Linda Pressly/BBC
Miracle Village está en medio de un mar de vegetación
verde, donde se planta caña de azúcar, en el sur de Florida, Estados Unidos. En
el borde de los Everglades y a más de tres kilómetros de la población más
cercana, unas 200 personas viven en pequeños y pulcros bungalows.
Más de 100 son agresores sexuales, gente que ha sido
declarada culpable y usualmente ha servido una pena de prisión por un delito
sexual.
Hay una mujer y el resto son hombres. Algunos vieron
pornografía infantil o acosaron sexualmente a sus hijos. Otros abusaron de
menores cuando estaban en posiciones de poder: un profesor, un pastor y un
entrenador de deportes. Hay quienes estuvieron en la cárcel por desnudarse en
público y varios sentenciados por tener relaciones sexuales con novias que aún
no habían cumplido la edad legal.
Según la ley del estado de Florida, ninguno de ellos puede
vivir a menos de 300 metros
de una escuela, guardería, parque o lugar de juegos. Algunas ciudades y
condados han extendido esas restricciones a 760 metros y en algunos
casos han añadido lugares como piscinas, paradas de autobús y bibliotecas.
Las medidas han sacado a los agresores sexuales de las
áreas densamente pobladas, y han hecho de Miracle Village una opción atractiva.
Aunque pueden viajar a casi todas partes durante el día, en la noche estos
delincuentes tienen que estar en un domicilio que cumpla con las restricciones.
Constantemente llegan solicitudes de residentes
potenciales a Miracle Village, "entre 10 y 20 a la semana", le dice
a la BBC Jerry Youmans, el coordinador de admisiones y delincuente sexual
inscrito.
"Tratamos de no aceptar gente con historial de
violencia o drogas o a personas diagnosticadas como pederastas -alguien que
sólo se excita sexualmente con niños-. Queremos proteger a los que ya están
aquí y a los que estaban antes de que llegáramos".
El que estaba antes
Edgar Walford llegó hace 10 años, cuando el lugar era
conocido como Pelican Lake y era el hogar de cortadores de caña y sus familias.
Había llegado al sur de Florida desde Jamaica en 1962 y pasó su vida cosechando
el azúcar que brotaba de la tierra en cultivos que se perdían en el horizonte.
Ahora está retirado y pasa sus días cuidando su jardín
sembrado de yuca, patatas, bananos y muchas otras frutas y vegetales que regala
a sus vecinos.
"Es un lugar muy plácido, nadie molesta a
nadie", le dice a la BBC. ¿Qué opinión tiene de las decenas de agresores sexuales
que han llegado en los últimos años? "Son buenas personas. Tengo muchos
amigos. Lo único que extrañamos son los niños, y el bus del colegio ya no viene
aquí".
Hay unos pocos chicos que viven en Miracle Village; las
leyes de Florida no impiden que delincuentes sexuales vivan en la misma
vecindad que menores, aunque los términos de su libertad condicional pueden
vetar todo contacto.
El agresor sexual
Christopher Dawson, de 22 años de edad, es un agresor
sexual inscrito que tiene prohibido hablarle a quienes tengan menos de 18 años.
Cuando él tenía 19 tuvo relaciones sexuales que él dice fueron consensuales con
una chica de 14 años. Él creía que ella era mayor.
"La conocí por un año y estuvimos juntos unos pocos
meses", recuerda en conversación con la BBC. "Sus padres testificaron
en mi contra y fui sentenciado a dos años de arresto domiciliario seguidos de
ocho años de libertad condicional".
Cuando violó los términos de su libertad condicional al
hablar con el hermano menor de un amigo, pasó cuatro meses en la cárcel. Luego
un juez ordenó que se fuera a vivir a Miracle Village, como alternativa a una
larga sentencia en prisión.
"A fin de cuentas, ha sido una bendición. Fue difícil
dejar a mis padres pero siento que tengo un destino en Miracle Village. Me
siento en casa y a salvo aquí... quiero a la gente", expresa.
"A pesar de que tengo la etiqueta de agresor sexual,
no soy un monstruo. Cometí un error y enfrenté las consecuencias".
La comunidad
Dawson es un músico talentoso y toca los tambores para la
banda que anima las ceremonias en la pequeña iglesia de Miracle Village.
