Abiertamente
heterófoba, Beatriz Gimeno, ex titular de la Federación Española de Lesbianas,
Gais, Transexuales y Bisexuales, es la nueva directora del Instituto de la
Mujer en España. El nombramiento causó polémica y en las redes circulan sus
frases más provocativas
Por
Claudia Peiró/infobae.com
31
de enero de 2020
Beatriz
Gimeno, nueva directora del Instituto de la Mujer de España, dependiente del
Ministerio de la Igualdad.
Designada
por la flamante ministra de Igualdad de España Irene Montero, Beatriz Gimeno es
la nueva directora del Instituto de la Mujer. La ahora funcionaria presidió la
Federación Española de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB)
hasta 2007, fue responsable del área de Igualdad de Podemos en la Comunidad de
Madrid y diputada por esa fuerza de izquierda que lidera Pablo Iglesias, esposo
de Montero.
El
nombramiento de Gimeno causó polémica por las posiciones radicales de que hace
gala y el lógico temor de que quiera promover desde el organismo que ahora
dirige la agenda sexual radical que ha enunciado en varias ocasiones.
La
nueva funcionaria había expuesto en detalle su teoría sexual en un artículo del
año 2003, cuyo título es Una aproximación política al lesbianismo, ahora
reflotado en los medios.
“El
lesbianismo -escribió Gimeno en ese paper- no es sólo una manera de vivir la
sexualidad, sino que puede ser también una opción política o vital. Para
entender [esto] hay que asumir que homosexualidad y heterosexualidad no son
equivalentes, ni son distintas maneras de vivir la sexualidad sin más, sino que
son regímenes que cumplen distintas funciones sociales”.
Ya
podemos imaginarnos dónde está el bien y dónde el mal. Dónde lo “correcto” y
dónde el “error”.
El
párrafo antes citado es la introducción a su definición más radical: “La
heterosexualidad, el régimen regulador por excelencia, no es la manera natural
de vivir la sexualidad, sino que es una herramienta política y social con una
función muy concreta que las feministas denunciaron hace décadas: subordinar
las mujeres a los hombres”.
Heterosexualidad
y patriarcado son una sola y misma cosa. O, mejor dicho, la primera es la
herramienta de la segunda. Citando a Ivan Illich, Gimeno define a la
heterosexualidad como “un régimen regulador de la sexualidad que tiene como
finalidad contribuir a distribuir el poder de manera desigual entre mujeres y
hombres construyendo así una categoría de opresores, los hombres, y una de oprimidas,
las mujeres”.
El
asunto está clarísimo: si la heterosexualidad es el instrumento de la opresión
de todas las mujeres, la liberación del género femenino es, naturalmente, el
lesbianismo.
Así
lo formula Beatriz Gimeno: “Si reconocemos que el poder masculino se ha
ejercido sobre las mujeres, sobre todas las mujeres, a través de la institución
de la heterosexualidad, es lógico esperar encontrar resistencia a esta
institución en cualquier época; y así ha sido. La heterosexualidad es la
herramienta principal del patriarcado y la resistencia de las mujeres a esta
institución comienza con el cuerpo, puesto que es el cuerpo el que está en
juego; la resistencia comienza con un cuerpo que se niega y que dice ‘No’ a la
opresión”.
Para
Gimeno, ser lesbiana no es simplemente una inclinación sexual, es estar a la
vanguardia de la liberación femenina. Es el estado ideal de toda mujer.
“Las
feministas lesbianas defendemos que el lesbianismo es una opción de vida”.
insiste.
Y
avisa que cualquier mujer “puede ser lesbiana” porque “no hay una construcción
ideológica rígida de la feminidad”. [El documento completo de Gimeno puede
leerse en la página de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y
Bisexuales].
Curiosamente,
quienes tildan todo de “construcción cultural”, suelen ser insistentes en imponer
sus opciones a los demás.
La
lactancia materna también es blanco de los ataques de Gimeno. Es difícil negar
la biología en esto, pero siempre se la puede relativizar. Así, la activista ha
escrito cosas tales como: “La lactancia materna no es una cuestión
exclusivamente biológica, sino que es también una práctica política. En este
trabajo se pone de manifiesto la presión que el sistema patriarcal ha ejercido
casi siempre sobre las madres para que den de mamar y la resistencia frente a
esta obligatoriedad".
