Tony Pina
Antes
de que Moisés tirara al suelo su vara de pastor y ésta se convirtiera en una
serpiente, él sabía que la ingratitud del hombre es congénita a su naturaleza.
Por
más pretextos que argumentó para disuadir a Jehová que lo escogió para sacar a
los israelitas de Egipto, Moisés le dijo al Señor: "Yo tengo dificultad
para hablar".
Pero
Jehová insistió: "Tu hermano Aarón, que sí tiene dificultad para hablar,
te ayudará".
Lo
demás es consabido: las vicisitudes que pasó, la falta de fe de su pueblo y las
calamidades por las cuales atravesó hasta que los israelitas al fin fueron
libres de las garras del faraón.
Cuando
el faraón, asustado por las diez plagas, dio la orden de que los israelitas
salieran de Egipto, todos se apresuraron a abandonar el país con sus animales y
cuanto tenían dirigidos por Moisés.
Pero
al llegar al Mar Rojo vieron que el ejército egipcio venía a perseguirlos.
Temerosos clamaron a Dios y entonces el Señor mandó a Moisés que tocara con su
bastón el mar. Inmediatamente se abrieron las aguas en dos grandes murallas y
el pueblo pasó a pie por terreno seco hasta la otra orilla. El ejército del
faraón quiso pasar también, pero por orden de Dios, Moisés tocó otra vez con su
bastón las aguas y estas se cerraron y ahogaron a todo el ejército perseguidor.
En
ese día el pueblo aumentó su fe en Dios y creyó en Moisés su profeta.
Sin
embargo, ya libres los israelitas fueron repetidamente ingratos. Su fe siempre
les falló; desde el maná caído del cielo hasta convertirse en un pueblo de
idólatras, sacrílegos, ladrones y toda suerte de ralea de la maldad.
Nada
me asombra de la gente respecto a su gran empresa para acometer el mal. Me
siento reducido al saberme humano.
¿Cómo
entender la renovación de la Iglesia católica que dirige el papa Francisco
tantos siglos después de tantos papas, obispos y curas inhumanos?
Es
difícil entenderla, y más aun cuando se lee en la prensa o se escucha en la
radio o la televisión a un Euclides Gutiérrez Félix estilar tanto odio y tanta
maldad, tras la designación de Francisco Ozoria como el nuevo obispo
metropolitano de Santo Domingo.
Ozoria
no es Nicolás López Rodríguez, cuya soberbia no lo dejó ser un pastor de almas,
sino un ícono de la maldad.
Ozoria
es un obispo negro vinculado a las mejores causas desde su consagración
sacerdotal, implorando siempre por el respeto al inmigrante y a todos a quienes
padecen abusos e injusticias.
Lo
peor es que toda esa infamia vertida contra un obispo de prendas tan
inmaculadas, sin tachas, los dominicanos las leemos y, aunque muchos no nos las
tragamos, otros sí, convirtiéndose en agentes negadores del verdadero Evangelio
de Cristo para asumir, en cambio, tanto veneno y tanta maldad.
Moisés
tenía toda la razón cuando rehuía de la voluntad de Jehová. Habría que estar en
su pellejo para comprenderlo. (Tony Pina)
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