Los
diferentes rostros de la virgen: un grito de auxilio del pueblo. Si bien la
noticia de una nueva "aparición" de la Virgen no trasciende más allá
del espectáculo religioso, la frecuencia de estos eventos podría interpretarse
como un llamado de los creyentes hacia quienes consideran su Madre.
Nagua,
República Dominicana, 2009.- .- Las hojas caídas durante la noche enfrente de
una pequeña capilla que intenta proteger el tesoro religioso de la localidad de
Cabrera, en la provincia María Trinidad Sánchez. Se trata de una imagen que los
lugareños identifican como Nuestra Señora de Lourdes, pero que todos en la
región conocen como la Virgen de la Piedra. Un señor, proveniente de Bonao,
dice que la virgen le realizó un milagro. Sus continuas visitas son una manera
de agradecérselo.
Cada
tanto, alguno que otro devoto detiene su vehículo junto a la carretera y entra
a tocar la virgen de piedra que se encuentra al centro del altar. Se quedan un
rato, en actitud de recogimiento, o se limitan a hacer sus peticiones y a
retirarse en silencio. Muchos de los que acuden afirman haber sido tocados por
la gracia divina de esta Virgen, a la que califican como milagrosa. Las
historias de sanación van desde casos de asma y dolores de cabeza, hasta la
desaparición milagrosa de un objeto metálico en el vientre de un niño ya
desahuciado por su médico.
En
el santuario se celebran misas dominicales y una especial los días 13 de cada
mes, cuando dicen que fue vista por primera vez la imagen. El origen de ésta,
sin embargo, es impreciso. Existen dos leyendas locales que la remiten una a
1918, y otra a 1925. En la primera, se dice que el señor Adolfo Torres compró
una imagen de la Virgen de las Mercedes para que fuera venerada en la localidad
de Arroyo Salado. Cuando de camino le sorprendió el aguacero a la procesión que
traía la imagen, se guarecieron en una cueva y se llevaron la sorpresa de que
allí se estaba formando una virgen que fue creciendo poco a poco hasta alcanzar
el tamaño actual. Otra leyenda dice que la escultura fue hallada en 1925 por el
señor Esteban Luzón, que tenía sed y se encontró con un chorrito de agua que
brotaba de los pies de una virgen.
Para
los lugareños, se trata de un lugar sagrado. Germania Rodríguez, la señora que
atiende el santuario, señala otras "imágenes" aparecidas en las rocas
de los alrededores, entre las que identifica la imagen del Sagrado Corazón de
Jesús y la del Divino Niño. También señala un angelito "que no acaba de
crecer", junto a la Virgen. Todos allí aseguran que surgió mucho después,
y que ambos han ido creciendo con el tiempo.
Incluso
el sacerdote Aridio Vicioso testimonia la santidad del lugar. Ya lleva cinco
años como párroco de Cabrera y dice haber sido él quien instaurara las misas
dominicales en ese santuario. Mientras espera que la Iglesia oficialice el
milagro de esta aparición, se afana por conseguir los fondos para la
construcción de una iglesia justo al lado de la gran roca, cuya estructura ya
ha sido comenzada con los aportes de los creyentes.
Apariciones
periódicas Cada cierto tiempo, desde el lugar menos esperado, salta a la prensa
la noticia de que alguien ha identificado en una mancha, una silueta, y hasta
en un pedazo de pan, a alguna advocación mariana. Si bien la Iglesia Católica
desestima la legitimidad de estos eventos, las continuas identificaciones de la
Virgen María forman parte de la religiosidad popular, y aun cuando no
trasciendan el simple espectáculo, al que asisten tanto devotos como
escépticos, es innegable su atractivo para las masas.
Pero
más allá de la veracidad de estos eventos místicos, que van desde las simples
apariciones hasta la formulación de fenómenos inexplicables como imágenes que
lloran sangre o de las que emana aceite o agua, la frecuencia de estas noticias
"curiosas" puede revelar algo más: la presencia de un malestar social
que aqueja a un pueblo de marcada tradición cristiana, que clama con fervor a
la que considera como su Madre. Aquella que salva de las dificultades y la que
pasa sobre sus hijos en los momentos de mayor dolor.
Esta
consideración la hace Virginia Roca, antropóloga estudiosa de los fenómenos
marianos en el país. Para ella, las visiones de la Virgen pueden tener dos
significados vinculados muy estrechamente. Por un lado, se trata de un símbolo
de esperanza que el pueblo crea para sí mismo. "Saber que ahí está la
madre salvadora de todos, dentro de la miseria a la que ha sido sometido el
dominicano, da esperanzas. Ese golpe trae cohesión entre personas que vienen de
distintos sitios en momentos de grandes crisis, que es cuando se acentúan las
diferencias sociales. Las apariciones son posibilidades de bálsamo, de
afianzamiento en la esperanza y en la fe, eso es lo que trae la religión,
básicamente", explica.
Un
segundo significado es el del clamor popular. "En un país con un
crecimiento económico limitado, las diferencias que se van marcando son
atroces. Entonces surge el clamor, la necesidad de sostén que se pide a la
parte materna. Las apariciones son una forma de catarsis a la desesperanza que
siente el pueblo dominicano", dice.
La
Virgen María representa la parte femenina de lo divino. Un refugio al cual
acude el devoto en momentos de dolor, en los que necesita consuelo y sostén.
Así como en la familia, la mujer es la que está a cargo mientras el hombre sale
fuera, en la esfera religiosa, la Virgen representa el papel de la madre, la
que sana las heridas de sus hijos, la que siempre está dispuesta a escuchar.
En
ese sentido, explica Roca, no es de extrañar que las apariciones reportadas
estén asociadas a elementos que universalmente se reconocen como símbolos de lo
femenino. La presencia de agua, por ejemplo, en los lugares donde se dice que
se ha manifestado. O bien de un árbol de naranjas, elemento también femenino
presente en el mito del cuadro de la Virgen de la Altagracia.
¿Genuinas?
Aun
cuando suceden con cierta frecuencia, la Iglesia no lleva un registro de las
veces que se han reportado apariciones milagrosas o eventos místicos en torno a
imágenes de la Virgen en el país. El sacerdote Víctor González, profesor de
Teología del Seminario Santo Tomás de Aquino, descarta la relevancia de estos
"fenómenos", por tratarse de hechos particulares, en los que la
persona que los experimenta puede estar sometida a problemas personales de todo
tipo, y, dentro de su propia fe, proyecte lo que tiene interiormente.
Sin
embargo, en la tradición religiosa dominicana las historias sobre apariciones
son tan antiguas como el propio catolicismo. De hecho, en torno a las dos
advocaciones con las cuales se identifica el pueblo dominicano se tejen mitos
que muchas veces se mezclan y se confunden con la verdadera historia de su
introducción al país. Se trata de la Virgen de Las Mercedes y la Virgen de la
Altagracia.
La
primera, nombrada Patrona del Pueblo Dominicano y la segunda, su Protectora.
Pero aun cuando no se haya reconocido el origen divino de estas imágenes, la
iglesia asegura el poder milagroso de éstas entre los creyentes, aclara el
sacerdote. De: Gabriela Read,
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