La propuesta “anal” de
Beatriz Gimeno
Basada
en su requisitoria contra la heterosexualidad, Gimeno formula una propuesta que
probablemente haya sido la más comentada en estos días en España, con las
consabidas ironías, chistes e incluso exabruptos, ya que roza lo escatológico.
La
agenda sexual radical de la nueva directora del Instituto de la Mujer incluye
propuestas tales como convocar a las mujeres a penetrar analmente a los hombres
como camino hacia la verdadera igualdad de género.
Una
reseña del libro Por el culo. Políticas anales (sic), publicada en 2011 en
Wayback Machine, fue la ocasión para Beatriz Gimeno de exponer su teoría del
cambio: “El ano es una de las principales zonas erógenas para hombres y mujeres
-escribió-, pero especialmente para los hombres. Estoy convencida, cada vez
más, que para que se produzca un verdadero cambio cultural tienen que cambiar
también las prácticas sexuales hegemónicas y heteronormativas y que sin ese
cambio, que afecta a lo simbólico y a la construcción de las subjetividades, no
se producirá un verdadero cambio social que iguale a hombres y mujeres”.
En
otra parte del artículo, Gimeno tranquiliza a las mujeres que, frente a “la
expresión de un deseo sexual” (vinculado a esa parte del cuerpo, se entiende),
cambiaban la percepción de sus compañeros. “Aparecía la desconfianza”, el temor
de haber estado viviendo con un falso heterosexual. “Incluso en parejas que se
supone que eran igualitarias”, afirma. “Para estas mujeres sólo los gays pueden
disfrutar sexualmente del ano”, dice Gimeno, asegurando que no es así.
Los
sexólogos dirían que, entre adultos, todo vale. El problema es la carga que
Beatriz Gimeno le pone al asunto; una carga que roza la vindicta, en nombre de
¿siglos? de opresión de todas las mujeres por una sexualidad que ella rechaza y
por lo tanto considera negativa para el conjunto.
Su
formulación es clara: “Me gustaría contribuir a problematizar la siguiente
cuestión: dado el profundo simbolismo asociado al poder y a la masculinidad que
tiene en la cultura patriarcal la penetración (a las mujeres), ¿qué podría
cambiar, qué importancia cultural tendría una redistribución igualitaria de
todas las prácticas, de todos los placeres, de todos los roles sexuales,
incluida la penetración anal de mujeres a hombres?”.
Las
posturas de Gimeno no son compartidas por todas las feministas de España, desde
ya. De hecho, ella las increpa con su argumento de que “no solo las feministas
lesbianas” deben “tener una agenda sexual cuestionadora del heteropatriarcado,
sino que también las feministas heterosexuales también deberían tener una
agenda sexual radical”. Ahora bien, muy probablemente tampoco todas las lesbianas
coincidan con Gimeno.
Es
natural en definitiva que haya causado polémica el nombramiento en un Instituto
de la Mujer de alguien que está lejos de representar al conjunto de mujeres.
Ahora
bien, no debe pensarse que posturas extremas como la de Beatriz Gimeno son una
rareza o una excentricidad nada más. El hecho de que muchas feministas -que
seguramente dirían que no comparten el ideario de la nueva directora del
Instituto de la Mujer- hayan pasado de hablar de patriarcado a usar el término
“heteropatriarcado” es una forma más o menos inconsciente de ir adoptando el
discurso heterofóbico de las activistas lesbianas radicalizadas. El
lesbofeminismo es una corriente, minoritaria, pero corriente al fin del
feminismo. Una de sus teóricas, la ensayista francesa Mónica Wittig, critica lo
que llama heterofeminismo y ha sido una de las primeras en postular que el sexo
no es algo dado sino una construcción sociopolítica.
Tal
vez las feministas deberían diferenciarse de quienes llegan a postular
abiertamente que “la pareja heterosexual” es un factor de riesgo para las
mujeres.
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