Andrés Gioeni está en pareja con un productor televisivo.
Posó desnudo para una revista gay y envío dos cartas al Papa, en las que
reflexionó sobre la postura de la Iglesia frente a la homosexualidad.
Hace 14 años, Andrés Gioeni (41) dejó los hábitos.
Abandonó una carrera prometedora, en la que el arzobispado de Mendoza le confió
la educación de catequistas y lo convirtió en el director más joven del
Instituto de Catequesis de la provincia. Los cargos que le esperaban no
importaron. Había llegado el momento de asumir su sexualidad. No fue la primera
vez que eligió soltar para avanzar. A los 18 años había dejado a su novia de la
adolescencia, la carrera de medicina y la práctica de rugby en el Marista Rugby
Club para ingresar al seminario.
Hoy, los años lo encuentran a un mes de casarse con Luis
(42), productor de televisión.
-“Buenas noches, ¿qué van a tomar?”-, preguntó Andrés. Era
su primera semana como mozo en un boliche gay friendly de Capital. Aún no
descifraba como maniobrar la bandeja y era incapaz de memorizar pedidos
kilométricos.
-“Por favor, traeme un Evatest”-, respondió Luis, un
morocho de mediana estatura, rasgos delicados y ojos chicos. Andrés dudó. “Soy
nuevo. No me hagas bromas”, suplicó. No mentía. El trabajo era un desafío más,
en su estrenada vida. -”Si recién empezás, te recomiendo leer la carta del bar.
Hay un trago que se llama Evatest”-, sugirió Luis, en una mezcla de irritación
y compasión. Ese fue el primer encuentro.
Después de doce años de noviazgo y una convivencia que ya
transita una década, el 7 de marzo Andrés y Luis formalizarán su relación en el
registro civil de Martínez, en San Isidro.
Corría 2002. De la Rúa ya había abandonado su gobierno en
helicóptero, el riesgo país marcaba el
ritmo de la vida política y económica y en la radio una canción entonada por
Mariano Martínez, en su personaje El Rey Sol Marquesi, se volvía hit. En ese
contexto, Andrés interrumpió su vida como cura y partió de Mendoza a Buenos
Aires. Ya no la retomaría.
En Capital su primer domicilio fue la Catedral
Metropolitana. Las figuras religiosas, que había a su alrededor, lo torturaban.
“Todas las mañanas, al salir de la habitación, una señora me consultaba si
daría misa. Su pregunta me conflictuaba. Pobre, ella solo quería prepararme la
túnica y los elementos litúrgicos”, reconstruyó Andrés a Clarín.
Sin casa, profesión y plan de acción, abandonó la
Catedral. Al poco tiempo, consiguió entrar a
a la editorial Claretiana. En forma simultánea, decidió explotar su
vocación artística, aquella que venía nutriendo desde su Mendoza natal. Empezó
a asistir a clases de teatro, se armó un book fotográfico, desfiló para marcas
de ropa y hasta llegó a ser tapa de la revista gay Imperio. La noticia no tardó
en llegar a su hogar, el lugar en el que aún lo identificaban como “el padre
Andrés”.
Las imágenes inquietaron, provocaron un aluvión de reclamos
y consultas familiares, de amigos y ex colegas y, más determinante,
desencadenaron que fuese suspendido. Desde entonces, no puede celebrar misa ni
confesar.
Los años ablandaron el peso de los prejuicios y las
relaciones que entabló Andrés pasaron de transgresión a una circunstancia para
celebrar: el 7 de marzo, cuarenta personas llegarán desde Mendoza para asistir
a la ceremonia.
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