Por Sergio Suárez -15 julio 2019
Los astronautas Neil Armstrong y Buzz Aldrin fueron los elegidos para ser los primeros humanos en pisar la Luna a bordo del Apolo 11 el 20 de julio de 1969, hace 50 años. Pero poco se cuenta de las comodidades terrenales a las que renunciaron para cumplir la meta del famoso alunizaje.
Los
ingenieros de la NASA estaban tan ocupados en los detalles técnicos de la
misión espacial que no se tomaron el tiempo para diseñar los baños para las
misiones Apolo de los años sesenta y setenta.
De
hecho, el primer retrete que la NASA instaló en una nave espacial fue en el
transbordador espacial Columbia de la década de 1980. Aunque técnicamente había
uno en la estación Skylab en la década de 1970: un hueco en la pared que al
parecer solo sirvió de adorno, porque los astronautas finalmente tuvieron que
procesar sus heces en un compartimiento especial.
Gestión de residuos (retrete) y almacenamiento de muestras. Foto: NASA
En
un informe oficial de la NASA sobre las misiones espaciales del Apolo se puede
observar lo complicado que ha resultado para la agencia el manejo de estos
desechos orgánicos:
La
defecación y la micción han sido aspectos molestos de los viajes espaciales
desde el comienzo del vuelo espacial tripulado.
Durante
la misión que logró llegar a la Luna, al igual que en las otras misiones del
Apolo, los astronautas lidiaron con una apestosa bolsa para aliviar su
necesidad. Esto es lo que implicó el proceso.
Los
baños en el espacio simplemente quedaron reducidos a un sistema de bolsas
Para
orinar, los astronautas utilizaron lo que prácticamente parecía un condón
(reemplazado a diario) que conectaba con una bolsa a través de una manguera
corta. Y ni modo de hablar de un sistema para mujeres, pues todos los
astronautas del Apolo eran hombres. A menudo se presentaban derrames.
Dispositivo usado por los astronautas para orinar en las misiones de Apolo. Foto: NASA
El
proceso para tratar con la caca en el espacio era aún más complicado.
Así
lo describe el informe de la NASA:
En
la ausencia de un sistema que proporcione medios positivos para la eliminación
de las heces del cuerpo, se tuvo que confiar en un sistema extremadamente
básico para la recolección de heces en vuelo.
El
“sistema extremadamente básico” fue una bolsa de plástico que los astronautas
tenían que pegar con cinta adhesiva a sus nalgas para capturar el excremento.
Este
bien llamado “bolso fecal” venía complementado con un compartimiento para el
papel higiénico, e incorporaba un protector de dedos para que los astronautas
no se los untaran mientras colocaban la bolsa sobre sus extremos.
No
fue fácil adaptar correctamente la bolsa dentro de la pequeña solapa en la zona
del trasero de los trajes espaciales. El tiempo que les tomaba defecar, según
los astronautas, era alrededor de 45 minutos.
Pero
a pesar de todo el cuidado y aún suponiendo que la cinta adhesiva, por ser “de
la NASA”, era 100% eficaz, el dispositivo de la bolsa no resultó infalible.
Según
una transcripción de la misma agencia espacial, esto dijo (en medio de la
angustia) el astronauta Tom Stafford estando en la misión Apolo 10 en mayo de
1969:
Consígueme
una servilleta rápido. Hay un trozo de mierda flotando en el aire.
Bolso fecal utilizado en la misión Apolo. Foto: NASA
Las
heces de regreso a la Tierra
La
NASA ordenó a los astronautas del Apolo que trajeran todas sus heces para
examinarlas, por lo que después de culminar sus necesidades fisiológicas
tuvieron que sellar sus bolsas y “amasarlas”, como detalla el informe,
mezclando sus excrementos con un importante bactericida que permitía su regreso
a la Tierra de forma segura.
Así,
los astronautas trataron de que sus bolsas de caca ocuparan el menor volumen
posible, y las almacenaron para el viaje de regreso. Como era de esperar, el
problema del olor estaba continuamente presente cada vez que era utilizado “el
baño” en el Apolo.
Esto
detalla el informe final sobre el manejo de desechos orgánicos en la misión:
En
general, el sistema de gestión de desechos de Apolo funcionó satisfactoriamente
desde un punto de vista de ingeniería. Sin embargo, desde el punto de vista de
la aceptación de la tripulación, el sistema debe recibir una mala calificación.
Debido
a lo asquerosa, compleja y apestosa que era la tarea de aliviarse en el
espacio, los tripulantes a menudo tomaban laxantes antes de defecar. Aunque a
veces también optaban por medicamentos que retrasaban las funciones de sus
intestinos.
Pañales espaciales
El
sistema de bolsas no podía ser usado para atrapar sus heces mientras
permanecían en la superficie lunar. Entonces, cuando los astronautas del Apolo
salieron de su nave, debían llevar puesto un “sistema de contención fecal“, que
era básicamente lo que conocemos como pañal.
Sistema de contención fecal para uso durante la actividad extravehicular. Foto: NASA
No
está claro si Aldrin y Armstrong usaron en algún momento esos “pañales” en sus
21 horas y 36 minutos en la Luna, pero Buzz asegura ser el primer hombre en
orinar en otro cuerpo celeste. Así lo dijo durante el 40 aniversario a una
multitud en el Newseum:
Es
tan solitario como el infierno. Me oriné en mis pantalones
Sin
duda, las cosas no fueron fáciles para los tripulantes de la misión Apolo. Por
fortuna, la nueva generación de astronautas cuenta con sistemas “no tan
básicos” que permiten un manejo más adecuado (o menos asqueroso) de sus
residuos.
Tomado
de Grandes Medios
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