En 1606 un absurdo
gobernador español de los tantos que tuvimos ordenó el desalojo de las
poblaciones de la parte noroeste de la isla para según el de esta manera
erradicar el contrabando que se daba entre estos habitantes y piratas
franceses, ingleses y holandeses que habían hecho puerto en la isla Tortuga.
Los habitantes de Monte Cristi y Puerto Plata fueron enviados al interior de la
isla a una nueva población que se le dio por nombre Monte Plata fusionando
ambos nombres, igual sucedió con Bayajá y La Yaguana de cuyo traslado y fusión
nació Bayaguana.
A este acontecimiento la
historia lo conoce como las Devastaciones de Osorio haciendo honor (por
llamarle de algún modo) a su autor y ejecutor quien era una especie de genio
invertido pues sucede que como la zona noroeste quedo despoblada pronto se
convirtió en un gran hato silvestre, miles de cerdos, reses y otros animales
pastoreaban sin control en estas tierras que se extendían hasta lo que hoy es Haití.
Dentro de los piratas,
corsarios, mercenarios y todo tipo de aventureros que convirtieron la isla
Tortuga en su centro de operaciones existían dos grupos que se especializaban
en el robo de ganado y la posterior comercialización de sus carnes y pieles,
las devastaciones le proporcionaron más materia prima de la que ellos se podían
imaginar. Pronto abandonarían la Tortuga y se asentarían en la isla grande.
Estos aventureros eran
llamados bucaneros y filibusteros y en su gran mayoría eran franceses, una vez
asentados en nuestra isla además del comercio de los insumos derivados del
ganado también experimentaron con la siembra de frutas y tabaco, tuvieron
muchísimo éxito, tanto que solicitaron a Francia que reclamara esa parte de la
isla a España lo cual se materializó en el Tratado de Ryswick de 1697, así nace
Saint-Domingue hoy Haití.
Cien años después
Saint-Domingue era la colonia francesa más rica y de la cual dependía más del
60% de la economía del imperio pero estaba empezando a sufrir pérdidas por las
constantes rebeliones de esclavos africanos que habían sido traídos por miles
desde el Dahomey en el África subsahariana para realizar el trabajo pesado en
las grandes plantaciones y campos de producción.
El 14 de Agosto de 1791 un
sacerdote vudú llamado Boukmann y una célebre sacerdotisa de nombre Celidé
Fatiman encabezaron una multitudinaria concentración donde los esclavos a ritmo
de tambores y bebiendo sangre de jabalíes en nombre de todas las deidades de
esta antigua religión africana juraron liberarse de sus amos franceses. La
acción no se hizo esperar y ocho días después estalló la llamada Noche de Fuego
donde los esclavos enardecidos quemaron miles de hectáreas de producción
agrícola y degollaron a cientos de franceses, este estado de cosas se prolongaría
hasta el año nuevo de 1801 cuando Jean Jacques Dessalines proclama la
independencia de Haití abriendo otro capítulo en la terrorífica historia de ese
país.
Con lo expuesto queda claro
que Haití no nace de un ideario de nación ni de una estrategia política, social
o económica, sino de una necesidad de libertad pero en su expresión más
primitiva, la del esclavo frente al amo, figurando en este todos sus males
ancestrales desde su lejana África hasta esta isla donde lo arrojaron
encadenado desde un barco de muerte, por eso ante la desconexión con un
territorio que no es el propio y la supresión total de su estilo de vida en las
tribus africanas busca la solución en el rito del vudú el cual junto al creole
define su identidad, son Boukmann y Celidé quienes definirán el “yo” haitiano
frente a las terribles condiciones de su entorno, el vudú seria su apoyo y
fortaleza para la resistencia frente a la esclavitud y siempre fue un
instrumento de los lideres libertarios para la movilización de las masas.
El gran intelectual haitiano
Jacques Stephen en su libro “Mi compadre el general Sol” (1955) identifica tres
flagelos históricos que mortifican al pueblo haitiano, el primero es el hambre
ancestral, el segundo es el poder dictatorial y el tercero es su inexorable
destino existencial de condenados de la tierra y como únicas dos soluciones
plantea la adopción del socialismo como sistema político o la emigración a
Republica Dominicana como única posibilidad de sobrevivir al calvario, a lo
mismo incita Anthony Lespes, otro gran pensador del vecino país quien en el
prólogo de su obra “Las Semillas de la Ira” (1990) le dice a su pueblo: Deben
irse, en Haití la tierra no da ni sirve”.
En realidad Haití no existe,
para el pueblo llano solo es un lugar del que hay que marcharse para poder
sobrevivir, para sus élites un lugar para ser explotado, para los gobernantes
es solo una tarima desde donde ejercen un poder degenerado, para las potencias
mundiales es un lugar que hay que ignorar y para nosotros es un gran problema
que nos provocó el gobernador Osorio y que nos ha perseguido por más de
cuatrocientos años y que no vemos manera de resolver.
Haití es, sin hipocresías,
nuestra mayor desgracia.
Autor Geraldo Fernandez/Arquitecto
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