Por: Nélsido Herasme
La derrota del candidato presidencial peledeista Danilo
Medina es inminente. Nadie me convence de lo contrario.
La organización ortodoxa que, en 1973 fundara el profesor
Juan Bosch, caerá desplomada ante las urnas, que fruto del descontento, la
frustración y el descrédito moral en que ha caído su gobierno, serán preñadas
de votos blancos.
Las acciones, por demás peligrosas, que han tomado el
Partido de la Liberación Dominicana y sus aliados en contra del Partido
Revolucionario Dominicano, indican que la desesperación y el miedo merodean su entorno.
El derrumbe de la candidatura de Danilo Medina es
irreversible, frente a un Hipólito Mejía del PRD, que encarna los anhelos de
cambio y trabajo para una sociedad que lo reclama a gritos en las calles, en
las empresas y en todos los espacios de la sociedad dominicana.
De nada valen los maltratos, el chantaje, las presiones,
las mentiras y los infundios.
En República Dominicana hay un pueblo que se hartó y se
hastió de un PLD con doce años en el
disfrute pleno del poder sin ver la solución de uno solo de sus problemas.
Danilo sufrirá la peor derrota de su carrera política;
perderá las elecciones con orgullo y
dignidad, porque en honor a la verdad este político, al día de hoy, en términos
personales, no ha jugado sucio a sus contrincantes, como lo han hecho su
gobierno y algunos de sus aliados.
En materia electoral ningún candidato puede obrar en su
contra, pero nosotros que estamos en la acera contraria sabemos que Danilo está
avergonzado de quienes dicen apoyar sus
aspiraciones.
La desesperación, como la antesala de su certera derrota,
está demoliendo por dentro al partido de gobierno y a muchos de sus
funcionarios.
Hace unas semanas tuve que cargar con la vergüenza ajena,
al observar al primogénito del presidente de la República, Omar Fernández,
desde un vehículo en marcha, lanzar salami y botellitas de agua a personas que,
con los brazos abiertos, le imploraban que les diese algo.
Ante tan humillante acción, solo me detuve a recordar
aquel partido que, a imagen y semejanza, creara Juan Bosch, donde lo ético, lo
moral, la solidaridad, la sensibilidad y el humanismo, planteaban las normas en
el partido de la estrella amarilla.
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