Una de las técnicas fomentadas por los psicólogos era el "waterboarding"
Lioman Lima-@liomanlima-BBC
News Mundo
Cuando
Jalid Sheij Mohammed, el pakistaní considerado autor intelectual de los ataques
del 11-S, volvió a cruzar el martes los pasillos de la corte militar de Estados
Unidos en la Base Naval de Guantánamo, se encontró por primera vez en muchos
años con un viejo conocido.
Allí
estaba también el psicólogo estadunidense James E. Mitchell, quien junto a su
colega Bruce Jessen fue el responsable de idear —y en muchos casos, probar,
implementar y evaluar— las técnicas de tortura que utilizó la CIA en sus bases
secretas contra los detenidos tras el ataque a las Torres Gemelas de Nueva
York.
Y
quien, según admitió durante la audiencia, las supervisó y practicó a muchos de
los detenidos, entre ellos el propio Mohammed.
"Fue
muy chocante que la gente que él mismo torturó estuviera en esa sala y que
(Mitchell) dijera delante de ellos que los volvería a torturar de nuevo",
le cuenta a BBC Mundo Julia Hall, experta de Amnistía Internacional que asiste
a las audiencias en Guantánamo.
Hubo
un cambio de roles: esta vez fueron los acusados los que escuchaban mientras el
psicólogo respondía.
Por
primera vez desde que comenzaron las audiencias en Guantánamo en 2002 —y por
dos semanas—, Mitchell y su colega Jessen son cuestionados por los abogados de
los detenidos sobre las técnicas que idearon en los primeros años de la llamada
"guerra contra el terror".
"James
Mitchell entró y fue claro: dijo que no se arrepentía del programa o de la
forma en la que estuvo involucrado. No se disculpó, no mostró ninguna forma de
arrepentimiento y reconoció en la corte que él mismo había practicado
waterboarding (un método que hacen sentir a la persona que se ahoga) y otras
técnicas de abusos", agrega.
Algunas
organizaciones de derechos humanos esperan que los testimonios traigan luz
sobre la escala del programa de tortura, así como sobre la culpabilidad de
altos funcionarios o el papel del FBI, uno de los grandes secretos de estos
años.
"Su
testimonio puede revelar detalles adicionales sobre el programa de tortura de
la CIA y, en mi opinión, cada pequeño paso adelante para comprender lo que
sucedió es importante y necesario si alguna vez queremos lograr algún tipo de
responsabilidad", comenta a BBC Mundo Wells Dixon, abogado del Center for
Constitutional Rights, una organización de defensa legal en la que se dedica a
desafiar lo que considera detenciones ilegales en Guantánamo.
James E. Mitchell, de
68 años, se unió a la Fuerza Aérea en 1974 y se especializó en desactivar
bombas antes de doctorarse en psicología
Pero
los expertos también dudan de la legitimidad de estas audiencias o de sus
posibles impactos, dado que se realizan en una corte militar que ha sido
profundamente cuestionada en los últimos años.
"El
objetivo de las comisiones militares nunca ha sido lograr el progreso, y
ciertamente tampoco la justicia o la responsabilidad por actos terroristas como
el 11 de septiembre. Más bien, el propósito ha sido y sigue siendo preservar el
status quo, evitar la liberación de los exdetenidos de la CIA y encubrir los
detalles de su tortura y, en última instancia, que la CIA evite la responsabilidad
por la tortura", indica Dixon.
En
criterio del experto, el testimonio de Mitchell ahora es simplemente un
recordatorio de cuánto tiempo ha llevado llegar a este punto en el que una de
las principales personas responsables de tortura dsea a testificar en el
tribunal de Guantánamo.
"También
un recordatorio de cómo todavía no se ha tenido en cuenta lo que sucedió con
las víctimas de tortura de la CIA. Todavía no ha habido ninguna responsabilidad
significativa. Indudablemente, esta es la razón por la cual Mitchell se ofreció
a testificar, porque aparentemente no tiene nada que temer y es una oportunidad
para defender sus acciones que son, seamos honestos, completamente
indefendibles por cualquier estándar legal o moral", agrega.
