Aquel día dos peregrinos iban
caminando a la aldea de Emaús, una ciudad muy distante de Jerusalén, iban
conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en
persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces
de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué
conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron
con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado?». «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta
poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo
entregaron nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
Es
verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo
ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron
diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está
vivo.
Algunos de los nuestros
fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero
a él no lo vieron». Entonces él les
dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas!. ¿No
era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». Llegaron
cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero
ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día
va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos,
tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo
reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba
las Escrituras?». Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén,
donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por
el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
JESUCRISTO VIVE, EN VERDAD
HA RESUCITADO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario