La Mujer Que Murió Esperando

sábado, 2 de agosto de 2025

Publicado por prensalibrenagua.blogspot.com


Autor: Mundo Oculto

En la banca número 7 de la central de autobuses, una anciana esperaba.

Nadie recordaba exactamente cuándo había llegado, pero ahí estaba cada mañana: un chal viejo cubriendo sus hombros, una maleta deshilachada a su lado y unos ojos que miraban siempre en la misma dirección… hacia la puerta de entrada.

Su nombre era María de Jesús.

Algunos decían que tenía casi ochenta años. Otros, que había envejecido antes de tiempo, consumida por la espera.

“Mis hijos van a regresar por mí”, solía decir con una voz suave, casi quebrada, como si quisiera convencerse a sí misma.

Y todos callaban, porque nadie quería romperle esa esperanza.

Los días pasaron.

Luego los meses.

Y después, los años.

María aprendió a vivir de los gestos de desconocidos: un café que algún viajero le dejaba, una cobija que un trabajador de la terminal le regaló, una sonrisa que le daba fuerzas para otra noche más. Nunca pidió nada. Solo quería una cosa: volver a ver a sus hijos.

Nadie sabía su historia completa. Se decía que un día la dejaron ahí, prometiéndole que volverían pronto. Y ella, con el corazón lleno de fe, se sentó… y jamás se levantó.

Las noches eran frías.

A veces, las lágrimas le mojaban el pañuelo que llevaba en la mano.

No lloraba por hambre ni por dolor físico. Lloraba porque los recuerdos eran lo único que le quedaba.

Recordaba sus risas de niños.

Sus pequeñas manos aferradas a su vestido.

Las promesas que alguna vez le hicieron:

“Mamá, nunca te vamos a dejar sola.”

Y ella… les creyó.

Una madrugada de invierno, los trabajadores de la terminal la encontraron sentada en su banca, como siempre.

Pero esta vez no respiraba.

Su rostro estaba en paz, con los ojos cerrados… como si, en su último instante, hubiera visto a sus hijos regresar por ella.

Algunos lloraron. Otros simplemente guardaron silencio.

Porque entender esa soledad era imposible…

y porque, en el fondo, todos sabían que esa mujer había muerto esperando un abrazo que nunca llegó.

Desde ese día, la banca número 7 quedó vacía.

Pero quienes pasan frente a ella aseguran que, a veces, en las madrugadas más frías, sienten una presencia. Como si María todavía estuviera ahí… mirando la puerta, sonriendo débilmente, convencida de que sus hijos algún día aparecerán.

Reflexión

Hay heridas que no cierran.

Hay esperas que se vuelven eternas.

Y hay amores… que duelen más por lo que no sucedió, que por lo que pasó.

Porque nadie debería morir solo, mucho menos esperando a quienes alguna vez prometieron quedarse.


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