La
peste de Marsella de 1720, fue el último brote de epidemia de peste registrado
en Francia.
El
Gran San Antonio, un barco del levante mediterráneo que atracó en Marsella el
25 de mayo de 1720, fue el causante de la epidemia. De hecho, su cargamento,
consistente en finas sedas y fardos de algodón, estaba contaminado con el
bacilo de Yersin, responsable de la peste. Como consecuencia de una serie de
graves negligencias, y a pesar de las estrictas medidas de seguridad (que
comprendían la puesta en cuarentena de pasajeros y mercancías), la plaga se
extendió por la ciudad. El centro de Marsella y los barrios antiguos fueron los
más afectados. La peste se extendió rápidamente, causando entre 30 000-40 000
muertes de un total de 90 000 habitantes. En la Provenza causó entre 90 000-120
000 víctimas sobre una población de unos 400 000 habitantes.
La
responsabilidad por no aplicar el reglamento ha sido investigada desde aquella
época, recayendo en el comandante de la nave, el capitán Jean-Baptiste Chataud,
y el teniente alcalde, Jean-Baptiste Estelle. Sin embargo, ninguna prueba
concluyente ha podido ser encontrada. Lo seguro es que los responsables de
salubridad encargados de hacer cumplir esta regulación actuaron con ligereza.
La alimentación de la población, así como la evacuación de los cadáveres,
también fue un hecho de importancia en este trágico suceso.
Esta
epidemia ha sido la inspiración de diversas representaciones artísticas, entre
las cuales destacan las del pintor Michel Serre, testigo directo de la
epidemia.
Reglamentación
sanitaria
La
peste fue una amenaza permanente para Marsella por su relación comercial con el
Medio Oriente, en donde la enfermedad era endémica.1
Las epidemias golpearon la ciudad en numerosas ocasiones, entre las cuales,
destacó la peste de
1580, que tuvo una gran mortandad, superior a la de 1720.2
Se implementó un sistema
de protección de forma
progresiva, que resultó ser eficaz, pues sesenta años antes de 1720,3
Marsella no había
tenido ningún brote epidémico. Esta protección se basó por un lado, en un cordón sanitario establecido a una escala
mediterránea, con
emisión de patentes
en los puertos del este, y por el otro lado, en una oficina de sanidad
compuesta de comisarios que decidían la duración de la cuarentena para la
tripulación, los pasajeros y las mercancías.
LAS PATENTES
Cada
nave que hacía escala en un puerto del Oriente recibía una patente, que
consistía en un certificado expedido por los cónsules de los puertos orientales
a los capitanes de los buques que desearan regresar a Francia, el cual
especificaba la situación sanitaria de la ciudad. Existían tres tipos de
patentes:4
Patente
neta, cuando no había nada sospechoso en la región al momento de la salida del
buque.
Patente
sospechosa, cuando existía la sospecha de una enfermedad pestilente en el país.
Patente
bruta, cuando la región estaba contaminada por la peste.
En
el caso de la patente neta, la duración de la cuarentena era ordinariamente de
dieciocho días para las personas, veintiocho para la nave, y treinta y ocho
para el cargamento. Para la patente sospechosa, los periodos de cuarentena eran
respectivamente de veinticinco, treinta y cuarenta. Si la patente era bruta,
los periodos de cuarentena eran de treinta y cinco, cincuenta, y sesenta
respectivamente.5
Las
naves procedentes del Oriente, atracaban en la isla de Pomègues. El capitán
debía presentar la patente en la oficina de salud, la cual decidiría la
duración de la cuarentena a aplicar a las mercancías y a las personas.6
Lugares de cuarentena
Se
estableció que las naves puestas en cuarentena, atracaran en la isla Jarre, al
sur de la rada de Marsella, si es que la peste estaba comprobada, o en la isla
de Pomègues, con cinco hectáreas de terrenos y edificios, donde se había
acondicionado un pequeño puerto para recibir aproximadamente treinta y cinco
naves.7
Por
otro lado, las enfermerías, a veces llamadas lazaretos (porque estaban bajo la
protección de San Lázaro), habían sido acondicionadas con habitaciones para los
pasajeros y almacenes para las mercancías. Estas enfermerías, construidas en la
época de Jean-Baptiste Colbert, estaban ubicadas al borde del mar, y solo se
disponían de tres puntos de acceso.
