No importa su
nacionalidad ni procedencia, los Papas -parece claro- no se llamarán Pedro.
Ninguno de sus 265 sucesores se atrevió a ponerse el nombre del apóstol.
14 de marzo del 2013
Tomado del Diario
Clarín/Argentina
"¿Quo nomine
vis vocari?"
("¿Con que nombre quieres ser
llamado?"). Eso le preguntó el cardenal Giovanni Battista Re al
argentino Jorge Mario Bergoglio. El nuevo pontífice respondió "vocabor
Franciscus" (Me llamaré Francisco).
El cardenal protodiácono, el francés Jean Louis Tauran,
había anunciado a la ciudad de Roma y al mundo que el nuevo Pontífice es el
cardenal argentino, el primer latinoamericano que llega al trono de San Pedro y
el primero que adopta ese nombre y también el primer jesuita.
El nombre adoptado por el sucesor de Benedicto XVI no sólo
significa una preferencia, también pude ser una "indicación" de cómo
será su pontificado. Sin duda, el nombre de Francisco refleja la influencia de
los jesuitas en su vida personal y religiosa de Bergoglio, un jesuita austero
que lleva una vida discreta y cultiva el bajo perfil.
Arzobispo de Buenos Aires y primado de Argentina,
Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en el seno de una familia modesta de
la capital argentina, hijo de un trabajador ferroviario de origen piamontés y
de un ama de casa.
Egresado de la escuela secundaria como técnico químico, al
cumplir 22 años se une a la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola,
donde estudia Humanidades y obtiene una licenciatura en Filosofía.
Aunque no se formó bajo la orden de los franciscanos,
Bergoglio eligió el nombre de Francisco de Asís, el hijo de un rico comerciante
que decidió servir a Dios y vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de
los Evangelios. La opción por los pobres era la única para este santo italiano
y parece que serán los preferidos por el argentino durante su pontificado.
En la lista de los nombres de los Pontífices faltaban
hasta ahora, precisamente, Francisco, José, Santiago, Andrés y Lucas, entre
otros.
Une elección que es similar a aquella del primer Papa, San
Pedro, cuyo nombre de bautismo era Simón.
La costumbre de cambiar el nombre, explicó la radio del
Vaticano, se adoptó a partir del año Mil para recordar que la elección para el
sillón de Pedro es como un segundo nacimiento. El nombre más utilizado entonces
es Juan, elegido por primera vez en 523 por San Juan I, Papa y mártir.
El alemán Joseph Ratzinger eligió como nombre Benedicto
XVI en memoria de Benedicto XV, "un valiente y auténtico profeta de la paz
ante el drama de la primera mundial", según confesó el 27 de abril de
2005.
"He querido al ser elegido Obispo de Roma y Pastor
Universal de la Iglesia llamarme Benedicto XVI, para unirme idealmente al
venerado Pontífice Benedicto XV, que guió a la Iglesia en un periodo difícil a
causa del primer conflicto mundial", dijo.
Añadió que Benedicto XV "fue valiente y auténtico
profeta de paz y trabajó con gran valentía para evitar el drama de la guerra y
después para limitar sus nefastas consecuencias".
Albino Luciani, que sólo gobernó la Iglesia durante 33
días, eligió llamarse Juan Pablo I en honor de sus predecesores Juan XXIII y
Pablo VI, a los que admiraba.
Karol Wojtyla adoptó los dos nombres -la segunda vez que
un papa tomaba un nombre doble- en homenaje a Juan Pablo I, a Juan XXIII y a
Pablo VI.
Esa admiración por sus tres predecesores llevó a Juan
Pablo II a ser enterrado bajo tierra, como Pablo VI, en el mismo lugar donde
estuvo sepultado Juan XXIII y frente al sarcófago del "papa de la
sonrisa", como se conoció a Luciani.
A lo largo de la historia de la Iglesia los Papas no
siempre cambiaron de nombre. Hasta el año 532 todos los sucesores de San Pedro
usaron sus nombres de pila y así encontramos a San Lino, San Anacleto, San
Evaristo, San Alejandro, San Telesforo o San Igino.
Además del nombre se sabía de dónde procedían (Lino de
Tuscia, Anacleto romano, Evaristo el griego, Telesforo el griego, Iginio el
griego, entre otros).
Pero el 31 de diciembre del año 532 fue elegido papa
Mercurio el romano. Mercurio era nombre pagano, por lo que el nuevo pontífice
cambió de nombre y se llamó Juan II, en honor de su predecesor Juan I, un
mártir de la Tuscia (zona del norte de Roma) que reinó en la Iglesia desde el
13 de agosto de 523 al 18 de mayo de 526.
Juan II fue papa hasta el 8 de mayo de 535 y a partir de
ese momento muchos de sus sucesores le imitaron y comenzaron a cambiar el
nombre de pila por el de apóstoles, mártires u otros papas.
Hasta ahora, el nombre más repetido ha sido Juan. El
último que lo usó fue el cardenal italiano Angelo Roncalli, que decidió
llamarse Juan XXIII (1958-1963).
Cuando Roncalli, que fue beatificado por Juan Pablo II,
eligió el nombre de Juan los cardenales le recordaron que sería Juan XXIII,
como un antipapa, a lo que él dijo que no tenía miedo a ser confundido con un
usurpador de la cátedra de San Pedro.
"Me llamaré Juan, un nombre dulce y al mismo tiempo
solemne", dijo el llamado Papa Bueno, cuyo corto pontificado fue muy
prolífico. Escribió ocho encíclicas, entre las que destacaron "Mater et
Magistra" y "Pacem in Terris", y convocó el importantísimo para
la Iglesia católica Concilio Vaticano II.
Le siguen Benedicto XVI, tomado por el alemán Joseph
Ratzinger (2005-2013), Gregorio XVI (el italiano Bartolomé Alberto Capellari,
1831-1846); Benedicto XV (Giacomo della Chiesa, 1914-1922); Clemente XIV
(Giovanni Ganganelli, 1769-1774), León XIII (Vincenzo Gioacchino Pecci,
1878-1903), Inocencio XIII (Michelangelo Conti, 1721-1724) y Pío XII (Eugenio
Pacelli, 1939-1958).
No importa su nacionalidad ni procedencia, los Papas
-parece claro- no se llamarán Pedro. Ninguno de sus 265 sucesores se atrevió a
ponerse el nombre del apóstol.
Fuente: EFE y ANSA
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