Por JUAN
LARA/elnuevoherald.com
Ciudad del Vaticano (EFE).- Francisco comenzó hoy su
pontificado con una misa solemne, durante la cual le fue impuesto el palio y el
anillo del Pescador -símbolos del ministerio pontificio- y en la que hizo una
vibrante defensa de la naturaleza y dijo que el poder del papa es el servicio a
los otros, sobre todo a los pobres.
Ante unos 200.000 fieles, según datos del Vaticano, el
papa Bergoglio, que tras ser elegido pontífice pidió que no se caiga en el
pesimismo, invitó hoy a los fieles a la esperanza, a pesar -dijo- de las “nubes
grises”.
“Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero nunca olvidemos
que el verdadero poder es el servicio y que también el papa para ejercer el
poder debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en
la cruz, debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe”,
afirmó.
Francisco agregó que el papa debe abrir los brazos para
custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la
humanidad, “pero especialmente los más pobres, los más débiles, los más
pequeños, al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al
encarcelado”.
Siguiendo a san Francisco de Asís, de quien ha tomado el
nombre, llamó a que se respeten todas las criaturas de Dios y el entorno en el
que vivimos.
“Sed custodios de los dones de Dios”, exhortó, a la vez
que aseguró que cuando el hombre falla en esa responsabilidad, “cuando no nos
preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la
destrucción y el corazón se queda árido”.
“Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen
Herodes que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del
hombre y de la mujer”, manifestó.
En su línea humilde, pidió “por favor” a todos los que
ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social que
“custodien” la creación.
“No dejemos que los signos de destrucción y de muerte
acompañen el camino de este mundo nuestro. Recordemos que el odio, la envidia,
la soberbia, ensucian la vida”, subrayó.
La misa solemne de inicio de pontificado sustituye a la de
coronación e imposición de la tiara, abolida en el Pontificado de Pablo VI
(1963-1978), y el rito estuvo basado en lo previsto en la reforma del Concilio
Vaticano II y en modos milenarios.
Comenzó con la bajada de Francisco a la Tumba de San
Pedro, en las Grutas Vaticanas, para orar ante el Apóstol junto a los
patriarcas y arzobispos mayores de las iglesias católicas de rito oriental.
Mientras tanto, los cardenales esperaron alrededor del
Altar de la Confesión, en el centro de la basílica de San Pedro, bajo el que se
encuentra la tumba de Pedro, totalmente vacía de fieles.
Tras el rezo y en medio del canto de “Laudes Regiae”,
letanías en honor de Cristo, en las que se resalta en nombre de los papas
santos, Francisco salió a la plaza, donde se procedió al rito de la colocación
del palio y del anillo del Pescador.
El cardenal protodiácono, el francés Jean Louis Tauran, el
mismo que anunció su elección el 13 de marzo, fue el encargado de imponerle el
Palio, antigua insignia episcopal.
Se trata de una estola confeccionada con lana de cordero
que simboliza al Salvador, de 2,60 metros de largo y 11 centímetros de
ancho, en la que están colocadas cinco cruces rojas, que recuerdan las cinco
llagas de Cristo, con alfileres, que recuerdan los clavos de la cruz.
Después, el cardenal decano, Angelo Sodano, le colocó el
anillo del Pescador, confeccionado en plata dorada. Lleva grabado al Apóstol
Pedro con las llaves.
Francisco lo llevará hasta su muerte o renuncia, cuando el
camarlengo se lo retire y lo machaque para que nadie pueda usarlo y a la vez
para simbolizar el final del papado.
Después, seis cardenales en nombre del resto le mostraron
obediencia.
La misa la concelebró con los cardenales y con el
prepósito de la Compañía de Jesús, el español Adolfo Nicolás, y el General de
los Franciscanos, el también español Javier Rodríguez Carballo.
Acudieron 132 delegaciones oficiales, entre ellas la de
Argentina, encabezada por la presidenta Cristina Fernández; la de España, por
los Príncipes de Asturias, y de todos los países latinoamericanos.
También asistió el patriarca ecuménico de Constantinopla,
el ortodoxo Bartolomé I, el metropolita (arzobispo) Hilarion, de la Iglesia
Ortodoxa Rusa, y representantes de la Comunión Anglicana e iglesias
protestantes.
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