Por: Nélsido Herasme
Cómo debe caer en la sociedad dominicana la información de
que una provincia fronteriza, vulnerable y depauperada como Bahoruco, en el
suroeste del país, se gaste un legislador que timonea cuatro ONGs, todas incluidas
en el presupuesto, las cuales manejan miles de pesos, a pesar de recibir
adicionalmente fondos para servicios sociales de la cámara para la cual labora.
Por qué su propia comunidad no le solicita a este
marchante que rinda cuenta de sus ejecutorias como miembro de la Asamblea
Nacional y de un congreso, en representación de una provincia.
Gracias a Dios y a la lucha de la sociedad civil, el
Congreso Nacional de la República creó la ley 200-04, mediante la cual le
permite a los dominicanos tener acceso a informaciones y al monitoreo del
comportamiento de personalidades del sector público.
Que saludable ha sido que en el marco de esa legislación,
ciudadanos comprometidos con el avance y desarrollo de la provincia Bahoruco se
hayan interesado por la labor de las organizaciones no gubernamentales de esa
localidad sureña.
La inquietud los llevó hasta el Ministerio de Economía
Planificación y Desarrollo (MEPYD) a pedir información sobre el número de
organizaciones existentes en la provincia y la cantidad de recursos que
reciben.
Los inquietos muchachos de Bahoruco recibieron
informaciones por escrito sobre la cantidad de instituciones, su accionar y las
sumas de dinero que reciben para “ponerlos al servicio de esa demarcación”.
¡Vaya sorpresa! El hallazgo fue que 40 organizaciones de
esta provincia manejan unos 15 millones de pesos al año y que el 75% de estos
recursos son administrados por políticos e instituciones que no tienen
domicilio conocido.
Esta situación es la que ha motivado a profundizar las
pesquisas para conocer en detalles el destino dado a estos fondos, que se
supone deben servir al desarrollo de los menos favorecidos.
La provincia Bahoruco se cae a pedazos. Barrios
destruidos, escuelas inservibles y canchas deportivas destartaladas, calles,
aceras y contenes sin construir y en cima de ello, tener que soportar con dolor
la burla de un diputado que exhibe con desparpajos, fotos en su oficina
política, de leyendas revolucionaria como el Che, Lenin, Ho Chi Minh Hugo Chávez, y en la práctica
hacer ostensible un tipo de vida y comodidades muy contraria a la que llevaron
estos grandes hombres.
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