martes, 5 de mayo de 2015

Carta pública a Euri Cabral



Lincy Kasahara
Apreciado Euri, el pasado sábado 2 de mayo recibí tempranito por correo electrónico una carta que hiciste pública dirigida al expresidente de la República Dr. Leonel Fernández Reyna, aconsejándole que como presidente del PLD “debe poner todo de su parte” para evitar una división en esa organización política que ponga en riesgo inclusive la permanencia en el poder y quién sabe cuántas otras consecuencias más.
Observo que sostienes la misma teoría de la mayoría de los “opinólogos” defensores de reformar la Constitución (y otros que dicen que como son reeleccionistas también la apoyan, como si una cosa y otra fuera lo mismo)... de que la autoridad de Leonel se ve cuestionada ante la insubordinación de los legisladores seguidores suyo por no acatar la orden impuesta por una mayoría (23) del Comité Político. Argumentas que se debe cambiar la Constitución para restaurar la reelección consecutiva, y permitir de esta manera que el presidente Danilo Medina sea el candidato, por ser más potable y mucho más seguro para que el PLD pueda permanecer en el poder hasta el 2020... y no más de ahí, según una “cláusula” que se agregaría.
La carta a Leonel, en donde especificas la escribes por el nivel de afecto, admiración, respeto, agradecimiento y que nunca le harías daño, le invitas y hasta le persuades a reflexionar sobre lo grandioso que sería modificar la Constitución, porque aunque le abriría las puertas de la reelección a Danilo Medina, también es cierto que la alta tasa de rechazo de Leonel dificultaría ganar en primera vuelta al PLD, mientras que Danilo sería un clavo pasa’o y aquí lo importante es que ellos como partido sigan gobernando para continuar con los proyectos del PLD.
Todo luce razonable para aquellos que analizan la política desde la óptica de la ausencia de valores y principios en su práctica, sin ningún tipo de miramiento ni pudor en si podría ser ético o no tal o cual tema. Total, ya la población tiene la percepción de que “todos los políticos son iguales”. Si piensan que se compraron alguna que otras voluntades, aunque no sea así, no importa, si esto implica abrir heridas fuertes en esa organización... eso se arregla en el camino...
Pero mi pregunta, Euri, a propósito de la coherencia de la vida de nuestro señor Jesucristo, es la siguiente... ¿Por qué mataron a Jesús?... ¿No se dio cuenta Jesús de las consecuencias de sus actos y aun así no dio un paso atrás y las aceptó plenamente?
Leonel siempre ha sido coherente respecto al tema de la reelección, él no favorece modificar la Constitución para que el Presidente de turno sea favorecido porque no es ético, y así lo demostró en el 1998 y de nuevo en el 2011, cuando al igual que Danilo se vio tentado y presionado por un grupo de los que le acompañaban en el tren de gobierno, resistiéndose en una y otra oportunidad ante tan tentadora propuesta que con el tiempo luce indecente,
¿Y por qué pedirle a Leonel que abandone sus principios?... ¿No debe ser lo contrario, que los abrace ahora más que nunca por ser éste el presidente de todos los peledeístas, y por lo tanto, el líder de todos ellos, incluyendo a Danilo?... ¿Cómo creer en un líder que hoy dice una cosa y mañana otra?... ¿Cómo respetarlo, cómo valorarlo?
Euri, tú eres cristiano y sabes mejor que yo que Jesús, el líder más grande de toda la humanidad y de todos los tiempos, fue fiel a sí mismo y a sus principios y a los de Dios, antes que salvar su propia vida...
Pedirle a Leonel cambiar de parecer o a los legisladores “insubordinados” que voten porque así lo manda el CP, por algo en lo que él y ellos no creen es una falta de consideración a ese afecto que dices tener a uno de tus líderes. La política y nuestros políticos deben dar un ejemplo a la sociedad de que no podemos seguir dando tumbos, todo según la conveniencia de uno o de otro. Y esta pobre sociedad esperando ver desprender alguna migaja de lo que como derecho fundamental, según lo establece nuestra Constitución, le pertenece.
Lo que se observa en el panorama político dominicano es una admonición para nosotros, que estamos acomodándonos siempre a todos los vientos, con tal de evitar consecuencias o seguir sirviéndonos cómodamente con la cuchara grande.


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