Lo ocurrido en la
última semana de marzo en la ciudad -donde más de 300 cadáveres fueron
recogidos en distintos domicilios por la policía ecuatoriana, según informa el
diario El Comercio, puede tener serias consecuencias.
Matías Zibell/BBC
Mundo, Ecuador
A
las miles de imágenes de ciudades vacías y hospitales colapsados impresas
alrededor del mundo por la pandemia de coronavirus, en la ciudad ecuatoriana de
Guayaquil se sumaron en la última semana videos y testimonios sobre personas
muriendo en las calles y cuerpos esperando días para ser recogidos en los
hogares.
La
provincia del Guayas, donde se encuentra Guayaquil, hasta el 1 de abril había
reportado -según datos oficiales- más víctimas del covid-19 que naciones
latinoamericanas enteras: 60 muertos y 1.937 infectados (1.301, solo en la
capital de la provincia). Pero esta cifra no incluye toda la gente que ha
muerto sin que se le haga el test para comprobar la presencia del virus.
El
colapso del sistema funerario producto de esta crisis es de tal magnitud que el
presidente de Ecuador, Lenín Moreno, debió conformar una fuerza de tarea
conjunta para poder enterrar a todas las personas fallecidas.
BBC
Mundo se comunicó con algunos de los familiares y vecinos de las víctimas y los
testimonios coinciden con aquellas dos palabras que Joseph Conrad destacó en su
obra "El corazón de las tinieblas": el horror, el horror.
"Mi
tío murió el 28 de marzo y nadie viene a ayudarnos. Vivimos al noroeste de la
ciudad. Los hospitales le decían que no tenían camillas y falleció en casa.
Nosotros llamamos al 911 y nos pidieron paciencia. El cuerpo sigue ahí en la
cama donde falleció, porque nadie lo puede tocar ni nada de esas cosas",
cuenta Jésica Castañeda, sobrina de Segundo Castañeda.
Otra
joven guayaquileña que vive en el sureste de Guayaquil y quien pidió que no se
difunda su nombre, relató que su padre murió en sus brazos y estuvo 24 horas en
la casa.
"Nunca
le hicieron la prueba del coronavirus, solo nos decían que nos podían agendar
una cita y que tome paracetamol. Tuvimos que retirar el cuerpo por medio de
particulares porque no tuvimos respuesta del Estado. Uno siente impotencia al
ver a su padre así y tener que salir a pedir ayuda".
Pero
esta situación no afecta solamente a los muertos por el virus. Wendy Noboa,
quien vive en el norte de Guayaquil, cerca de la terminal de autobuses, cuenta
la historia de su vecino Gorky Pazmiño, quien murió el domingo 29 de marzo:
"Él
se cayó y del golpe en la cabeza murió. Yo llamé al 911 y nunca vinieron. Él
vivía con su papá, que tiene más de 96 años, por eso mi angustia. Permaneció en
el piso todo un día, hasta que vinieron familiares con la caja para sepultarlo.
Pero no lo pudieron sepultar porque no había médico que firmara el certificado
de defunción".
Los
casos son tantos que la periodista Blanca Moncada, del diario Expreso, ha
comenzado una cadena en Twitter solicitando información de familiares y vecinos
de personas que se encuentren en esta situación.
"Tomé
esta decisión por el grito desesperado de muchos ciudadanos que tienen que
esperar hasta 72 horas e incluso más para que las autoridades recojan los
cadáveres que permanecen en las casas; busco cuantificar la magnitud de esta
tragedia porque, en cuestión de cifras, Guayaquil es en este momento una gran
nube gris".
Enfrentamiento
político
El
comandante de la Armada Nacional, Darwin Jarrín, quien asumió el 30 de marzo la
coordinación militar y policial para la provincia del Guayas, indicó a BBC News
Mundo que hasta el jueves 2 de abril, a más tardar, estarán enterrados todos
los fallecidos en Guayaquil.
