Por:
Nélsido Herasme
Este 9 de octubre se
cumplen 44 años de unas de las más horrible masacres que barrio alguno haya
conocido en el discurrir de su historia, donde cinco valerosos jóvenes
pertenecientes al otrora Club Deportivo y Cultural Héctor J. Díaz, fueron
brutalmente asesinados. Este hecho consternó a la población dominicana, y que
por su trascendencia política y cultural no puede jamás quedar en el olvido.
Una madrugada del 9 de
octubre de 1971 el barrio 27 de Febrero fue visitado por una patrulla policial,
llevándose a cinco jóvenes, justamente cuando regresaban de un colmado de
comprar velas para colocarlas en el ataúd del velatorio de uno de los miembros
del Club Héctor J. Díaz. Más tarde los cuerpos sin vida y mutilados de los
cinco muchachos aparecieron cobardemente asesinados.
El barrio 27 de Febrero llegó a ser uno de los
sectores en donde en un momento de la historia se concentró la mayor atención
pública por las luchas reivindicativas y actividades culturales y deportivas
que realizó, la gran mayoría protagonizadas por los clubes deportivos y
culturales Fases de Luna y Héctor J. Díaz.
Estas organizaciones
coordinaron grades protestas en favor de reivindicaciones de la barrida y
condenaron con fervor los atropellos que vivió el sector a la luz del régimen
de los “Doce Años” que encabezó Joaquín Balaguer.
Por la postura que
mantuvieron de apego a las más elementales aspiraciones del pueblo, las
organizaciones clubística de toda la franja norte del Distrito Nacional fueron
perseguidas de manera despiadada, al extremo que cinco de nuestros jóvenes se
convirtieron en mártires de la cultura y
el deporte.
Radhamés Peláez Tejeda,
Rubén Darío Sandoval, Víctor Fernando Checo, Reyes Florentino Santana y Gerardo
Bautista Gómez, mordieron la estopa de la muerte.
Hoy la juventud y la niñez
viven el desamparo cultural, las canchas y los clubes de los barrios acusan un
progresivo estado de deterioro, ya no se ven los grupos de danza folklórica, de
teatro y de poesía coreada.
Dónde está el arte y la
cultura de los barrios, dónde están Asocludisna, Agrucudegua y los clubes
Bohechío, Varias Luces, Jaragua, Fases de Luna, Leónidas Solano, Renacer,
Acufrosa, Hilario Nivar, Simón Bolívar y otros tantos, en donde nos forjamos,
adquirimos conciencia de clase y crecimos en compromiso.
En cambio ahora vemos a un
grupo de “pordioseros culturales”, en nombre de la cultura y el deporte barrial
buscándosela como la garza encima del toro, solicitando recursos al gobierno y
al Ministerio de Deportes para ejecutar programas en favor de la juventud y la
niñez que nadie ve.
Con impotencia observamos
como un grupo de “dirigentes”, llamados “clubistas” reciben recursos para
realizar actividades relacionadas con la celebración del 9 de octubre, pero
siempre nos quedamos con el dulce embeleso de ver aunque sea una sola de corte
cultural en el barrio donde vivieron los cinco mártires del Club Héctor J.
Díaz.
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