Amauris
Taveras
EL HOMBRE MEDIOCRE, del
maestro José Ingenieros, es una obra indispensable en la mueblería de cada
cerebro humano. FRAGMENTO: (...) Los hombres sin ideales son cuantitativos;
pueden apreciar el más y el menos, pero nunca distinguen lo mejor de lo peor.
(…) El hábito organiza la
rutina y nada crea hacia el porvenir; sólo de los imaginativos espera la
ciencia sus hipótesis; el arte su vuelo; la moral sus ejemplos; la historia sus
páginas luminosas. Son la parte viva y dinámica de la humanidad; los prácticos
no han hecho más que aprovecharse de su esfuerzo, vegetando en la sombra. Todo
porvenir ha sido una creación de los hombres capaces de presentirlo,
concretándolo en infinita sucesión de ideales. Más ha hecho la imaginación
construyendo sin tregua, que el cálculo destruyendo sin descanso. La excesiva
prudencia de los mediocres ha paralizado siempre las iniciativas más fecundas.
Y no quiere esto decir que la imaginación excluya la experiencia: ésta es útil,
pero sin aquélla es estéril. (…)
◘
Toda juventud es inquieta. El impulso hacia lo mejor sólo puede esperarse de
ella: jamás de los enmohecidos y de los seniles. (…)
◘
El concepto de la normalidad humana sólo podría ser relativo a determinado
ambiente social; ¿serían normales los que mejor “marcan el paso”, los que se
alinean con más exactitud en las filas de un convencionalismo social? En este
sentido, el hombre normal no sería sinónimo de hombre equilibrado, sino de
Hombre domesticado; la pasividad no es un equilibrio, no es complicada
resultante de energías, sino a su ausencia. (…) El equilibrio entre dos
platillos cargados no puede compararse con la quietud de una balanza pasiva.
(…)
◘
El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia
imitativo y está perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las
rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad.
◘
La Rutina es un esqueleto fósil cuyas piezas resisten a la carcoma de los
siglos. No es hija de la experiencia; es su caricatura. La una es fecunda y
engendra verdades; estéril la otra y las mata.
◘
La Rutina, síntesis de todos los renunciamientos, es el hábito de renunciar a
pensar. En los rutinarios todo es menor esfuerzo; (…)
◘
En el verdadero hombre mediocre la cabeza es un simple adorno del cuerpo. Si
nos oye decir que sirve para pensar, cree que estamos locos.
◘
El escritor mediocre es peor por su estilo que por su moral. Rasguña
tímidamente a los que envidia; en sus collonadas se nota la temperancia del
miedo, como si le erizaran los peligros de la responsabilidad. Abunda entre los
malos escritores, aunque no todos los mediocres consiguen serlo; muchos se
limitan a ser terriblemente aburridos, acosándonos con volúmenes que podrían
terminar en el primer párrafo. (…)
◘
Si existiera la moral eterna -y no tantas morales cuantos son los pueblos-
podría tomarse en serio la leyenda bíblica del árbol cargado de frutos del bien
y del mal. Sólo tendríamos dos tipos de hombres: el bueno y el malo, el honesto
y el deshonesto, el normal y el inferior, el moral y el inmoral. Pero no es
así. Los juicios de valor se transforman: el bien de hoy puede haber sido el mal
de ayer, el mal de hoy puede ser el bien de mañana. Y viceversa.
◘
Cuando se afirma que somos mejores que nuestros abuelos, sólo quiere expresarse
que lo somos ante nuestra moral contemporánea. Fuera más exacto decir que
diferimos de ellos. (…)
◘
(…) La insuficiencia del esfuerzo equivale a la desorientación del impulso: el
mérito de las acciones se mide por el afán que cuestan y no por los resultados.
(…)
◘
El lacayo pide; el digno merece. (…) Ser digno significa no pedir lo que se
merece, ni aceptar lo inmerecido. (…)
◘
Toda la psicología de la envidia está sintetizada en una fábula, digna de
incluirse en los libros de lectura infantil.
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