"El
Ministerio de Salud entrega en los hospitales el acta de defunción, Policía y
CTE (Comisión de Tránsito del Ecuador) trasladan los cadáveres a los dos
cementerios -Parques de La Paz en la Aurora y el Panteón Metropolitano en la
vía a la costa- y las fuerzas armadas los entierran", señaló Jarrín.
Pero
lo ocurrido en la última semana de marzo en la ciudad -donde más de 300
cadáveres fueron recogidos en distintos domicilios por la policía ecuatoriana,
según informa el diario El Comercio, puede tener serias consecuencias.
Para
comenzar, la crisis ha enfrentado a la alcaldesa de Guayaquil con el gobierno
nacional. Cyntia Viteri, quien se encuentra en cuarentena por haberse infectado
con el coronavirus, reclamó el 27 de marzo a las autoridades nacionales por las
falencias del sistema público:
"No
retiran a los muertos de sus casas. Los dejan en las veredas, caen frente a
hospitales. Nadie los quiere ir a recoger. ¿Qué pasa con nuestros enfermos? Las
familias deambulan por toda la ciudad tocando puertas para que los reciba un
hospital público, donde ya no hay camas".
Además
de los muertos en los hogares, la ciudad ha tenido que enfrentarse a la
pesadilla de muertos en sus calles. Jésica Zambrano, periodista del diario El
Telégrafo, le contó a BBC News Mundo su experiencia desde el centro de
Guayaquil.
"Mi
pareja salió a hacer las compras y se encontró una persona muerta, en las
calles Pedro Carbo y Urdaneta. Más temprano nos dijeron que había otro muerto
unos cuantos metros más allá. Aquí estamos acostumbrados a ver a mendigos
durmiendo en las calles, pero como resultado de esta crisis personas
desahuciadas mueren en el centro de la ciudad".
"Golpe a las
costumbres"
El
28 de marzo, un día después de las declaraciones de la alcaldesa, el diario El
Universo informó sobre los planes del gobierno municipal de enterrar a los
muertos en una fosa común, pero la idea no prosperó.
"Me
parece terrible que se haya lanzado la idea de una fosa común en esta
ciudad", le dice a BBC News Mundo el sociólogo guayaquileño Héctor Chiriboga.
"Esta
es una ciudad donde la clase media, media baja, demoraba el velorio hasta dos
días porque tenía que llegar el pariente que vivía en Europa, los migrantes que
se fueron después del 2000. Aquí se vestía a los cadáveres y hasta hace poco la
Iglesia católica veía con malos ojos la cremación", explica y añade:
"Esto
es un golpe para las costumbres de los sectores populares, para el ritual del
fallecimiento y del entierro. El hombre que se gana el pan día a día, que tiene
una veta cristiana o católica, es un hombre que se deshace al ver que no se va
a poder cumplir con el rito".
Jorge
Wated, quien está al frente de la fuerza de tarea designada por el presidente
Moreno para el enterramiento de los cadáveres, le dice a BBC Mundo que él no
hubiese aceptado esta misión si el mandatario le hubiera pedido hacerse cargo
de una fosa común.
"Presido
esta fuerza de tareas para levantar a los fallecidos de las viviendas y
hospitales de Guayaquil, y para que aquellos que no tienen los servicios
exequiales, puedan tener una cristiana sepultura, de forma unipersonal, en un
camposanto de la ciudad".
Pero
el ingeniero Wated informa que los familiares de las víctimas no podrán asistir
al entierro.
El peor escenario
"Siempre
había personas que fallecían en su casa. Lo normal era que un médico
determinaba la causa de muerte y luego venía la funeraria. Pero ahora hay un
pánico generalizado y se piensa que toda persona que fallece en Guayaquil tiene
coronavirus. Entonces las funerarias no se quieren hacer cargo", explica a
BBC Mundo Grace Navarrete, médica salubrista que pertenece a la Sociedad
Ecuatoriana de Salud Pública.
El
comportamiento de las funerarias durante la crisis fue investigado por la
periodista Susana Morán, del sitio digital de noticias Plan V, en el artículo "Morir
dos veces en Guayaquil".