Ésta es una comunidad cristiana dedicada a ayudar a los
agresores sexuales a reconstruir sus vidas, pero los que no son cristianos son
aceptados y todo el mundo es bienvenido en la iglesia. Hay clases de manejo de
la ira y se estudia la Biblia. Y, como estipula la libertad condicional, la
mayoría de los delincuentes asisten a programas de tratamiento psicológico.
Algunos de los condenados trabajan en pueblos locales.
Con su césped cuidadosamente cortado y su frondosa
vegetación tropical, esta es una comunidad rural idílica.
Es fácil olvidar que algunos de sus residentes han
cometido crímenes graves y chocantes.
Pat Powers, de la organización humanitaria Matthew 25
Ministries, solía ser un entrenador de raquetbol. A principios de la década de
los 90 fue condenado por contacto sexual con 11 menores. Como cristiano
renacido asegura que aprovecha su experiencia como agresor sexual para influir
a otros.
"Puedo ver la verdad tras las historias de estos
tipos. Si alguien viene a decir 'no soy culpable, lo único que hice fue mirar
una foto', yo le digo: 'no, usted es culpable y punto', pues la única forma de
cambiar es admitiendo que uno ha errado".
El pueblo vecino
En la iglesia metodista del vecino pueblo de Pahokee,
algunos de los delincuentes de Miracle Village tocan música en vivo durante los
servicios. Son preciados miembros de la congregación y uno de ellos es un
predicador.
Pero tener a tantos agresores sexuales como vecinos pone
nerviosos a algunos de los locales.
Kathy fue violada cuando era adolescente mientras la
amenazaban con un cuchillo. Décadas después del incidente, aún le es difícil
vivir con los recuerdos. No asocia al pueblo del milagro -como se traduciría el
nombre de Miracle Village- con nada tan positivo.
"No pienso que sea ningún milagro", le dice a la
BBC. "Quizás lo es para los delincuentes sexuales de Miracle Village pero
para mí es más como 'la pesadilla en Elm Street'".
El alcalde de Pahokee, Colin Walkes, cree que la gente
está empezando a aceptar a sus inusuales vecinos.
"Sé que al principio había mucha oposición, pues se
trataba de proteger nuestro principal bien: nuestros niños. Pero estamos
avanzando y este es un país de segundas y terceras oportunidades para la gente
que comente errores", opina.
"Si las autoridades están involucradas y no hay
problemas, la comunidad los aceptará", anticipa.
Las autoridades
Es responsabilidad de la detective Courtney Minton, de la
Unidad de seguimiento de delincuentes sexuales del condado de Palm Beach,
controlar a los agresores sexuales que viven en Miracle Village.
Semanalmente verifica direcciones y se asegura de que los
residentes registraron todos sus datos de acuerdo con la ley.
En una calurosa mañana de junio recorre las calles en su
camioneta roja, deteniéndose en las casas que tiene en la lista. Algunos de los
requeridos no están pues tienen empleo, así que les deja una nota. En una de
las viviendas, habla con la esposa del delincuente.
De vuelta en su camioneta, reflexiona sobre su trabajo: a
menudo, conoce muy de cerca los crímenes cometidos.
"El exconvicto que acabo de chequear es un caso en el
que trabajé hace unos años como detective: estaba abusando de sus hijas.
Presenté cargos en su contra, trabajé en la investigación y luego estuvo en la
cárcel y salió. Ahora me corresponde vigilarlo", le cuenta a la BBC.
El costo
La detective Minton tiene 300 casos a su cargo. Hay 900
agresores sexuales inscritos en el condado de Palm Beach. En Florida, hay unos
55.000. La aplicación de las leyes de residencia es costosa.
Además, se debate si las restricciones realmente proveen
más seguridad para la población.
Quienes se oponen dicen que no hay evidencia empírica que
muestre que la tasa de reincidencia es menor entre los delincuentes sexuales
que viven lejos de lugares como los colegios.
Quienes apoyan la ley argumentan que es cuestión de
sentido común: si uno deja a agresores sexuales merodear por donde se reúnen
menores, el riesgo aumenta.
Muchos de quienes residen en Miracle Village lo hacen pues
no pueden encontrar ningún otro lugar en Florida que cumpla con la ley.
Para otros, es su
hogar.
¿Qué pasaría si se revocaran las leyes de residencia y los
agresores sexuales fueran libres para vivir donde quieran?
"Se quedarían a vivir aquí", asegura Pat Powers.
"Es muy tranquilo aquí, en la mitad de la nada".
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