Santos
Aquino Rubio/22 agosto, 2018 133
Los medios de comunicación
y las llamadas oficinas de Relaciones Públicas están repletos de usurpadores
que, sin tener conciencia de la importancia que para la democracia tienen ambos
ejercicios, los asumen sin tomar en cuenta el daño que hacen.
Es una pena, pero
cualquiera que fracasa en la política o en determinadas profesiones, se refugia
preferentemente en los medios de comunicación, no importa su modalidad y
quienes consideran que Relaciones Públicas es simplemente organizar eventos o
convocar medios, hacen lo propio.
Al menos, el ejercicio del
periodismo ha sido regulado, aunque en forma mostrenca, para garantizar la
vigilancia del ejercicio, pero ningún órgano ha asumido con certeza, moral y
ética, ese importante rol.
En un país como el
nuestro, donde manda el que asume las riendas del Estado y dispone quien tiene
el poder económico, el ejercicio de un periodismo objetivo y sano ha pasado a
mejor vida, porque el clientelismo y el amiguismo politiqueros se lo han
llevado entre sus garras.
Hoy en día, hablar de una
modificación sustancial y efectiva a la Ley 10-91, es simple perorata, porque
no hay interés de nadie en que las cosas cambien y, menos aún, en que las
empresas sacrifiquen un poco sus beneficios para aportar el 0.5 por ciento que
plantea la legislación vigente.
Aquí, la libertad de
empresa tiene campo, pero la libertad de prensa mantiene el sesgo que produce
la censura, y pese a que los medios son cada vez más, menos servicios, con
honradas excepciones, están prestando al país, porque sus intereses están
primero.
En torno a las Relaciones
Públicas, se debe seguir creando conciencia y procurar que algún día se legisle
para su ejercicio, porque es otro pelo en el salcocho para el correcto
ejercicio de una disciplina tan importante para el desarrollo, proyección y
sostenimiento de la imagen de la empresa, las instituciones y del país. Aún hay
tiempo para el cambio. EL CARIBE
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