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Haití: Nuestra mayor desgracia (Parte 1)

lunes, 22 de mayo de 2017

Publicado por prensalibrenagua.blogspot.com
En 1606 un absurdo gobernador español de los tantos que tuvimos ordenó el desalojo de las poblaciones de la parte noroeste de la isla para según el de esta manera erradicar el contrabando que se daba entre estos habitantes y piratas franceses, ingleses y holandeses que habían hecho puerto en la isla Tortuga. Los habitantes de Monte Cristi y Puerto Plata fueron enviados al interior de la isla a una nueva población que se le dio por nombre Monte Plata fusionando ambos nombres, igual sucedió con Bayajá y La Yaguana de cuyo traslado y fusión nació Bayaguana.
A este acontecimiento la historia lo conoce como las Devastaciones de Osorio haciendo honor (por llamarle de algún modo) a su autor y ejecutor quien era una especie de genio invertido pues sucede que como la zona noroeste quedo despoblada pronto se convirtió en un gran hato silvestre, miles de cerdos, reses y otros animales pastoreaban sin control en estas tierras que se extendían hasta lo que hoy es Haití.
Dentro de los piratas, corsarios, mercenarios y todo tipo de aventureros que convirtieron la isla Tortuga en su centro de operaciones existían dos grupos que se especializaban en el robo de ganado y la posterior comercialización de sus carnes y pieles, las devastaciones le proporcionaron más materia prima de la que ellos se podían imaginar. Pronto abandonarían la Tortuga y se asentarían en la isla grande.
Estos aventureros eran llamados bucaneros y filibusteros y en su gran mayoría eran franceses, una vez asentados en nuestra isla además del comercio de los insumos derivados del ganado también experimentaron con la siembra de frutas y tabaco, tuvieron muchísimo éxito, tanto que solicitaron a Francia que reclamara esa parte de la isla a España lo cual se materializó en el Tratado de Ryswick de 1697, así nace Saint-Domingue hoy Haití.

Cien años después Saint-Domingue era la colonia francesa más rica y de la cual dependía más del 60% de la economía del imperio pero estaba empezando a sufrir pérdidas por las constantes rebeliones de esclavos africanos que habían sido traídos por miles desde el Dahomey en el África subsahariana para realizar el trabajo pesado en las grandes plantaciones y campos de producción.
El 14 de Agosto de 1791 un sacerdote vudú llamado Boukmann y una célebre sacerdotisa de nombre Celidé Fatiman encabezaron una multitudinaria concentración donde los esclavos a ritmo de tambores y bebiendo sangre de jabalíes en nombre de todas las deidades de esta antigua religión africana juraron liberarse de sus amos franceses. La acción no se hizo esperar y ocho días después estalló la llamada Noche de Fuego donde los esclavos enardecidos quemaron miles de hectáreas de producción agrícola y degollaron a cientos de franceses, este estado de cosas se prolongaría hasta el año nuevo de 1801 cuando Jean Jacques Dessalines proclama la independencia de Haití abriendo otro capítulo en la terrorífica historia de ese país.
Con lo expuesto queda claro que Haití no nace de un ideario de nación ni de una estrategia política, social o económica, sino de una necesidad de libertad pero en su expresión más primitiva, la del esclavo frente al amo, figurando en este todos sus males ancestrales desde su lejana África hasta esta isla donde lo arrojaron encadenado desde un barco de muerte, por eso ante la desconexión con un territorio que no es el propio y la supresión total de su estilo de vida en las tribus africanas busca la solución en el rito del vudú el cual junto al creole define su identidad, son Boukmann y Celidé quienes definirán el “yo” haitiano frente a las terribles condiciones de su entorno, el vudú seria su apoyo y fortaleza para la resistencia frente a la esclavitud y siempre fue un instrumento de los lideres libertarios para la movilización de las masas.
El gran intelectual haitiano Jacques Stephen en su libro “Mi compadre el general Sol” (1955) identifica tres flagelos históricos que mortifican al pueblo haitiano, el primero es el hambre ancestral, el segundo es el poder dictatorial y el tercero es su inexorable destino existencial de condenados de la tierra y como únicas dos soluciones plantea la adopción del socialismo como sistema político o la emigración a Republica Dominicana como única posibilidad de sobrevivir al calvario, a lo mismo incita Anthony Lespes, otro gran pensador del vecino país quien en el prólogo de su obra “Las Semillas de la Ira” (1990) le dice a su pueblo: Deben irse, en Haití la tierra no da ni sirve”.
En realidad Haití no existe, para el pueblo llano solo es un lugar del que hay que marcharse para poder sobrevivir, para sus élites un lugar para ser explotado, para los gobernantes es solo una tarima desde donde ejercen un poder degenerado, para las potencias mundiales es un lugar que hay que ignorar y para nosotros es un gran problema que nos provocó el gobernador Osorio y que nos ha perseguido por más de cuatrocientos años y que no vemos manera de resolver.
Haití es, sin hipocresías, nuestra mayor desgracia.
Autor Geraldo Fernandez/Arquitecto



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