Llegada del Gran San
Antonio
El
25 de mayo de 1720, el barco Gran San Antonio procedente del levante
mediterráneo llegó a Marsella luego de una larga travesía. Llevaba un valioso
cargamento de telas de seda y de fardos de algodón, con un valor de 300 000
libras, para ser vendidos en la feria de Beaucaire de julio.8
Una parte del cargamento pertenecía
a varios notables de Marsella, como el primer regidor Jean-Baptiste Estelle y
al propio capitán
de la nave Jean-Baptiste Chataud.
El
Gran San Antonio abandonó Marsella el 22 de julio de 1719, arribando a los
puertos de Esmirna, Lárnaca (Chipre) y Sidón (Líbano). En esta última ciudad se
embarcaron los tejidos de seda. El cónsul Poullard, quien era conocedor de que
la peste hacía estragos en Damasco, entregó una patente neta, mientras que la
carga estaba probablemente contaminada. El barco llegó a Tiro, en donde
completó su cargamento con nuevas telas, probablemente también contaminadas. La
nave retoma la mar, haciendo escala en Trípoli para reparar los daños causados
por una violenta tormenta.10 El vicecónsul de Trípoli, Monhenoult, entregó igualmente una patente neta. El 3
de abril de 1720, la nave se dirige hacia Chipre después de haber embarcado catorce
pasajeros.10 El 5 de abril, un turco muere a
bordo y su cadáver es lanzado al mar. Los pasajeros bajan en Chipre, y la nave
reanuda su marcha el 18 de abril de 1720, con dirección de Marsella. Durante el
viaje morirían otras cinco personas más.
Estos
graves hechos alertaron al capitán Chataud, quien decidió dirigirse al puerto
de Brusc, cerca de Tolón. Esta rada natural, protegida por la isla de Embiez,
es un amarradero apreciado por los navegadores desde la antigüedad. Las razones
de esta escala son bastante misteriosas, pero algunos historiadores creen que
Chataud quiso consultar la opinión de los propietarios de la carga antes de determinar
las acciones a tomar.
El
Gran San Antonio dio la vuelta para dirigirse a Livorno, arribando el 17 de
mayo. Las autoridades italianas prohibieron la entrada de la nave al puerto,
haciéndolo anclar en una ensenada protegida por soldados. Al día siguiente,
tres personas más mueren a bordo. Los cuerpos fueron examinados por médicos,
que concluyeron que se trataba de una «fiebre maligna pestilente», término que
para los médicos de la época, no necesariamente designaba a la peste. Ante la
negativa de las autoridades de Livorno a permitir la entrada de la nave, a
causa de la mortalidad de una parte de la tripulación debido a esta fiebre, el
capitán continuó su travesía con rumbo a Marsella.
Puesta en cuarentena
A
su llegada, el capitán Chataud se dirigió a la oficina de sanidad para efectuar
su declaración al comisario de turno. Entrega las patentes netas y sólo informa
de las muertes ocurridas durante la travesía. El 27 de mayo, dos días después
de la llegada de la nave, murió un marinero a bordo. La oficina de sanidad,
decidió por unanimidad enviar el barco a la isla Jarre, pero luego cambian de
opinión en una segunda deliberación, decidiendo trasladar el cadáver del
marinero a las enfermerías para su revisión, enviando la nave a la isla
Pomègues en el archipiélago de Frioul. El 29 de mayo, la misma oficina decidió,
de manera inusual, desembarcar los valiosos tejidos a las enfermerías, mientras
que los fardos de algodón serían trasladados a la isla Jarre.
El
3 de junio, la oficina revirtió su posición y tomó una decisión más favorable
para los propietarios del cargamento: Toda la carga sería descargada en las
enfermerías. Esta acción se debió probablemente al deseo de salvar este
cargamento destinado a la feria de Beaucaire, que tendría lugar el 22 de julio
de 1720.15 El 13 de junio, en la víspera del fin de la cuarentena de
los pasajeros, el guardián
sanitario del buque muere. El cirujano de servicio del puerto, examinó el
cadáver, concluyendo que la causa de la muerte fue debido a la vejez, sin observar
las marcas de la peste.
