miércoles, 19 de noviembre de 2025

¿LA DESINFORMACIÓN BENEFICIA A QUIEN?


Por Francis Frias

La desinformación, entendida como la difusión intencionada de información falsa o engañosa con fines políticos, puede beneficiar a un político de varias maneras, aunque a menudo a costa del debate público informado y la salud democrática.

Los objetivos de la desinformación principalmente son ataques y desacreditación.

Erosionar la Confianza Pública, donde el objetivo es dañar la imagen, la credibilidad o la reputación de opositores, periodistas, o instituciones. Si la gente desconfía de la fuente, es más fácil que rechace los hechos verificados que provienen de ella.

Se utiliza también para desviar la atención, generando controversias muy sensacionalistas, que distraiga al público de problemas reales de gestión, escándalos o políticas impopulares.

La desinformación polariza y desestabiliza lo Social y además fomenta la división. La desinformación a menudo apunta a las fracturas sociales existentes colocamos en este caso las ideologías políticas, para exacerbar un conflicto. El objetivo es polarizar a la sociedad, dificultando el consenso y la gobernabilidad.

También es utilizada para debilitar la cohesión social, tratando de sembrar que la gente desconfíe no solo de las instituciones, sino también de sus vecinos y conciudadanos, lo que debilita el tejido social y la resiliencia democrática.

Una desinformación dirigida bombardeando con múltiples versiones de la supuesta "verdad" puede llegar a la conclusión de que es imposible saber qué es cierto, lo que lleva a la frustración y la pasividad política.

De igual manera la desinformación la utilizan para manipular la opinión pública Crear comentarios desfavorables para el político, incluso si no se basa en hechos.

El creador de la falsa información siempre trata de reforzar los prejuicios y creencias existentes de sus seguidores, haciendo que el contenido falso parezca más verosímil para su audiencia.

Una de las características del desinformador es desacreditar a oponentes.

Erosionar la confianza en los rivales políticos, difundiendo rumores o distorsionando.

Otra es, que el desinformador trata de deslegitimar para que las críticas o los hechos verificados contra el político sean percibidos como ataques sesgados.

La desinformación es una táctica que busca moldear percepciones, reforzar la lealtad de la base y dañar al adversario, permitiendo al político o actor promotor legitimar agendas que de otra forma podrían ser difíciles de asumir socialmente.

Las informaciones falsas generan múltiples efectos negativos tanto a nivel individual como social. En primer lugar, distorsionan la comprensión de la realidad, lo que lleva a tomar decisiones basadas en datos incorrectos. Este impacto se agrava cuando las falsedades circulan en ámbitos sensibles, como la política, la salud pública o la seguridad, donde pueden influir en comportamientos colectivos y generar riesgos reales.

Además, la difusión de información falsa erosiona la confianza en las instituciones, en los medios de comunicación y en los procesos democráticos. Cuando las personas no pueden distinguir entre contenidos verificados y engañosos, aumenta la percepción de caos informativo y se debilita la capacidad de deliberar de manera racional. Esto también fomenta la polarización, ya que los individuos tienden a encerrarse en burbujas informativas que refuerzan creencias previas, aunque sean incorrectas.

Loreto Corredoira y Isabel Serrano Maíllo en su libro: ´´Democracia y desinformación: nuevas formas de polarización, discursos de odio y campañas en redes´´, destacan que la desinformación no solo es un problema de “noticias falsas”, sino que está vinculada a discursos de odio y a la polarización social.

Mencionan el uso de tecnología digital (redes sociales, algoritmos, IA) para amplificar estos fenómenos: la desinformación puede estar relacionada con estructuras de negocio de plataformas, lo que dificulta su control.

También plantean que la desinformación es una amenaza para la veracidad y la ética en la esfera pública: la desinformación socava la “verdad” como valor democrático, y por eso proponen que debe haber mecanismos para fortalecer el periodismo de calidad.

Por último, las informaciones falsas pueden perjudicar reputaciones, manipular opiniones y provocar conflictos sociales que afectan la cohesión comunitaria. En conjunto, la evidencia académica muestra que la falsedad informativa no es un fenómeno inocuo, sino un desafío con profundas implicaciones para la convivencia y la salud democrática.


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