Reynaldo
Hernández Rosa
San Francisco de Macorís.-
En toda
América Latina el rol
preponderante, puntual, que juega
la figura del Defensor
del Pueblo es
determinante en todos los escenarios
que se vulneran
derechos fundamentales de los
ciudadanos, amen estos,
vengan de esferas
estatales como de particulares,
en tanto, en nuestro país, la institución
con carácter constitucional sigue al margen de los escollos en la materia inherentes
al debate nacional.
Con innúmeros
argumentos, muchos válidos, empero, carentes en sus motivaciones,
dado que
la institución tiene carácter
constitucional, por lo que
deben otorgársele todos los
fondos necesarios para un
sólido desempeño dentro
del conglomerado, esto, en
momentos que se
vulneran , en su mayoría
derechos consagrados en nuestro marco supremo legal,
máxime, viniendo de un Estado
cargado de miasma, corruptela y acciones
gansteriles.
El Defensor del Pueblo
pese a la buena
intención de quien encabeza la
entidad, Zoila Medina
Guante, no ha tenido la suficiente
independencia y liderazgo para posicionar el tema de los derechos
humanos en el común de los ciudadanos,
donde hoy, más del 90
por ciento de los dominicanos ignoran el
rol de esta institución con
rango constitucional.
La ausencia
del Defensor del Pueblo en el debate nacional, hoy, ante
el basural burdo y
pestilente que arropa
al Estado, donde derechos fundamentales como la salud, seguridad, alimentación, deportes,
educación, medio ambiente, libertad de expresión,
son vulnerados por quienes
están llamados a brindar los máximos esfuerzos dado su condición de
funcionarios que devengan
salarios del erario nacional.
En tanto, la
pobreza del organismo
ante los abusos de prestadoras
de servicio, donde a la fecha el
ciudadano desconoce de la entidad, como rectora
para proteger al común de los nacionales
cuando le son violentados
derechos propios que custodian la Carta
Magna.
El Defensor del
Pueblo fue una institución incorporada a
la Constitución del 2010 para
impulsar y proteger los derechos fundamentales.
No obstante, hoy sigue
ajeno a al debate, al igual, paralizado
en su rol de incoar acciones jurídicas y procesos
políticos, los cuales le son conferidos por la Constitución.
En países de
América Latina, El Defensor del
Pueblo, La Defensoría
de los Habitantes, El Obusman, amen
como le denomine, todos, tienen como norte proteger, vigilar, accionar, etc, empero, en nuestro lar nativo, la debilidad y
ausencia del organismo,
desconocido, en primer orden, confundido con la Defensa Publica, una
dependencia del sistema de
justicia que auxilia
de gratuidad a los ciudadanos en
materia penal. Sin duda, urge una política
en divulgación, presencia,
conocimiento, empoderamiento de los ciudadanos con dicha
entidad oficial, la cual debe
jugar su rol de manera ipso facto,
obviando insulsas presencia
faranduleras, a sabiendas que su papel es
determinante en los actuales momentos de aviesas irregularidades oficiales y
de empresas prestadoras de servicios.
Si bien es cierto
que el presupuesto asignado al
Defensor del Pueblo,
unos 150 millones
de pesos anual, los cuales,
ante las atribuciones
constitucionales es pírrica, si la comparamos con otras
naciones, por ejemplo, Colombia, donde la partida
presupuestal anual alcanza los 36
mil millones, empero, allí,
el rol de la Defensoría del Pueblo
es puntual, juega
su papel de frente
a los abusos y
vulneración de los derechos de la
mayoría.
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