La "guerra contra
el terrorismo"
Los
ataques de septiembre de 2001 llevaron a EE.UU. a la campaña más larga y
costosa de su historia: la llamada "guerra contra el terrorismo".
Las
operaciones internacionales, apoyadas por países aliados y la OTAN, conllevaron
no solo a abrir frentes de batalla en varias naciones de Medio Oriente, sino
también a una cacería de los principales líderes y miembros de lo que EE.UU.
consideraba "organizaciones terroristas".
Desde
inicios de la década del 2000, las cabezas de supuestos miembros de Al Qaeda,
el Talibán y otros grupos extremistas comenzaron a figurar en la lista de los
más buscados del mundo.
Y
en ella, los presuntos responsables detrás del 11-S ocuparon los primeros
escaños.
Desde
enero de 2002, comenzaron a llegar a Guantánamo los primeros presos y poco a
poco la cárcel improvisada en una base militar en el oriente de la isla de Cuba
se llenó con algunos de los hombres más peligrosos del mundo.
Khalid Sheikh Mohammad
fue capturado por primera vez en Pakistán en 2003.
Pero
no fue la única: Estados Unidos comenzó a crear centros de detención secretos
en numerosos países del mundo, donde los prisioneros eran interrogados para
obtener información sobre Al Qaeda y potenciales "ataques
terroristas".
"El
informe de tortura del Senado muestra que la CIA estaba completamente mal
equipada para detener e interrogar a los detenidos después del 11 de
septiembre", recuerda Dixon.
"La
agencia estaba desesperada y agitada tras su fracaso para evitar los ataques
(incluso por no alertar al FBI de que algunos de los secuestradores estaban en
EE.UU. antes de los ataques) y, sospecho, la CIA querían venganza, por lo que
recurrieron a Mitchell y Jessen, quienes ofrecieron soluciones rápidas y
fáciles", agrega.
Psicología del terror
Según
el abogado, fue entonces cuando los dos psicólogos que habían hecho carrera en
las fuerzas armadas, comenzaron a colaborar con la Agencia Central de
Inteligencia para diseñar "técnicas de interrogatorio severo".
"Mitchell
y su colega Jessen fueron psicólogos militares que la CIA contrató para
interrogar a los detenidos después del 11 de septiembre, aparentemente para
obtener información de inteligencia importante, que, como sabemos ahora, no
pudieron obtener", indica.
Ambos
trabajaron como contratistas por meses para la agencia y establecieron una
compañía privada en 2005 ( Mitchell Jessen y Asociados, con oficinas en el
estado de Washington y Virginia) para proveer a la agencia con los métodos y
los mecanismos para sacar información a los presos de la "guerra contra el
terror".
El
programa se llamó, eufemísticamente, "interrogatorio mejorado".
"Ese
programa buscaba que los interrogados proveyeran información que la CIA
consideraba valiosa de los detenidos a través de severas técnicas de tortura y
fueron justificados con una serie de memos que aseguraban que los efectos
serían mínimos.
La llamada
"guerra contra el terrorismo" ha arrojado muchas sombras sobre los
métodos utilizados por las autoridades para obtener confesiones.
Entre
otras técnicas, además del ahogamiento simulado, los reos eran encerrarlos en
pequeñas cajas, sometidos a condiciones de soledad extrema, privación del
sueño, manipulación de la dieta, desnudez forzada o abuso rectal.
"Todas
esas técnicas, desde un punto de vista legal, son consideradas sin lugar a duda
formas tortura y el propio presidente Obama lo reconocería", afirma Hall.
Según
datos de una investigación del Senado, la CIA pagaba a Mitchell y Jessen
US$1.800 por día y la compañía que crearon recibió US$80 millones por sus
servicios hasta que se rescindió su contrato en 2009.
Esto
ocurrió después de que la CIA ya había aceptado pagar un contrato de
indemnización de US$5 millones que cubría, entre otras cosas, procesamientos
criminales.
