Por: Marcos Zabala Sánchez
Paradigma soy
Sé
que soy paradigma cuando me presento a vuestros ojos, vosotros jóvenes míos
dulce esperanza de una tierra en cierne, que espera de ustedes sus semillas,
para hacerla producir. Markus Zabalus
Vivimos
en un mundo diferente, en constante cambio, donde el conocimiento es obsoleto y
hay que estar en una búsqueda constante de nuevos paradigmas y formas más
eficientes de hacer las cosas.
Pensando
en esto, mientras mis vecinos disfrutan de una canción de Bruno Mars, me
pregunto: ¿Con qué excusa me presentaré ante aquellos estudiantes que he dejado
abandonados a su suerte por la crisis de la pandemia del COVID-19? ¿Cómo
explicarle que soy docente con quizás veinte, treinta o cuarenta años en
ejercicio docente y que sufro de fobia
tecnológica? ¿Qué les diré? ¿Que soy excelente en filosofía, que tengo la
capacidad de hablar de física y astronomía, que soy todo un erudito en los
diferentes indicadores económicos, que no existe campo del saber del cual no
tenga al menos alguna referencia… pero que en conocimiento de informática “solo
sé que no sé nada”?
¿Será
válida mi excusa? ¿La aceptaran mis estudiantes? ¿Comprenderán ellos que solo
soy funcional si estoy de frente a ellos en un espacio de tiempo establecido,
con mis herramientas indispensables mi texto de diez años, mi crayón para el
pizarrón, mis pulmones y voz…? ¿No debería pensar en una mejor excusa? Qué tal
si decimos “miren estudiantes tenemos tanta carga de trabajo docente, que no
nos da el tiempo ni de ir al baño, son cuarenta créditos, eso no es un juego,
no hay tiempo ni de leer, mucho menos de estar buscando capacitación en esos de
la internet y sus herramientas, entiendan estudiantes”… Oh, oh, creo que esta
no es tampoco una excusa aceptable, sobre todo si me preguntara sobre el modelo
de la Jeepeta que tengo, eso ni pensarlo.
Sobre
todo cuando pienso en mis antepasados que desconocían muchos hechos y cosas que
luego pasaron a ser parte de su cotidianidad. Cuando pienso en como los aviones
surcan los cielos, cómo los carros circulan por las calles y avenidas de las
ciudades modernas, los avances de las técnicas aplicadas a la agricultura, las
imponentes maquinarias empleadas en la agropecuaria, si mis abuelos no hubiesen
aprehendido, si no se hubiesen adaptado al cambio de paradigma, a la nueva y
más eficiente forma del trabajo en el campo, ¿qué sería de ellos? Recuerdo
cuando pasaron de la lámpara a la bombilla y de cómo cada día el uso de la
electricidad se fue extendiendo por todas las ciudades y campos del país. El
uso del teléfono de cable y luego del celular se extendió por todo el planeta a
tal grado que existen diez aparatos de teléfono celular por cada habitante del
planeta. Dios mío, ¡Cómo aceptar ante mis estudiantes que soy inexcusable por
abandonarlos a su suerte en un momento tan necesario, en medio de tanta
angustia y desasosiego, en medio de tanta oscuridad, cómo yo, docente llamado a
brindar la luz del conocimiento he dejado solos a mis estudiantes cuando más
necesitaban de mis orientaciones y consejos!
Cuando
pienso en la maravilla de la comunicación inalámbrica, hecho que ya no
maravilla a nadie, como todo el mundo la acogió; el cine, la radio, la
televisión, el cable, la internet, son cosas de las que todo el mundo tiene un
conocimiento básico, en los barrios más pobres de la ciudad encuentra usted la
nueva modalidad del cotorreo por medio de las redes sociales, a propósito, cómo
explicarle a mis estudiantes el hecho de que ni siquiera tengo perfiles en esas
dichosas redes… Así me atrevo asegurarles a mis alumnos que soy un científico, científico
apartado de las maravillas que los nuevos inventos que la ciencia y la
tecnología apoyadas en la industria nos proporcionado.
Siendo
honesto debería pedir perdón por ser desconocedor de unos conocimientos
científicos tan generalizados y tan básicos como son el uso de las herramientas
digitales aplicadas a la enseñanza, sí, me excuso porque yo que educo, no me
educo a mí mismo, yo que vivo diciendo dentro del aula a los alumnos “la
formación es un proceso para toda la vida”, sin embargo, yo necesito
innovación. Tanto hablar de que todas las aplicaciones que la ciencia ha ido
introduciendo en nuestra cotidianidad de modo claro y sencillo son para sus
usos en la vida diaria de las personas comunes, y yo un docente universitario,
un profesional formado, simple y llanamente no domino.
Pido
excusas a mis estudiantes por abandonarlos a su suerte en tiempos de crisis,
las tecnologías nos unen pero yo siempre me rehusé a integrarlas a mis
actividades, con la vaga excusa de que “loro viejo no aprende a hablar”,
obviando mi responsabilidad como científico, aun sabiendo que la ciencia es
algo más completo y más profundo que un estudio cuyo objetivo sea viajar a la
velocidad de la luz, tener mejores comunicaciones y nuevos modos virtuales de
entretenimiento… Por todo lo anterior me
acuso inexcusable.
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