Los pistoleros de Orlando estuvieron al acecho del comunicador la tarde de ese lunes 17 de marzo de 1975 y cuando salió del edificio de la revista ¡Ahora!, que dirigía, montados en tres vehículos le tendieron una emboscada en la calle José Contreras. Uno le frenó por delante obligándolo a parar y otros dos le dispararon por el lado izquierdo y por el derecho.
Le
hirieron en el antebrazo inutilizándolo para que no pudiera sacar un revólver
que la misma Policía le había dado “para que se defendiera” pero el tiro que le
quitó la vida fue el que le penetró el pómulo izquierdo. “Quedó con un pie afuera
y con el arma en la mano”.
Sergio
Augusto Martínez Howley, quien hace este recuento, era el hermano querido de
Luis Orlando Martínez Howley, el periodista asesinado porque las ideas que
publicaba molestaban al régimen, a funcionarios y a oficiales interpelados a
diario o semanalmente por el articulista. Ellos dos fueron los hijos más
pequeños de Luis Mariano Martínez Sánchez y Adriana Howley Ogando y por la
cercanía de sus nacimientos eran los que mejor se llevaban. Orlando era el
menor.
Sergio
cuenta detalles desconocidos de la vida y la muerte de este hermano a quien
admiraba sobremanera, con quien compartió la niñez, la mayoría de edad y al que
todavía extraña y llora.
“Realmente
en la familia siempre tuvimos el temor de que le pasara algo, que le dieran un
susto, por ejemplo, pero no que lo mataran, se nos olvidaba que Balaguer era
rencoroso y que esos militares vivían acechando a Orlando”, expresa.
Martínez
escribía a diario en El Nacional la columna titulada Microscopio y cada siete
días “Comentarios de poca tinta” en la revista ¡Ahora! “¡Lo que publicaba era
la verdad!”, reacciona Sergio citando denuncias, interpelaciones y protestas de
su hermano que dieron para un voluminoso libro póstumo que publico Editora
Taller, solo con los artículos del vespertino.
“Montaron
un servicio de espionaje frente a casa”, expresa, enviaban anónimos amenazantes
al intrépido escritor, le llamaban por teléfono intimidándolo.
“Un
día parece que pensaban matarlo cuando bajara la marquesina pues hombres
armados penetraron a una pensión de mujeres que estaba enfrente y no
materializaron el crimen porque ellas se escandalizaron”, narra.
Agrega
que el coronel Ernesto Cruz Brea, al que se atribuía la dirección de un grupo
llamado Los panteras negras, y quien “pertenecía al sector militar de Enrique
Pérez y Pérez”, le mandaba pasquines inquietantes. “Un amigo de Orlando le
comentó que este oficial tenía en su escritorio varios de sus artículos y él
escribió que si le pasaba algo, que interrogaran a Cruz Brea”, manifiesta.
“Víctor
Gómez Bergés le advirtió que lo querían matar y que esa gente no fallaba, luego
supimos que el contacto era el chofer de Víctor, que era militar, para que
caliesara a Orlando pues éramos vecinos”, refiere. Vivían en la calle Antonio
Maceo, del ensanche La Paz. Extrañamente, Gómez Bergés era un alto funcionario
del Gobierno de Balaguer.
Sergio
no cree que con tantos mensajes siniestros su hermano estuviese tranquilo pero
él no se amedrentaba “porque tenía un temple del carajo. Le estaban ofreciendo
sacarlo del país y no aceptó, argumentó que su misión estaba aquí, que esta era
su tierra donde quería estar, que aquí vivía o moría y que se debía a mucha
gente que no tenía voz”.
En
extensas entrevistas Sergio narra las facetas públicas y privadas de su
hermano, amigos, temperamento, trabajos, entretenimientos, pormenores de la
noche del crimen que ellos mantuvieron vivo impidiendo que prescribiera, pero
no habla con satisfacción de los resultados pues solo llevaron a la cárcel a los
asesinos de menor categoría.
La
noche fatal. “Ese día yo había estado en la Liga Centro, dejé una persona en
Ciudad Nueva y cuando regresaba a casa por la avenida Bolívar el periodista
Pedro Caba puso su carro paralelo al mío y me preguntó: ‘¿Supiste lo que pasó?
Hirieron a Orlando’. Imaginé lo peor, llegué a casa y me dijeron que fuera al
hospital Marión” (luego Enrique Lithgow Ceara).
Allí
no los dejaban pasar “pero Edmundo, mi hermano, y yo, entramos a la fuerza”.
Recuerda que Rafael Molina Morillo, entonces propietario de Publicaciones
¡Ahora!, “también entró a la mala y gritó: ‘¡Si quieren, mátenme!’. A Orlando
“lo llevaron vivo pero murió en el hospital. Cuando llegamos ya había
fallecido”.
A
los nueve meses asesinaron a Edmundo porque hacía públicos los nombres de los
autores intelectuales y materiales del homicidio.
