Por
Wilfrido Vagas
BOGOTÁ, COLOMBIA. Cuando se
habla de rivalidad en el merengue, posiblemente nadie daría una respuesta
diferente a que las más grandes batallas las han protagonizado Johnny Ventura y
Wilfrido Vargas. Sin embargo, hay otras batallas, de guerra fría, que pueden
pasar desapercibidas incluso para uno de los contendores.
En la década de los
setenta, se hablaba mucho de Wilfrido Vargas y sus Beduinos. Calamos
rápidamente en el gusto popular. Cada disco que lanzábamos se pegaba. Y se me
celebraba todo, hasta la irreverencia con la que concebía el merengue, en esos
tiempos. Todo me salía a pedir de boca.
Pero, no mucho después
apareció un señor llamado Cuco Valoy, quien sin proponérselo cambió el curso de
mi vida artística.
No me extrañaría que Cuco
sea el primer sorprendido con esta declaración, pues hasta la publicación de
este artículo nadie sabía que: Cuco Valoy me desterró.
Hay que recordar que a
mediados de los sesenta, Cuco Valoy hizo historia con “Los Ahijados”, una
agrupación que formó junto a su hermano Martín Valoy, donde ambos tocaban sones
y música Afro-Cubana. Hacían una música sonera que, para mí, competía con los
famosos grupos cubanos de la época.
Para entonces, Cuco no me
representaba una competencia, pues tocábamos géneros distintos.
Todo empezó en los
setenta, cuando decidió formar el conjunto “Los Virtuosos”, agrupación musical
integrada por su hermano Martín y su hijo, Ramón Orlando. Comenzaron tocando
varios ritmos, entre ellos el merengue.
Al principio no me
preocupé mucho, pero cuando decidí estudiar el fenómeno Cuco, el balance que
hice de su obra fue el de un productor creativo, con criterio, que tiene en su
imaginación muy claro lo que es el talento de llegar a las masas y una
personalidad extrovertida que empezaba a sentirse en todo el país. Eso lo hacía
un gran contendor para mí.
A partir de ahí, siempre
lo he admirado y distinguido porque esa disciplina, ese concepto, esa limpieza
y ese criterio que lo hizo exitoso como sonero, lo llevó al merengue con mucho
mejor resultado.
Las razones para tener en
cuenta a Cuco como un contendor de respeto eran muy obvias: para comenzar, la
personalidad del tipo era tan arrolladora que, nunca había perdido un concurso
del Congo de Oro en Barranquilla, hasta que él llegó y me quitó la corona ¡por
un punto!
Y aunque ese round fue
devastador para nosotros, la cosa no terminaría ahí. Al poco tiempo hubo otro
duelo en el Madison Square Garden, que me presentaba como favorito en las
encuestas. Mi orquesta y yo hicimos de todo. Nos armamos hasta los dientes, y
nuestra presentación no dejaba la más mínima posibilidad de que alguien nos
superara ni con el ejército de Estados Unidos; al punto de que celebramos de
manera anticipada la fulminante victoria, de una manera tan vehemente que
ignoraba que todavía faltaba Cuco.
Y no conforme con eso,
también tuve que ponerme los pantalones a nivel discográfico, por la
penetración de su repertorio emblemático de No me empuje, El brujo, Juliana,
Los frutos del carnaval y todo lo que se le ocurría. Si a eso le agregamos su
puesta en escena, estaríamos frente a una producción de teatro que envolvía una
formidable orquesta, con formidables arreglos, animación, comedia y hasta recursos
épicos.
La épica es un género
literario que hace alusión al valor, a lo grandioso, a lo legendario, sobre
todo cuando la patria está envuelta. Es una definición personal, o más bien
para mis fines. Para querer decir que cuando el país necesitó una expresión
popular que exaltara a nuestros héroes, ahí apareció la voz de Cuco Valoy, para
hacer vibrar el sentimiento patrio.
Por cada verso que Cuco
Valoy declamaba magistralmente, se quería caer el Madison. Apelaba a la
dominicanidad, haciendo alusión a la guerra de abril en su composición: Páginas
Gloriosas:
“Mientras haya hombres machos
y patriotas, habrá patria
En ellos vive el porvenir
de su pueblo
En ello está la esperanza
de su patria
Maldito sea el soldado que
obedece al superior para asesinar a la patria
Maldito sea el soldado que
le da la espalda al pueblo para seguir unos pocos
Maldito sea el extranjero
que sin razón y sin derecho abusa de un pueblo ajeno
Esas bestias asesinas mil
veces malditas sean
Soldado honrado es aquel
que no asesina la patria por cobardía y ambición
Soldado honrado es aquel
que lucha al lado del pueblo que quiere ser libre y noble
Y soldado honrado es aquel
que ofrece su alma a la patria cuando ella lo necesita”.
Conclusión: estábamos
frente a un fenómeno que no podíamos ignorar.
Estas experiencias fueron
suficientes para convocar urgentemente varias reuniones con el equipo táctico
de la empresa, en las cuales concluimos que el arrollamiento era inminente e
irreversible. Entendimos que era mejor dejar pasar el huracán y no enfrentarlo.
Cuco nos había desterrado.
Pero no hay mal que por
bien no venga, pues, dejarle el espacio a Cuco nos obligó a buscar otras
plazas, lo que nos llevó a lograr lo que unos llaman la “internacionalización
del merengue”.
Cuco Valoy siguió en la
cima del gusto popular y para muestra de ello, el más reciente reconocimiento
que le otorgó la Asociación de Cronistas de Arte de la República Dominicana
(ACROARTE): El Gran Soberano.
Y en este momento me quito
el sombrero tal como lo hice cuando él me puso a temblar con su aparición en el
Madison, porque él es icono del arte musical dominicano y genuina expresión
popular de la música nuestra.
He visto muchos homenajes
y muchos premios que le han hecho a distintos artistas dominicanos, bien
merecidos también; pero no recuerdo alguno que haya sido tan gratificante para
mí.
Tuve la agradable
sensación de que ACROARTE pagó la deuda que tenía la nación con Cuco Valoy.
Este también es un
reconocimiento humilde desde estas letras, cuya tinta solo quiere reflejar la
felicidad y satisfacción por este merecidísimo premio a mi amigo Cuco Valoy. Un
bien merecido premio, maestro. Su obra está ahí, y habla por sí sola.
Felicitaciones y gracias maestro, hermano y amigo.
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