Por La Nación /
Argentina / GDA
La Asociación de Amigos estuvo preparando a las chicas
para un gran flujo de extranjeros con clases de inglés y español.
Para este Mundial, nadie está más dispuesto a poner toda
la carne en el asador que las prostitutas de Vila Mimosa, la "zona
roja" de Río de Janeiro.
"Esperamos que la clientela aumente un 80%. Vamos a
atraer a los turistas con una pantalla grande en la calle para transmitir los
partidos y ofreceremos churrascos. Queremos que haya ambiente de fiesta",
adelantó a LA NACION la asistente social Cleide Almeida, de la Asociación de
Amigos de Vila Mimosa, área donde trabajan unas 4,000 prostitutas.
Ubicada a pocos metros del Maracaná, el epicentro es un enorme
y oscuro callejón sobre la calle Sotero dos Reis, donde se alinean pequeños
bares de dos pisos, cada uno con una música distinta a todo volumen. Allí,
entre chicas en bikini y ropa interior que se asoman para ofrecer sus
servicios, se pasean, cerveza o caipiriña en mano, obreros, camioneros,
taxistas, estudiantes y militares en busca de sexo, mientras empleados de
limpieza baldean el corredor con un detergente nauseabundo. En las cuadras
vecinas, más mujeres semidesnudas recorren otros bares y puestos callejeros
donde se mezclan con trabajadores de los frigoríficos del barrio, con sus
delantales manchados de sangre. Aquí, la carne está presente en todas sus
formas.
"Espero ganar suficiente dinero durante el Mundial
como para poder volver a estudiar pronto", contó Marcia, una rubia de 24
años que sólo terminó la secundaria y sueña con ser diseñadora de ropa. Por
cada "programa" cobra unos 22 dólares.
Si bien la mayor parte de los frecuentadores de Vila
Mimosa son brasileños, la Asociación de Amigos estuvo preparando a las chicas
para un gran flujo de extranjeros con clases de inglés y español. "Not for
free" fue una de las primeras frases que Marcia aprendió en los cursos
impartidos en la Asociación, donde las prostitutas también pueden instruirse en
peluquería, corte y confección, informática, depilación, manicura y maquillaje.
Con apoyo de la alcaldía, se les orienta en la prevención de enfermedades de
transmisión sexual, se les reparten gratuitamente preservativos y cada tres
meses se realizan exámenes médicos.
Por donde se pregunte, tanto los dueños de los
establecimientos como las prostitutas aseguran que allí no hay menores de edad
trabajando. Sin embargo, la semana pasada la policía detuvo a tres hombres
acusados de explotación sexual de menores, sospechosos de estar vinculados con
mafias que trafican personas.
"Por el Mundial hemos aumentado mucho la
fiscalización en toda la ciudad. También intensificamos las campañas para
alertar a las prostitutas sobre la posibilidad de que vengan hombres prometiéndoles
trabajo o matrimonio en el exterior, y que en realidad sean traficantes",
señaló Ebenezer Oliveira, coordinador del Núcleo de Enfrentamiento al Tráfico
de Personas y al Trabajo Esclavo de la Secretaría de Derechos Humanos del
Estado de Río de Janeiro.
Pese a estos riesgos, en las últimas semanas se vio un
aumento de prostitutas en varias zonas de Río, por donde se espera que pase la
mayor parte de los hinchas que vienen al Mundial. Especialmente en la turística
Copacabana, repleta de bares con nombres como Dolce Vita, Casablanca Club y
Barbarella.
Muchas mujeres son de Río, otras vienen desde localidades
suburbanas o incluso desde ciudades más lejanas, como María Luisa, de 40 años,
que vive en Petrópolis, a 70
kilómetros , donde trabaja de día en una fábrica textil y
se "escapa" tres noches a la semana para buscar clientes en el bar
Balcony.
"Tengo tres hijas, a las que cuido sola, y la plata
no me alcanza. Acá, los turistas pagan bien y son más educados que los
brasileños", contó. Apuntó que prefiere aprovechar la semana antes del
Mundial porque teme que una vez que empiece la Copa haya protestas como las que
sacudieron el país el año pasado, contra los gastos en los estadios y en
reclamo de mejores servicios públicos, y que los extranjeros tengan miedo a
salir de noche.
Venida de la vecina Niteroi, Daniela, de 37 años, no
quiere ni siquiera pensar en ninguna posibilidad que le arruine su negocio.
Invirtió mucho en prepararse para el Mundial y no ve la hora de que la pelota
empiece a rodar. "Pagué 3000 reales (1,300 dólares) por esto", afirmó
agarrándose los enormes pechos que sobresalían en el ajustado vestido azul
estridente. "Ahora necesito algún jugador que esté dispuesto a pagar
suficiente para disfrutar a lo grande", dijo y, con una guiñada de ojos, agregó
que incluso está dispuesta a compartirlos con los "enemigos"
argentinos.
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