Según
el contrato actual, la agencia está obligada a pagar gastos legales de la
empresa hasta 2021.
Falta de capacidad
Según
un informe del Senado, "ninguno de los dos psicólogos tenía experiencia
dirigiendo interrogatorios, ni tampoco conocimiento específico sobre Al Qaeda,
experiencia en la lucha contra el terrorismo o conocimientos culturales o
lingüísticos relevantes".
Aunque
en un inicio sus nombres fueron mantenidos en secreto y aparecían en los
informes con los pseudónimos de Dr. Grayson Swigert y Dr. Hammon Dunbar, desde
que se conoció su identidad, muchas organizaciones han pedido que sean llamados
a testificar sobre sus acciones.
La
Asociación Estadounidense de Psicología los expulsó de sus filas y rechazó
públicamente sus métodos por "violar la ética de la profesión y dejar una
mancha en la disciplina".
"Eran
charlatanes, que cometieron actos atroces de crueldad y barbarie al amparo de
una pseudociencia por la que el gobierno de Estados Unidos pagó US$80
millones", indica Dixon.corto plazo", señala Hall.
Los grupos defensores
de derechos humanos han realizado innumerables protestas solicitando
infructuosamente el cierre de Guantánamo.
Sin
embargo, ambos psicólogos aseguran que actuaron por el bien de su país y que
las técnicas que implementaron estaban diseñadas para reducir al máximo el
sufrimiento de los reos, a la que vez que ayudarían a obtener información
valiosa.
Un
informe posterior del Senado, no obstante, mostró que existían dudas de que las
técnicas empleadas hubieran servido realmente para obtener alguna información
decisiva que contribuyera a la seguridad nacional de Estados Unidos.
"Una
de las cosas que volvió a confirmar este caso es que la tortura no es solo
inmoral e ilegal, sino también inefectiva", señala Hall.
Tras el juicio en
Guantánamo
Según
los expertos consultados por BBC Mundo, los testimonios de Mitchell y Jessen
pueden ser vistos como una de las señales de que el juicio contra los acusados
de los atentados del 11-S nunca se realizará.
Las
vistas están programadas para enero del próximo año, pero muchos dudan que
Guantánamo esté preparado para entonces a nivel de infraestructura para acoger
un evento de ese tipo.
"Indudablemente,
esta es la razón por la cual Mitchell se ofreció a testificar, porque
aparentemente no tiene nada que temer y es una oportunidad para defender sus
acciones que son, seamos honestos, completamente indefendibles por cualquier
estándar legal o moral", opina Dixon.
George W Bush era el
presidente de EE.UU. cuando se aprobó el programa.
Según
el experto, parece muy probable que su testimonio tenga poco efecto práctico,
tanto en términos de avanzar el caso del 11 de septiembre como de obtener
responsabilidad de la CIA por la tortura de la CIA.
Sin
embargo, cree que puede revelar detalles adicionales sobre el programa de
tortura.
"Tomó
muchos años responsabilizar a torturadores como Pinochet y otros por sus
crímenes durante la Guerras Sucias en América Latina y en otros lugares.
Tenemos un largo camino por recorrer en términos del programa de tortura de la
CIA, pero estoy seguro de que llegaremos allí", agrega.
Pese a las polémicas
que la rodean, la prisión de Guantánamo sigue albergando prisioneros.
Hall
también duda que los testimonios de Mitchell y Jessen vayan a aportar algún
elemento decisivo en Guantánamo, pero cree que el hecho de que hayan sido
llamados a testificar puede servir para recordar lo que sucedió en las cárceles
secretas de EE.UU. y el impacto que tuvo en el resto del mundo.
"Lo
que hicieron estos psicólogos significó una involución dramática en la lucha
global contra la tortura, porque los métodos de interrogación que defendieron
han tenido un efecto en todo el mundo", señala.
"Y
lo más chocante ha sido ver a Mitchell tan desafiante, diciendo que lo haría
todo de nuevo".
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