El
25 de junio, un joven marinero cayó enfermo y murió. A partir de ese día,
varios cargadores que trasladaban los fardos de algodón murieron también. La
oficina de sanidad se preocupó seriamente y decidió trasladar al barco a la
isla Jarre, para quemar la ropa de los fallecidos y enterrar los cadáveres en
cal viva. Sin embargo, estas medidas resultaron demasiado tardías, pues las
telas ya habían salido de contrabando de las enfermerías, llevando de esta
manera la peste a la ciudad.
Propagación de la
epidemia
Los
diez óbitos acontecidos a bordo de la nave, no mostraban aparentemente los
síntomas característicos de la peste, como son los característicos bubones. Estas
manifestaciones evidentes aparecerán recién en los ciudadanos, cuando
comenzaron a venderse los tejidos procedentes del Gran San Antonio, infestados
de pulgas portadoras del bacilo de Yersin.
El
20 de junio de 1720, en la calle Belle-Table situada en el casco viejo, una
mujer llamada Marie Dauplan murió luego de algunas horas. Aún en este momento,
los médicos dudaban que este deceso sea producto de la peste. De hecho, parece
que el primer brote de la plaga provino de las pulgas que llegaron con los
fardos de algodón descargados en el puerto.
A
partir del 9 de julio, está claro que la plaga se ha desencadenado. Ese día,
los médicos Charles Peyssonnel y su hijo Jean André, acuden a ver a un niño de
doce años de la calle Rue Jean Galland, diagnosticando la peste y advirtiendo a
los concejales. Los muertos son enterrados en cal viva y sus casas
amuralladas.17 Sin embargo, los concejales siguen
esperando que se trate de un contagio reducido. El 21 de julio, el número de
muertes sigue en aumento, e incluso un cura de apellido Giraud llegó a decir:
«Dios declaró la guerra a su pueblo».
PICO DE LA EPIDEMIA
Las
medidas adoptadas, como la quema de azufre en los hogares, tienen poco efecto.
La gente adinerada deja Marsella para refugiarse en sus casas situadas en los
alrededores,18 mientras que los pobladores de
menores recursos, crean un enorme campamento en la llanura de Saint-Michel
(actual Plaza Jean-Jaurès).
El 31 de julio 1720, el parlamento de Aix-en-Provence prohíbe a los marselleses
el ingreso a su territorio, y al pueblo de la Provenza, comunicarse con ellos.
Para
el 9 de agosto, mueren más cientos personas por día.20
Las enfermerías ya no
pueden recibir más
enfermos, los cadáveres
son lanzados en las calles. A mediados de agosto, los médicos François
Chicoyneau y Verny, de la Universidad de Montpellier, llegan a Marsella por
orden del rey Felipe II de Orleans, aconsejado por el primer médico Pierre
Chirac.
A
finales de agosto, todos los distritos de Marsella se veían afectados,
inclusive el barrio Rive-Neuve, separado de la ciudad por el puerto y el vasto
arsenal des galères. A pesar de las medidas adoptadas por el municipio, era
imposible cortar toda comunicación con la ciudad vieja, desde donde se extendía
el contagio.22 Familias enteras sucumbían, ninguna calle de la ciudad vieja
estaba libre de enfermos. Llegaron a morir miles de personas al día.
Las
distintas autoridades locales implementaron muchas regulaciones dispares. Con
el fin de armonizar la reglamentación, el Consejo de Estado dicta el 14 de
septiembre de 1720 una sentencia que anulaba todas las medidas adoptadas, se
pronunciaba sobre el bloqueo de Marsella y regulaba la policía marítima. Pero
ya era demasiado tarde: la bacteria se había extendido hacia el interior,
llegando a tomar dos años de lucha para erradicar la plaga de Languedoc y
Provenza. No fue sino hasta el 22 de septiembre de 1722, cuando se ordenó la
última cuarentena en Aviñón. Se estableció un cordón sanitario para proteger al
resto de Francia, con el Mur de la peste prolongándose desde las montañas de
Vaucluse hasta el río Durance y los Alpes.
