Sólo sentarse en el inodoro favorece el estreñimiento.
Como apoyo se necesita un banquito. Enterate para qué.
Si usted es de los que -como la mayoría- entra al baño y
se desparrama en el inodoro , está haciendo algo mal. Una joven microbióloga
alemana estudió el tema y concluyó que la posición correcta a la hora de “ir de
cuerpo” es ponerse en cuclillas.
Giulia Enders está cursando su doctorado en el Instituto
de Biología Médica de Frankfurt, Alemania. Es una bonita rubia de 24 años que
habla sin ningún pudor de temas escatológicos que a más de uno harían sonrojar.
Su libro Charmed Bowels (Intestinos con encanto) ya es un best seller en su
país natal, donde se mantuvo primero en ventas durante varias semanas.
Defecación, estreñimiento, bacterias y movimientos del intestino en general son
sus protagonistas y hay una revaloración del aparato digestivo, al que la joven
científica considera “el asesor más importante del cerebro”.
En el libro -que ya fue traducido al inglés y al
italiano-, Enders apunta que hay varios estudios que comprobaron que el
mecanismo de cierre del intestino no está diseñado para “abrir la escotilla por
completo” cuando estamos sentados o parados, ya que queda como una manguera
retorcida.
“Hay unas 1.200 millones de personas en el mundo que se
sientan en cuclillas en el baño y no tienen casi ninguna incidencia de
diverticulosis (pequeñas bolsas que se abultan en el colon o en el intestino
grueso) y menos problemas de hemorroides. Nosotros, en el oeste, por el
contrario exprimimos nuestro tejido intestinal”, explica la microbióloga al
diario británico The Guardian.
En caso de que quiera hacer las cosas bien, la solución
que propone la investigadora alemana es sencilla: ponga un pequeño banquito
delante del inodoro, apoye los pies sobre él e incline el cuerpo hacia
adelante. En el libro, una simpática ilustración realizada por su hermana, Jill
Enders, grafica el mecanismo. Y en Australia una empresa vende banquitos
especialmente diseñados para la tarea a 120 dólares australianos (unos 850
pesos).
La investigadora confiesa que aprender sobre los
esfínteres le cambió la vida y que ya no le da vergüenza ir a baños públicos.
Cuando sus nervios interiores lo demandan, acude a su llamado. “Puedo ir al
baño en cualquier lugar. ¡Adoro a ese músculo!”. Es que, según explica, ignorar
demasiadas veces el llamado interno -sea por timidez, incomodidad, o
simplemente porque hay cosas que sólo se hacen en casa- es una de las razones
del estreñimiento.
Otra de los temas que entusiasma particularmente a Enders
es la conexión intestino-cerebro, un área de investigación relativamente
incipiente. "Hay un interés creciente en la microbiota intestinal y la
salud y la enfermedad", señaló al respecto el doctor Ayesha Akbar,
gastroenterólogo consultor en el hospital de San Marcos, en Londres.
También en diálogo con The Guardian, Akbar dijo que
"hay un gran número de bacterias intestinales que mantienen a la salud un
equilibrio. Sin embargo, los desequilibrios se han relacionado con muchos
trastornos crónicos, incluyendo la enfermedad inflamatoria intestinal y la
obesidad. Hay una hipótesis de que también pueden estar relacionados con
trastornos psiquiátricos y estado de ánimo, con la mayoría de la evidencia
proveniente de estudios en animales. En esta área deber realizarse
investigación adicional en seres humanos”.
El libro también incluye datos curiosos como que la saliva
es un contiene un analgésico más potente que la morfina, aunque en pequeñas
cantidades; o que el apéndice -que habitualmente se considera que no sirve para
nada- está hecho de tejido inmune y es una verdadera despensa de las mejores y
más útiles bacterias para el intestino.
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