Morán
entrevistó a la dueña de una funeraria que cerró su negocio por temor a un
contagio. "Yo ya tengo mis añitos, por ganarme unos centavitos yo no voy a
poner en peligro a mi familia", le dijo esta señora a la periodista.
Este
miedo se replica también entre los familiares, dice la doctora Navarrete.
"En
las casas pasa lo mismo, se muere alguien y nadie toca el cuerpo, en una ciudad
en donde el calor hace que el nivel de descomposición de los cadáveres sea más
acelerado que en otras partes del país. Yo escuché de un caso de una persona
fallecida en su dormitorio cuyos familiares sacaron el cuerpo sobre el colchón
a la vereda".
Para
el ingeniero Wated, se trata de un conjunto de factores que se combinan en el
peor escenario.
"Las
funerarias están colapsadas, incluso no tienen personal; los camposantos no
tienen capacidad de recibir tanta gente a tanta velocidad; la gente no puede
salir de sus casas a hacer los trámites para enterrar a sus fallecidos; el
número de muertos crece entre los diagnosticados con covid y la gente
sospechosa de haber muerto de covid a la que no se le hizo una prueba: esto
genera un cuello de botella".
La enfermedad pública
Image
captionEl médico Ernesto Torres cree que la tragedia debe entenderse como un
tema de salud pública, ya que, en sus palabras, esto "rebasa el ámbito de
la medicina porque tiene que ver con políticas de Estado y del interés real de
los gobiernos en la salud de su población".
Para
este experto en salud pública, en esta crisis se les ha dado demasiada
importancia a los hospitales y no se ha trabajado a nivel comunitario.
"Si
trabajáramos intensamente a ese nivel, podríamos evitar que tantas personas
congestionen los hospitales. Ahora en los hospitales se trata de apagar
incendios con baldes de agua. Podrías haber usado esos baldes de agua para
apagar los incendios a nivel local con una brigada sanitaria, donde se
involucren personas de la comunidad".
En
estas comunidades, sobre todo en las más periféricas, se está produciendo
"una verdadera y profunda crisis humanitaria", en palabras de Paúl
Murillo, responsable del área de incidencia comunitaria del Comité Permanente
de los Derechos Humanos:
"Está
bien llamarnos a un aislamiento en los domicilios, pero nunca se pensó en
planes de contingencia que garanticen, al menos, la seguridad alimentaria en
los barrios periféricos y marginales".
Adriana
Rodríguez, profesora de Derecho la Universidad Andina y especialista en
derechos humanos, piensa que no es sorprendente que esto ocurra en una ciudad con
una alta desigualdad social.
"Guayaquil
es una ciudad que tiene aproximadamente el 17% de su gente en la pobreza y en
la pobreza extrema. Lo que ocurre ahora con los cadáveres nos hace pensar en
qué cuerpos importan y qué cuerpos no importan. Los recortes en salud pública
nos dicen que hay cuerpos que no importan".
Sin
embargo, para el ingeniero Jorge Wated, esto que ocurre hoy en Guayaquil puede
ocurrir en cualquier lugar del continente.
"Yo
veo lo que pasa en el resto de Latinoamérica, por ejemplo, lo que pasa en
Argentina hoy, y es lo que pasaba aquí tres semanas atrás; las cosas se van a
ir complicando, dependiendo de cada país, nosotros estamos tratando de actuar
lo más rápido que podemos".
El
escritor Milan Kundera decía en su libro "La lentitud" que la
velocidad era directamente proporcional al olvido. Es difícil pensar que por
más rápido que actúen las autoridades en estas horas, alguien olvide en
Guayaquil estos últimos siete días de espanto.
Por
ejemplo, en las últimas horas, la Revista Vistazo informó que en la noche del
30 de marzo circuló un video con un grupo de personas en el suroeste de
Guayaquil, quemando llantas para reclamar el retiro de un cadáver.
"Incluso,
los moradores habrían amenazado con quemar el cuerpo del fallecido, en señal de
protesta", cierra la noticia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
PrensaLibreNagua se reserva el derecho de no publicar comentarios de contenido ofensivo.