Extensión a los
municipios vecinos
Marsella
no fue la única ciudad provenzal atacada por la epidemia, también afectó a
Arlés, Aix-en-Provence y Tolón. Los pequeños municipios cercanos a estas
grandes ciudades son alcanzados igualmente: Allauch, Cassis, Aubagne, etc. Solo
el municipio de La Ciotat, protegido por sus murallas, se libró de la peste.
El
Languedoc y el Comtat sufren también la epidemia, con las ciudades de Alès y de
Aviñón. La ciudad de Beaucaire no llegó a perjudicarse, probablemente gracias a
la prudente precaución de suprimir la feria tradicional. El Gévaudan también se
contaminó, junto con las ciudades de Marvejols y Mende.
En
total, la epidemia cobró entre 90 000 y 120 000 víctimas aproximadamente
(incluida Marsella) sobre una población de 400 000 personas.2526
Los últimos focos
en el municipio de Aviñón,
se extinguieron al finalizar.
El apaciguamiento
En
octubre de 1720, la plaga comenzó a retroceder en Marsella, y las personas se
curaban con mayor facilidad. La mortalidad diaria se redujo a veinte personas.
Este descenso continuó
hasta principios de 1721, con una mortalidad diaria de una o dos personas. Los
negocios volvieron a abrir sus puertas, se reanudaron las labores en el puerto,
y la pesca se practicó nuevamente. Entre las diferentes
manifestaciones que marcaron la reactivación
de las actividades en 1721, se puede destacar por ejemplo, la reanudación de las deliberaciones de la Cámara
de Comercio, el 19 de febrero, las cuales fueron interrumpidas desde el 19 de
julio de 1720. El 20 de junio 1721, el obispo Belsunce organiza una procesión
con motivo de la fiesta del Sagrado Corazón, a pesar de las reticencias del
jefe de escuadra Charles-Claude Andrault de Langeron, quien temía un retorno de
la plaga.
La recaída de 1722
En
abril de 1722, aparecieron nuevos casos de peste, ocasionando el pánico. A
petición del obispo Belsunce, los regidores hicieron el 28 de mayo de 1722 un
voto solemne de asistir a misa cada aniversario en el Monasterio de la
Visitación, y ofrecer «una vela o antorcha de cera blanca, con un peso de
cuatro libras, adornada con el emblema de la ciudad, para quemar ese día ante
el Santísimo Sacramento». Este voto continuó siendo cumplido hasta la Revolución Francesa. Desde 1877, la Cámara de Comercio e Industria de
Marsella-Provenza volvió a tomar el voto sin mayores interrupciones hasta
nuestros días, siendo responsable de la organización de una ceremonia
religiosa, en la cual se quema una vela tal como se hacía en 1722. Esta
ceremonia tiene lugar en la Basílica del Sagrado Corazón de Marsella.
Desde
principios de agosto de 1722, la epidemia frenó. No ha habido más enfermedades
ni muertes causadas por la plaga.
Consecuencias
La
ciudad de Marsella contaba antes la peste (a principios de 1720) con
aproximadamente 90 000 habitantes. El número de muertes provocadas por esta
epidemia varía según las estimaciones: Se ubicaría entre 30 000 y 35 000
muertes33 para algunos historiadores,
mientras que para otros la cifra sería
de 50 000, tanto para la ciudad como para los alrededores.
Curiosamente,
esta pérdida de población se compensó rápidamente en solo tres o cuatro años.
Este fenómeno se explica por la disminución de la mortalidad, así como el
incremento de la tasa de nacimientos, vinculada a la multiplicación de los
matrimonios; pero principalmente debido a la inmigración desde regiones
cercanas (actual departamento de Alpes de Alta Provenza) o incluso distantes.
La inmigración reparó la mayor parte de las pérdidas.
Para
la economía, el paro es brutal, pues el puerto se debió cerrar por treinta
meses y las fábricas tuvieron que detenerse. Sin embargo, las consecuencias
debido a la plaga son difíciles de identificar, ya que se entrelazarán con las
causadas por el colapso del Sistema de Law.
Pero es obvio que la parálisis del puerto produjo un múltiple impacto en la
economía regional.
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