Entre la vieja avenida y
la falda de la loma existe una barriada singular, por mucho tiempo fue el límite
entre lo urbano y lo rural, ese espacio de transición detenido en el
espacio-tiempo, un portal dimensional, el final de la ciudad asfaltada.
Después de nuestra familia
andar media ciudad en viviendas de alquiler nos mudamos desde la vieja casita
de madera frente a la Casa de Oración para "allá arriba" decía la
gente del pueblo señalando la loma, Carmela y Conrado no podían creerlo, ¿Y
ustedes se van pal' Guayo? ¡Po' son locos!...
Desde el primer viaje al
solar a bordo del motor DT que tenía papá nos dimos cuenta de la razón del
nombre tan peculiar, desde Venagro hasta el infinito, desde Radio Nagua hasta
el más allá, un solo hoyo era ese trayecto a lo que sería nuestro hogar.
Ni aceras ni contenes,
calles agujereadas como un "Guayo", casitas de madera dispuestas de
graciosa manera intercaladas con solares y algunos conucos persistentes
adornaban al trayecto a los terrenos de "Mon Julia", un cacaotal que
el insigne personaje había decidido vender por partes y donde papá había
comprado por recomendación de su empleado el albañil Ángel Medrano o Ángel
"Borbón" como le decían en las obras.
Nos mudamos en Agosto de
1990 y pronto descubrimos que los motoconchos del parque no querían pasar de
Radio Nagua por los hoyos y por lo solitario, nos acostumbramos al cantar de
las ranas y de los gallos, a cada rato había un "juidero" porque
habían matado una culebra...una vida rural.
Hicimos amigos pronto y
comenzaron las excursiones improvisadas al Charco e' Totoño, los Cacaos de Mon,
la finca Cabral o para la Capitalita cruzando por el tronco horizontal que
hacía de puente sobre el "riito e' Chila", al molino, a la escuelita
de Los Cacaitos, al play detrás de Angito o para Caya Clara con Bautista...una
niñez de leyenda.
En las noches hacíamos
veladas en la coquera del "piciego", o cuentos de terror evocando la
"caja e" muerto" que aparecía en Venagro después de medianoche,
"la bruja del suceso" o el "callejón del demoledor", el
pañuelo, la placa, vitilla, pelota, basket, guerra de fundas de agua con los
archienemigos del barrio Libertad o peleas de karate en la "yerbita e'
Margó", hacer gofio donde Chevito o simplemente mucho parlotear en la
esquina de "los chaquichanes" constituían nuestro catálogo de
diversiones.
A casi 30 años el Guayo ya
reconocido (a fuerza de mucho pleito) como Barrio Quisqueyano ha cambiado, ya
es un barrio suburbano, pericentral y paradójicamente uno de los sectores
preferidos para vivir, seguimos los mismos vecinos, los mayores se regocijan al
ver que nuestra generación criada en ese ambiente sano y natural mantiene sus
mismos vínculos afectivos y el amor a nuestro entorno, por todo esto y por
mucho más yo al igual que todos me siento orgullosísimo de haber crecido en esa
aldea fraternal ubicada estratégicamente entre lo urbano y lo rural...nuestro
viejo Guayo...
ARQUITECTO GERALDO
FERNANDEZ
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