ANTES
DE COMETER ASESINATOS PIDIO PERDÓN A SU HIJA DE 9 AÑOS
Viviano
de León
Sabana Las Mayas, Yamasá.-
“Mi hija, vengo a pedirte perdón por lo que voy a hacer, yo sé que no está
bien, pero tengo que hacerlo”, esas fueron las últimas palabras del sargento de
la Armada Dominicana, Fidel Adón de Paula, a su hija de 9 años, antes de
asesinar a balazos a su expareja,
Aurelina Báez de León, y a la madre de esta, Juana Báez.
Hace seis meses, Aurelina había decidido venir a vivir con su madre a esta comunidad, en una
vivienda a medio construir, y de apenas una habitación, adonde llegó en busca
de seguridad, porque al lado de Adón se sentía amenazada.
Pero la suerte no la
protegió, porque a pesar de que salió huyendo cuando el victimario llegó en
busca de ella, varios de los disparos
impactaron su cuerpo, cayendo abatida en la puerta de la casa de un
vecino del sector.
Logrado ese objetivo, Adón
volvió a la casa, cargando su horrible objetivo de eliminar a la madre de ésta,
su suegra, a quien disparó seis veces. Ambas, madre e hija, fallecieron de
inmediato ante los ojos de una comunidad, que nunca había presenciado ni
sufrido ningún tipo de tragedia, según expresaron residentes.
En medio de la balacera
resultaron heridos un niño de un año, hijo de una hermana de
Adelina, así como el esposo de otra de sus hermanas, Luis Arturo de la Rosa. El
niño fue trasladado al hospital Robert Reid Cabral, donde recibió atenciones médicas. El militar, un sargento
mayor de la Armada Dominicana, luego de
cometer el doble asesinato se suicidó, ahorcándose con los cordones de sus zapatos. Estaba de servicio en una de las
estaciones del Metro de Santo Domingo, donde trabajaba, pero decidió abandonar
sus labores y viajó hasta esta comunidad, a unos 40 kilómetros de Santo
Domingo, para ir en busca de su expareja, celoso, porque, según versiones de
familiares y vecinos, esta se resistía a
reconciliarse con él.
Adón de Paula no
poseía arma de reglamento, por lo que
antes de salir de su trabajo, según se informó, se dirigió a la casa de guardia
de la estación, donde tomó la pistola de uno de sus compañeros, que descargó en
los cuerpos de Aurelina Báez y su madre, Juana Báez.
Según cuentan familiares y
vecinos, Adón de Paula y Aurelina
llevaban seis meses separados, pero él estaba empecinado en que
volvieran, a lo que ella y su madre se resistían, ya que la maltrataba constantemente.
La tragedia deja dividida
y desmembradas a dos familias residentes en esta comunidad, cuyas casas están a
una distancia de apenas 50 metros. Ahora
solo les queda llorar y sepultar los
cadáveres del suicida y las mujeres
asesinadas.
Aurelina y Adón procrearon
dos hijos de uno y dos años de edad que están en la orfandad, sin madre, padre
y sin su abuela materna, además de otros tres hijos que Adón había procreado en
un matrimonio anterior.
La madre de Aurelina deja
en la orfandad a otros cinco hijos, que en medio de llantos se lamentaban de no
haber ayudado a su hermana a irse lejos de Adón, “porque él la maltrataba y la
amenazaba; se iba de parranda y llegaba a la seis de la mañana y cuando ella le
reclamaba le tiraba la ropa a la calle”.
De otro lado, los
padres del asesino-suicida, Nieve Adón
de Paula y Blacina de la Cruz, definen a su hijo como una persona tranquila que
nunca mostró signos de violencia, por lo que expresaron un gran dolor por su
muerte, a la vez que pidieron perdón a los
familiares de las víctimas.
LA
COMUNIDAD LLORA Y LAMENTA LA TRAGEDIA
Mientras las víctimas eran
levantadas por los fiscales y el médico legista, unos lloraban y se lamentaban
por la tragedia. Es una comunidad virgen respecto a este tipo de asesinato,
nunca habían presenciado algo similar. Todavía allí, a pesar de su cercanía a
la ciudad, en el paraje Las Mayas, existen los caminos vecinales, llenos de
piedras y con apenas alcantarillas.
Sus residentes se
lamentaban señalando que “es la primera vez que esto ocurre aquí, es un paraje
habitado por casitas, apenas techadas de zinc y algunas con piso de tierra. La
miseria aflora por doquier, pero el mal ahora está donde quiera”.
Los niños inocentes al
fin, jugaban al lado de los cadáveres, como si nada hubiese pasado. La parte
dura toca ahora a esas dos familias, que antes amigas y unidas, después de esto
tendrán que acudir a Dios para curar el dolor y el odio que esto pueda dejar en
sus corazones.
Lo cierto es que, a partir
de este momento en el paraje Las Mayas, existe un antes y un después. Ayer, una
comunidad sana, unida y sin tragedia. Hoy, habitantes llenos de dolor al ver
partir a destiempo a tres de sus miembros, y de qué manera.
“Es que lo que está...
escrito está, la gente lo escucha y no lo quiere creer, el fin está cerca,
porque siempre escuchábamos cosas así, pero en Santo Domingo, en Santiago, pero
que haya ocurrido aquí en nuestra comunidad, es algo que nos parece increíble”,
dijo Miguelina pascual residente en esta comunidad.
Tras su testimonio
llegaban predicadores de diferentes religiones a orar por los familiares de las
víctimas y por la comunidad para que algo similar no vuelva ocurrir.
“Aquí se hace necesario la
presencia de Dios, de ahora en adelante estaremos en vigilia permanente para
cubrirnos todos y que el señor nos ampare siempre”, dijo Juan Ramón Gómez,
familiar del victimario.
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