La
familia se mantuvo firme reclamando justicia para el mártir de la prensa y en
ese sentido Sergio manifiesta: “le agradecemos a los miembros del PCD que se
nos sumaron. En la familia, la vocera y demandante era mamá, yo era su asesor”.
Doña
Adriana no pudo ver el desenlace pues partió al otro mundo “pero estaba viva
cuando llevaron a la cárcel a los autores materiales”. En el 2000 fueron
condenados el general Salvador Lluberes Montás y el general Joaquín Pou Castro.
Sergio
añade entre los implicados al coronel Isidoro Martínez (La Caja), Enrique Pérez
y Pérez, Ramón Emilio Jiménez.
Narciso
Isa Conde publicó que “Orlando los sindicó como los generales de horca y
cuchillo refiriéndose sobre todo al grupo que encabezaba el general Enrique
Pérez y Pérez junto a los generales Salvador Lluberes Montás, Ramón Emilio
Jiménez y otros… A ese grupo pertenecieron también el coronel Ernesto Cruz
Brea, el mayor Pou Castro, y el coronel Isidoro Martínez”.
Acota
Sergio que “en una reunión que estos celebraron se acordó que fuera Lluberes
Montás quien se ocupara de la muerte. Él asignó a La Caja a la avenida San
Martín a esperar la salida de Orlando y este circulaba mientras Pou Castro se
encontraba en una barra de esa vía por la que Orlando tenía que pasar”.
Lluberes fue incluido entre los responsables del asesinato “pero se las ingeniaron
para sacarlo”, revela Sergio.
“Esa
muerte nos destruyó, nos llevó un trozo de la vida, todavía no nos
recuperamos”, significa.
La calle
El
18 de marzo de 1980, el Congreso Nacional consideró que Orlando Martínez,
“asesinado vilmente por elementos terroristas, se destacó brillantemente como
uno de los más conspicuos defensores de los principios democráticos, los
derechos humanos y la dignidad nacional” y que además, “se hizo acreedor a la
admiración, simpatía y reconocimiento de la colectividad dominicana por sus
virtudes morales y su fecunda labor periodística a favor de los mejores
intereses de la República”. Designó con su nombre la antigua calle 26 del
ensanche Naco. Comienza en la avenida José Ortega y Gasset y termina en la
calle Del Carmen.
ARTICULO ¿POR QUE NO DR BALAGUER?
Señor
Presidente de la República, ya que usted impide que un artista del prestigio y
la calidad moral de Silvano Lora viva en su Patria, ya que dejar en el
extranjero a dominicanos le produce placer o ganancias politiqueras, me voy a
permitir hacerles algunas recomendaciones.
Espero
que sobre todo medite la última. Como Usted ha dicho que en este gobierno, y
parece ser cierto, la corrupción sólo se detiene en la puerta de su oficina,
¿Por qué no saca de la República Dominicana a todos esos corruptos?
Como
aquí existe una galopante inflación de delincuentes sin uniformar y, según
usted, también uniformados, ¿por qué no les ordena a los calieses del régimen
que los apresen y los metan en un avión? ¿Por qué no les dice a los genízaros
que prestan servicio en el aeropuerto que apresen no a los que traen
cigarrillos de marihuana, sino a los pejes gordos del tráfico de drogas? ¿Por
qué no manda al exilio a los que reciben comisiones para negociar contratos que
entregan nuestras riquezas a las compañías multinacionales? ¿Por qué no instala
en un barco a los latifundistas, a los que están negados a que este país salga
del subdesarrollo y de la situación de miseria colectiva que lo acompaña? ¿Por
qué no entra en ese mismo barco a quienes en la ciudad son el soporte
ideológico de esos terratenientes? Y también a quienes son el sostén armado,los que dan palos, apresan y torturan campesinos que luchan por sus derechos.
Como
Usted es enllave de los norteamericanos, ¿por qué no le solicita un
portaaviones para enviar al lugar que fuese a los numerosos calieses que viven
del trabajo del pueblo? En caso de que su amistad con los Estados Unidos sea
más estrecha de lo que sospechamos, ¿Por qué no le pide al Pentágono un cohete
último modelo con el objetivo científico de crear una colonia de calieses en la
luna? ¿Por qué no desaparece de la vista de los dominicanos honrados, que son la
mayoría, a todos los vagos que en este gobierno cobran sin trabajar? ¿Porqué,
tómelo en cuenta, no deposita en un cómodo asiento de primera a los
funcionarios irresponsables que se las dan de Fouché contemporáneos y a la hora
de la responsabilidad no dan la cara? Y mi recomendación final: Si es
inevitable que esta situación continúe,si es imposible evitar actos
indignantes y miserables como el que presencié el domingo en el aeropuerto,
¿porqué, doctor Balaguer, no se decide Usted a subirse en el avión o el barco y
desaparece definitivamente de este país junto a todos los anteriormente mencionados?
..Orlando Martínez Howley
**Nota:
21 días después de ser publicado este artículo en la columna Microscopio, su
autor, Orlando Martínez, fue asesinado.
Texto:
Ángela Peña
Fuente:
El Sol de La Florida
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