Los años bisiestos
aparecen antes de nuestra era cuando el emperador romano Julio César creó un
calendario para pretender corregir la diferencia de casi seis horas existente
entre la duración real del año civil de 365 días y el denominado año trópico o
solar.
Autor:
Orfilio Peláez | orfilio@granma.cu
Asociados
en algunas zonas del planeta con la mala suerte y la casual ocurrencia de
memorables tragedias, los años bisiestos aparecen antes de nuestra era cuando
el emperador romano Julio César creó un calendario para pretender corregir la
diferencia de casi seis horas existente entre la duración real del año civil de
365 días y el denominado año trópico o solar, referido al tiempo que demora la
Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol.
Para
superar esa irregularidad, buscó la asesoría de un astrónomo nombrado
Sosígenes, quien sugirió sumar al calendario Juliano un día adicional cada
cuatro años en el mes de febrero, el más corto del almanaque con una duración
habitual de 28 días. La modificación no resolvió el problema, pues en la
práctica el referido calendario era 11 minutos y 14 segundos más largo que el
año trópico.
Con
el paso de los siglos el asunto se agudizó al desplazarse cada vez más el
comienzo de la primavera en el año calendario, con respecto al año astronómico.
Así por ejemplo en 1582 el equinoccio de primavera en el hemisferio norte tuvo
lugar el 11 de marzo y no el 21, como suele suceder.
Ello
motivó que el Papa Gregorio XIII, asesorado por el astrónomo Klavius, decidiera
ese propio año reformar de forma brusca el calendario, para lo cual eliminó de
un golpe diez días del décimo mes, al disponer que después del 4, el día 5 de
octubre fuera contado como el 15. Gracias a lo mencionado, al año siguiente el
inicio de la primavera volvió a coincidir con la fecha prevista.
Para
evitar futuras irregularidades, el Papa Gregorio XIII eliminó también tres años
bisiestos cada cuatrocientos años del nuevo calendario gregoriano y estableció
la regla, todavía vigente, de que solo serían años bisiestos aquellos
divisibles entre cuatro, excepto los últimos de cada siglo que mantendrían esa
condición si eran divisibles por 400. Lo anterior explica que no fueran
bisiestos 1700, 1800 y 1900, y sí tuvieron dicha clasificación el 1600 y el
2000.
Al
estar bajo el dominio de España, Cuba adoptó el calendario gregoriano en 1583,
es decir, al año siguiente de haber sido implementado por la Iglesia católica.
Resulta
curioso mencionar que todavía hay una diferencia de 26 segundos entre el tiempo
empleado por la Tierra en completar una vuelta alrededor del Astro Rey, y la
duración exacta del calendario gregoriano.
Interesante
tema. Curiosamente la diferencia se debe a que el año 2000, a pesar de cumplir
con la regla gregoriana de año bisiesto, se debió suprimir como tal, ya que al
finalizar el año 1999, el calendario actual vigente desde el 15 de octubre de
1582, estaba perfectamente sincronizado con el calendario solar, es decir que
desde el 15 de octubre de 1582 hasta el 31 de diciembre de 1999, el calendario
gregoriano había contado un total de 152384 días, la misma cantidad de vueltas
que había dado La Tierra sobre su eje en ese período. Haciendo los cálculos
adecuados y con una exquisita rigurosidad se puede comprobar que a partir de la
sincronización del calendario, en vez de suprimir 3 bisiestos cada 400 años, se
suprime un bisiesto cada 128 años, o sea cada 32 períodos de 4 años, la
diferencia de calendarios se reduce prácticamente a cero. Este descubrimiento
lo hizo un científico aficionado de Guantánamo y su trabajo salió en la década
de los 80 en la revista Bohemia. Yo que soy un apasionado de la física, la
matemática y la astronomía, me puse a investigar en internet la historia de los
años bisiestos y al realizar los cálculos y comprobar que este científico tenía
razón, me invadió una sensación de infinita gratitud hacia este señor, al cual
no tengo el placer de conocer. El problema es complejo ya que la ciencia ha
comprobado que La Tierra está ralentizando su rotación alrededor de su eje
debido principalmente al efecto de las mareas y este efecto ha de tenerse en
cuenta a la hora de ajustar el calendario.
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