de aprendizaje, así como momentos para jugar
de forma segura y relajarse.
Explique lo que ha pasado y cuál es la situación
actual y dé a los niños información clara sobre cómo pueden reducir los riesgos
de contraer la enfermedad; utilice palabras que puedan entender en función de
su edad.
Facilite también información sobre situaciones
hipotéticas (por ejemplo, un miembro de la familia y/o el niño empiezan a
encontrarse mal y tienen que ir al hospital durante un tiempo para que los
médicos puedan ayudarles a recuperarse).
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